George Soros y sus enemigos

Por: 

Gina Montaner*

Es casi imposible que pase un día sin que se haga mención al filántropro George Soros. Ya desde los años noventa era blanco de ataques desde distintos flancos, pero la campaña de desinformación contra su persona se agudizó con la llegada al poder de Donald Trump y el movimiento nacional populista de derechas emparejado al trumpismo.

En estos momentos el financiero y empresario, considerado como uno de los hombres más ricos del mundo, vuelve a ser el centro de teorías de conspiración por el simple hecho de haber contribuido monetariamente a la compra de emisoras de radio en Estados Unidos por parte de una empresa, Latino Media Netwok, presidida por figuras vinculadas al Partido Demócrata que en su día formaron parte del gabinete del expresidente Barack Obama.

La propia fundación auspiciada por el magnate de origen húngaro no lo ha ocultado y resulta lógico, ya que desde hace años Soros hace donaciones a las causas de los demócratas entre las muchas aportaciones que realiza de acuerdo a su posición política y su visión de los avances sociales que defiende. Podría decirse que desde el ala mas progresista del liberalismo Soros es equivalente a lo que representan los hermanos Koch en su respaldo a las directrices del sector más conservador del partido republicano y del ideario libertario. Los poderosos Charles y David Koch hacen cuantiosas donaciones a think tanks y medios afines a sus ideas e intereses.

En un escenario polarizado cuando falta menos de un mes para las elecciones de medio término en Estados Unidos, los hermanos Koch, importantes impulsores de la facción de Tea Party entre los republicanos, no se libran de las criticas y ataques partidistas, pero ni de lejos se compara a la estrategia de convertir en la madre de todos los males a Soros, muy influenciado desde su juventud por Kark Popper. El autor de La sociedad abierta y sus enemigos fue su profesor y mentor en la London School of Economics.

Soros ha sido, y sigue siéndolo, pero con matices productor de su evolución ideológica, un firme creyente en que las sociedades abiertas son posibles gracias a la libertad de mercado. Su defensa del capitalismo como el modelo que más propicia la prosperidad del individuo le ha granjeado detractores desde la izquierda, pero lo irónico es que hoy en día se ha convertido, literalmente, en el hombre del saco entre los líderes de la derecha autoritaria. Subidos a la ola del trumpismo, populistas como su compatriota Viktor Orban, el español Santiago Abascal o el italiano Matteo Salvini lo demonizan sistemáticamente.

Tanta ha sido la desinformación en torno a su persona, que en 2018 un trumpista fanático le llegó a enviar una carta con explosivos a su mansión en el estado de Nueva York. A estas alturas, Soros y su familia se han habituado a vivir bajo protección por los que piden su cabeza al implicarlo en teorías de conspiración. Soros, que proviene de una familia judía en Budapest que logró sobrevivir del holocausto y posteriormente consiguió escapar de las garras del comunismo, ha sufrido en carne propia el antisemitismo que empercude a esa extrema derecha que actualmente lo demoniza como un príncipe de las tinieblas que supuestamente pretende instalar el comunismo en las sociedades libres que siempre ha defendido. El propio Orban, su archienemigo desde que ocupó el poder en Hungría, ha llegado a decir que las olas de inmigrantes las ha instigado él con el propósito de destruir la nación húngara.

Lo más lamentable de esta propaganda es que ha conseguido enterrar uno de los grandes logros de Soros: su lucha sin tregua contra el comunismo que padeció y del que huyó, primero en Londres y más tarde estableciéndose en Estados Unidos. Por medio del Open Society Foundations, el empresario apoyó a la disidencia en la antigua Unión Soviética y a los opositores que detrás del telón de acero se jugaban la vida. Desde muy pronto se hizo eco de lo que Popper afirmaba: las sociedades comunistas son el vivo ejemplo de sociedades erradas.

A sus 92 años el inversor y mecenas no es aquel joven que seguía a pie juntillas los preceptos liberales que aprendió de su maestro. En su larga trayectoria de empresario que ha cometido errores y aciertos ha llegado a inclinarse por un capitalismo que, a su juicio, necesita regulaciones A su vez, respalda causas como la despenalización de las drogas, el aborto, los derechos LGTBQ y asistencia a los refugiados.

¿Cómo ha llegado la extrema derecha supremacista a convertir en verdad la flagrante mentira de que Soros es un enemigo de la libertad? Mientras tanto, la ultraizquierda no dice esta boca es mía. Ya se sabe que los extremos se tocan. Sobre sus detractores el magnate ha dicho: “Estoy muy orgulloso de los enemigos que tengo”. Sin duda, George Soros nunca le ha temido al riesgo.

*La autora es periodista y escritora.

Publicado en La Prensa