La reforma financiera en EE.UU. y el gobierno de los bancos
Hace unos días, la Cámara de Representantes y el Senado norteamericano aprobaron un paquete de medidas propuestas por Barack Obama y su equipo de asesores.
Estas medidas tienen el objetivo de hacer efectiva la tan esperada reforma del sistema financiero en EE.UU. Pasamos a hacer un breve análisis.
Veamos el tema de fondo y para esto revisemos un poco la historia. Luego del cataclismo económico de 1929, el presidente F. Roosevelt firmó la ley Glass-Steagal. Esta reglamentación prohibía de forma irrestricta a los bancos de depósito arriesgar el dinero de sus clientes en operaciones distintas a los depósitos -como la negociación de derivados-. De esta forma se garantizaba el cumplimiento del conjunto de normas financieras que eran supervisadas por el ente responsable. Así el Estado se evitaba la obligación de “salvar” (con el dinero de todos los contribuyentes) a los bancos ante una eventual quiebra que conlleve a efectos sistémicos negativos en el sistema financiero. ¿Qué sucedió para que dicha ley -que disgustaba tanto a los banqueros- haya quedado de lado?
La ley Glass-Steagal fue derogada en 1999 por el presidente Clinton. Quién había sido hacía poco reelecto y cuya campaña electoral fue financiada principalmente por las entidades bancarias. El Secretario del Tesoro era Robert Rubin quién había sido un alto directivo de Goldman Sachs. ¿Pura coincidencia? Lo cierto es que la eliminación de la ley Glass-Steagal fue el punto de quiebre institucional que generó la estructura de incentivos perversa (según la cual los bancos pueden arriesgar el dinero del público a sabiendas que en caso de problemas serán “salvados” por el Estado) que devinó en la crisis económica de la cual aún no terminamos de salir.
¿La historia se repite?
El discurso del presidente Obama a las entidades bancarias ha sido explícito y frontal para que éstas dejen de lado prácticas irresponsables. Sin embargo, el paquete de medidas recientemente aprobado si bien restringe fuertemente el accionar de los bancos les permite mantener ciertos grados de libertad que éstos pueden aprovechar. Cualitativamente se está dejando que los bancos comerciales puedan hacer operaciones que van más allá de los préstamos, el negocio sigue en pie aunque constreñido. Si a esto le sumamos la fuerte cuota de poder económico y sobre todo político de los principales bancos en EE.UU. la reforma resulta insuficiente.
Situaciones extremas requiere de medidas extremas y no de disposiciones tibias ni permisibles. Por ejemplo, de acuerdo al paquete de medidas para los derivados financieros los bancos tendrán que crear entidades paralelas con capitalización separada y aprobación del ente regulador. Los grados de libertad que se les está dejando a los grandes bancos pueden terminar configurando la aparición de nuevos estratagemas que a la postre nos lleven a un nuevo episodio de crisis.
Por otro lado, Serge Halimi¹ (2010) expone un interesante punto. Este consiste en cómo a través de los fondos de pensiones y los fondos de inversión una parte creciente de la población viene encadenando su destino al de las finanzas. Una frase de George W. Bush sintetiza este punto: “Cuanto más accionistas son los electores, más apoyan las políticas económicas liberales asociadas a los republicanos (...)”.De esta forma a la industria del lobby bancario le resulta menos complicado defender sus intereses y legitimar la lógica de que los bancos puedan jugar con el dinero de sus clientes y en caso de pérdidas estas deban ser asumidas por el Estado. Con lo cual se configura un Estado al servicio de los bancos y se desvirtúa el carácter democrático de una sociedad.
¹Halimi, Serge (2010), “El gobierno de los bancos”. Le Monde diplomatique. Año IV, Nº37, págs.3-5.
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