La geopolítica se calienta en la triple frontera*

Por: 

Róger Rumrrill

La geopolítica está subiendo de temperatura en la Triple Frontera del Colombia, Brasil y Perú, en un espacio de la cuenca amazónica históricamente caliente.

Hay diversos factores y procesos que están contribuyendo a este ascenso de la temperatura geopolítica en esa región estratégica compartida por los tres países: la debilidad de los Estados, en particular el peruano; la presencia activa de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), básicamente en el Putumayo y sobre todo del predominio y hegemonía de actividades extractivas; y todos los tráficos habidos y por haber en  los que reina, por ahora imbatible, el narcotráfico con su secuela de corrupción, violencia e inseguridad.

En un reciente viaje por la Triple Frontera hemos podido constatar sobre el mismo terreno de la realidad y a través de múltiples testimonios recogidos en Leticia (Colombia), Tabatinga (Brasil), Santa Rosa y Caballo Cocha (Perú), las consecuencias e impactos que podrían tener para los tres países el crecimiento exponencial de la economía ilegal y el crimen organizado como una amenaza a la soberanía, la estabilidad democrática y a los proyectos de integración y desarrollo socio económico.

En general, las relaciones entre el Perú y Colombia, luego de la suscripción del Tratado Salomón-Lozano de 1927 negociado en secreto por el dictador Augusto B. Leguía y que permitió a Colombia su salida al Amazonas y al Perú la pérdida de Leticia, las relaciones entre ambos países se desarrollan en un clima pacífico y de mutua colaboración facilitada, entre otros instrumentos jurídicos, por el Convenio Aduanero Peruano-Colombiano de mayo de 1938.

Además, el Perú y Colombia comparten el Proyecto Especial Binacional de Desarrollo Integral de la Cuenca del Río Putumayo (FEDICP) que cuenta con financiamiento internacional. El par del FEDICP, con sede en Iquitos y bajo la jefatura del economista Pablo Soria Ruíz, en Colombia es el Instituto Amazónico  de Investigación Científica “Sinchi”, dirigido por Luz Marina Mantilla Cárdenas.

Hay que tomar en cuenta, sin embargo, un obstáculo de las buenas relaciones peruano-colombianas en la Triple Frontera podría ser la isla peruana de Santa Rosa, ubicada exactamente frente a Leticia, una especie de “tierra de nadie” porque de acuerdo a la Cancillería de Bogotá la referida “isla del río Amazonas, formada con posterioridad a 1929 que no ha sido asignada a ninguno de los Estados de  Perú y Colombia”, de acuerdo al acta número 4 de la Comisión Mixta del 11 de noviembre de 1929.

Tanto Brasil como el Perú han tenido una ocupación histórica mucho más antigua que Colombia de su Amazonía que, en el caso de este último país, siendo más reciente ha sido también mucho más violenta con el ciclo del caucho y la lucha armada de las FARC en su región amazónica.

Para algunos diplomáticos colombianos consultados, una de las mayores debilidades de ese país es que no tiene una visión geopolítica sobre su Amazonía, a diferencia de Brasil y del Perú. No obstante, la percepción que tienen los colombianos es que todo el extractivismo ilegal y el narcotráfico vienen de la frontera peruana, pese a que es sabido que los barones de la droga que manejan el negocio en el lado peruano casi siempre son colombianos y brasileños.

En el caso de la droga se reproduce la misma relación que se da entre países primario exportadores e industriales: el Perú produce en su territorio fronterizo la materia prima de la coca con un primer nivel de valor agregado, la pasta básica de cocaína (PBC) y en los territorios de Colombia y Brasil se refina a clorhidrato, se comercializa y se exporta a los mercados de consumo de Estados Unidos y del continente europeo.

En la actualidad, según las autoridades policiales entrevistadas en Caballo Cocha, la capital de la provincia de Ramón Castilla, la superficie sembrada de coca en la frontera peruana supera las 20 mil hectáreas, más o menos un tercio de lo que se produce en el Valle del Río Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), el Alto Huallaga y otras zonas productoras del país.

Estas mismas autoridades policiales y militares señalan que en todo el espacio fronterizo se dan múltiples tráficos, drogas, combustible, alimentos, madera y tráfico humano. Lo peor, de acuerdo a las mismas fuentes consultadas, es que la mayoría de la población indígena Ticuna y los  feligreses de la Misión del Nuevo Pacto Universal, la iglesia fundada por Ezequiel Ataucusi están dedicados a la producción de hoja de coca para el narcotráfico.

Mientras las actividades extractivas ilícitas crecen, en el caso del narcotráfico geométricamente, tanto la policía como las fuerzas militares exhiben graves carencias de equipo y otros recursos para combatir al crimen organizado con eficacia. A ello se suma la poca o nula capacidad del Estado nacional y subnacional en inversión productiva que es una de las razones de por qué la mayoría de la población indígena y campesina de la zona hayan sucumbido a la ilegalidad.

El espacio amazónico es, como lo fue a fines del siglo XIX con el caucho y la primera revolución industrial, un espacio estratégico de la economía global en crisis en el siglo XXI. Contiene el mayor banco genético del planeta, el 20 por ciento del agua dulce, petróleo, gas, minerales estratégicos en una región cercana a la mayor potencia militar del planeta, Estados Unidos de Norteamérica, y sin los graves conflictos y convulsiones del Medio Oriente y el Asia Central.

Por estas y otras razones de orden geopolítico, la región está en la mira de los grandes intereses multinacionales, tanto legales e ilegales del crimen organizado.

Es más, debido a la debilidad del estado peruano en la región fronteriza, la ilegalidad, la violencia y la inseguridad se expanden a tal punto que en la frontera peruana podrían estallar no uno, sino muchos VRAEM con  graves consecuencias y derivaciones geopolíticas para la Triple Frontera. Es fundamental mirar a esta zona para evitar desenlaces que nos perjudiquen.
 

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