La broma de Belaunde Lossio
Fernando de la Flor A.
El más que octogenario y notable escritor Milan Kundera, con su siempre fina inteligencia y no menos corrosivo humor, escribió hace buenas décadas atrás un libro genial. Lo tituló La broma. En síntesis, es la historia, en la Checoslovaquia de la guerra fría de mitad del siglo pasado, de un joven que envía a su novia una nota en la que le hace una broma: “… el optimismo es el opio del pueblo…” le dice, jugando. Por cierto que la chica no entendió el chiste, lo denunció y el régimen comunista de la época le hizo la vida imposible al muchacho.
Lo que está sucediendo alrededor del ya memorable caso Belaunde Lossio, para mí, es una broma, un genuino chiste. Debe convocar nuestra gracia, nuestra risa. Y lo digo seriamente, sin menoscabar la relevancia del caso, limitándome a vincular al humor como una manifestación de la conducta humana.
Y es que no de otra manera, cuando menos yo, puedo entender que en un país extranjero, responsable de su custodia, con resguardo policial encargado de vigilarlo durante las veinticuatro horas del día, cumpliendo un mandato de su propia justicia, en vísperas precisamente de su traslado al Perú cumpliendo un mandato de extradición ordenado por su mismo sistema de justicia, Martín Belaunde Lossio haya desaparecido en Bolivia, sin que nadie lo advierta. Los policías –creo que eran cinco los encargados de vigilarlo, según ha trascendido – no se dieron cuenta de nada, y hacia el amanecer constataron el hecho y lo reportaron a sus superiores.
Más divertido aun, sin que esta alusión - como repito - le reste seriedad al asunto, sino solo en busca de reivindicar mi derecho a sonreírme, me parece que al día siguiente de producida la extraña e inexplicable desaparición del personaje, el Perú disponga que viaje una delegación oficial con ministro de Estado, procuradores, diplomáticos, policías, fiscales e investigadores, para enterarse, in situ –como dicen – de qué es lo que ocurrió, cómo, cuándo, dónde y hasta por qué.
Entre la indignación y la risa, siempre prefiero –como el viejo Kundera – el sentido del humor, y eso rescato de la reacción de las autoridades bolivianas cuando, con voz estentórea y rigidez protocolar, anuncian que el gobierno de ese país condena enfáticamente la corrupción y llegará hasta las últimas consecuencias para sancionar a los responsables. Libreto conocido; palabras de estilo. Cómo no sonreír; por qué evitar esta absurda situación para recordar la broma del genial Kundera y dejar de revestir de seriedad, realmente, lo que simplemente es un chiste.
Mientras tanto, sin embargo – y esto ya no es gracioso sino cruel, como lo que la broma del chico checoslovaco que la dijo le ocasionó – las autoridades bolivianas han detenido a todos los familiares, allegados, amigos y colaboradores conocidos de Belaunde Lossio. Han encarcelado hasta a su abogado, y al asistente y secretaria de éste. Los han acusado a todos de propiciar la desaparición del personaje.
¿Cómo, no era que las autoridades bolivianas lo tenían bajo vigilancia, en su territorio, cumpliendo una orden de arresto de sus jueces?
¿Qué responsabilidad pueden asumir su abogado, la secretaria y los familiares y conocidos de Belaunde Lossio por su desaparición, producida -todo parece indicar que por su propia voluntad - cuando la escolta policial estaba exactamente en la puerta del lugar donde cumplía su detención?
¿Por qué tienen que responder con su libertad quienes, a diferencia de los policías encargados de su resguardo, nada tienen que ver con la situación judicial del personaje?
La broma de Kundera, el chiste del joven a su novia fue malentendido, se interpretó con maledicencia, se leyó como una burla al sistema socialista, un insulto inaceptable al gobierno comunista de la Checoslovaquia de mitad del siglo XX. Pero lo que exhibió la rabiosa reacción de castigar al joven bromista, obligándolo a realizar trabajos forzados por varios años, fue la gran precariedad del régimen, lo que demostró fue la absoluta inconsistencia de las autoridades, y la ingenuidad perversa de la novia. Creían que confundir el optimismo con el opio era lesionar la esencia de sus creencias.
Nuevamente, guardando las distancias y respetando las proporciones, creo que el caso Belaunde Lossio es una comedia de acontecimientos, cada uno más patético que el otro, en la que se involucran gobiernos, altos funcionarios oficiales, renuncias ministeriales, sistemas de justicia, estructuras policiales, mecanismos de investigación, confundiendo todo para hacer que aparezcan como serias cosas que no lo son, como genuinas declaraciones en la que no se cree, como verdaderos esfuerzos que no se hicieron, como auténticas amenazas que no se cumplirán.
Así como Ludvik -el joven personaje de Kundera - dijo que “… el optimismo es el opio del pueblo…”, me atrevo a decir, por mi parte, que el caso Belaunde Lossio es la broma de Bolivia y Perú.
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