Los resultados de Merkel
Rafael Poch
Ahora que Merkel va a ganar otra vez y que los medios nos van a agobiar de nuevo con su título de esplendorosa líder europea, conviene contemplar el balance real de su gestión.
En política, Merkel ha destruido todo aquello que rehabilitó a la Alemania de posguerra. Con ella, los tres pilares que sacaron poco a poco a Alemania de su histórica infamia hitleriana se degradaron: el Estado social, la integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia conocida como Ostpolitik. En su lugar hoy tenemos un recorte que ha disparado las desigualdades, la precariedad y la pobreza en Alemania, una estrategia nacional exportadora a consta de los socios que está desintegrando la Unión Europea y una absurda guerra fría con Rusia con nuevos drang nach Osten en Ucrania y tanques Leopard y soldados alemanes en Lituania.
En economía el paro “se ha dividido por tres en doce años”. Según Eurostat el índice de paro alemán es del 3,9%, según la Oficina federal de estadística alemana, que usa una contabilidad diferente, del 5,8%. Pero desde hace años se conoce que, gracias a diversos trucos contables que barren debajo de la alfombra a sectores enteros de la población laboral, la cifra real de paro es bien superior, del 7,8% actualmente. Es decir, solo dos puntos menos que en Francia y con más precariado entre los asalariados y más pobreza entre los jubilados, un problema apenas existente en Francia. Las horas trabajadas son las mismas que antes del milagro. Simplemente, el mismo empleo se ha troceado y precarizado.
El resultado de esta genialidad es que la tasa de pobreza –los alemanes que viven por debajo del umbral de pobreza- ha aumentado un 54% en diez años. El número de trabajadores pobres (son pobres a pesar de tener trabajo) se ha doblado en diez años. El número de los empleados forzados al pluriempleo ha aumentado un 80% en doce años. Y el porcentaje de jubilados pobres, que viven por debajo del umbral de pobreza, ha aumentado un 30% en diez años (ver gráfico de Eurostat).
El plan general de Merkel (más bien del euro-capital, habría que decir) es hacer a los países de la Unión Europea competitivos con los países emergentes, que apenas salen de las condiciones laborales y sociales de nuestro Siglo XIX. Es algo absurdo y que advierte sobre la imperiosa necesidad de un regreso a las barreras económicas –por no hablar de unas normas internacionales de comercio menos injustas. El mantra de Merkel es el famoso 7/25/50: la Unión Europea representa el 7% de la población mundial, genera el 25% del PIB global y responde del 50% del gasto social mundial. Ese 50%, que es la base de la democracia en Europa, hay que ponerlo en línea con lo vigente en los países socialmente más atrasados.
El gran concepto de la economía política de Merkel es el de Marktkonforme Demokratie, es decir una “democracia adaptada al imperio del mercado”. No se trata de que el mercado/capital se adapte a las normas democráticas, sino al revés.
Entre las muchas democracias adjetivadas (recordemos que España tuvo con Franco la democracia órgánica), es difícil encontrar un concepto más estúpido, más primitivo y más en línea con la esencia del capitalismo.
La actual batalla de Francia consiste en el intento de introducir, definitivamente y con calzador, este concepto en el país más politizado y con la tradición social más viva de Europa. Como consecuencia de su historia, los trabajadores y jubilados franceses han conservado ciertas ventajas y holguras que desaparecieron en otros países. En Francia las pensiones de los jubilados están un poco por encima de la media de ingresos de los activos (106%), sus patrimonios están un 26% por encima de esa media. El nivel de jubilados pobres es muy bajo (7,2%, la mitad de la media nacional). La franja de salarios bajos que en Alemania afecta al 22,5% de los asalariados (7,1 millones), en Francia solo afecta al 8,8% (2,1 millones). El índice de paro francés es alto (9,5%) pero no está tan alejado como se dice de las cifras reales de paro alemán (7,8%)…
Las reformas de Macron, que no son más que aplicación de las directivas europeo-merkelianas, consisten en acabar, de una vez por todas con esa relativa anomalía francesa. Con Macron, el nivel de desvergüenza ha llegado a tal extremo que en los medios de comunicación franceses se cita cada vez más como ejemplo a seguir a…. España.
Llegar a un nivel de desinformación como el que padecen los alemanes y configurar un estado semejante a la granja modelo alemana, es el propósito merkeliano que seguramente veremos estrellarse pronto en Francia. El probable naufragio del joven y voluntarioso presidente Macron convertirá el Brexit en un episodio menor y dará el golpe de gracia a la Unión Europea tal como hoy la conocemos.
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