ESPAÑA EN SUS MARCAS: La verdadera disputa electoral
Laura Arroyo Gárate
El viernes, Pedro Sánchez, presidente de España, anunció el adelanto de la convocatoria electoral al 28 de abril. Unas elecciones generales que son consecuencia de la ruptura de la mayoría que permitió la moción de censura que echó a Mariano Rajoy (PP) de La Moncloa. Una mayoría progresista y fundamental que, por errores tanto de las fuerzas independentistas catalanas como del mismo Gobierno que cedió en cuanto las derechas iniciaron la sobreactuación, se rompió la semana pasada al no dar luz verde a los presupuestos generales del estado. En estas ya anunciadas elecciones ¿qué es lo que se juega España?
El empuje democrático que con mucha fuerza irrumpió en el escenario para cambiarlo todo aquel 15 de mayo del 2011, dio inicio a una sucesión de hechos políticos que pintaron de otro color el rostro político de España. El fin del bipartidisimo fue un cambio sustantivo, pero no el único. Las máscaras cayeron y si en algo impactó ese enorme movimiento ciudadano fue en la politización de la gente, en el “no nos representan” que dio luz a un nuevo partido político, pero también, y sobre todo, a una nueva forma de hacer política, con representantes que se parecían más a quienes les elegían y en la concientización de que la protesta, la movilización y la colectividad pueden cambiar las cosas.
Este empuje democrático tuvo una segunda expresión clave propia del nuevo momento político a nivel mundial: el 8 de marzo en 2018. Una marea de mujeres tomaron no sólo las calles de Madrid, sino de todas las ciudades de España, y plasmaron su “si nosotras paramos, se para el mundo” haciendo una histórica huelga feminista a la cual se sumaron millones de ciudadanas españolas, personalidades del cine, la literatura, el periodismo, representantes políticas, etc. bautizando así el 2018 como el año de la revolución de las mujeres. Ese empuje democrático, junto con las masivas manifestaciones de los y las pensionistas que llevan protestando todos los lunes desde hace más de un año, fueron el verdadero motor de la moción de censura que logró echar a Mariano Rajoy.
En estas elecciones lo que se juega en España es la ratificación de ese empuje democrático ciudadano expresado en las calles, pero también en las instituciones de la mano de Unidos Podemos (la confluencia Podemos + Izquierda Unida + otras fuerzas progresistas) o el punto final a ese empuje. Un punto final que, lamentablemente, ya se puede anticipar debido a los últimos acontecimientos.
Dos proyectos enfrentados
Cuando pensamos en España pensamos, por un lado, en ese 15M, en la revolución de las mujeres como vanguardia internacional, en la politización de una sociedad que se indignó contra la crisis, en Podemos como la fuerza política que nació de esa indignación, etc. Pero, hace unos meses, pensamos también en el país que dio por terminada su “excepcionalidad” europea y ha visto entrar a caballazo a la extrema derecha en la agenda política, mediática y en las instituciones.
El proyecto de país de las derechas es muy claro y está ahí, sobre el tablero electoral que acaba de abrirse. Un proyecto de país protagonizado por la suma del Partido Popular, quienes fueron echados del gobierno por la magnitud de escándalos de corrupción sobre sus espaldas; Ciudadanos, el “Podemos de derechas” nacido para sustituir al Partido Popular pero que defiende el mismo modelo económico de recortes en lo social; y VOX, el partido de extrema derecha que ha iniciado una campaña de fake news al mismo estilo de Donald Trump y Bolsonaro, y ha arremetido contra la memoria histórica, contra el matrimonio igualitario (aprobado en España hace 14 años), contra el aborto, contra las mujeres que denuncian la violencia machista, y un largo y temible etcétera.
El proyecto de país de estas derechas es uno que pretende cortar en seco el proceso de cambio español. Su proyecto no sólo supone un retroceso en lo cultural sino ,sobre todo, el fortalecimiento del mismo modelo económico: el modelo del artículo 135 que pone por delante los intereses de la banca a los derechos ciudadanos, del artículo 155 en lugar de la vía del diálogo con respecto al conflicto catalán, un modelo que apuesta por privatizar la educación, la salud y las pensiones, un modelo que se sostiene en el recorte de derechos y libertades, incluida la de expresión ya tan precaria por la Ley Mordaza vigente en España, etc. En resumen, un proyecto de país que vuelve a dar las espaldas a las mayorías.
Estos son los dos proyectos de país que se enfrentan este 28 de abril.
El fracaso de un gobierno
Hay que decir que el escenario de convocatoria adelantada de elecciones es una evidencia del fracaso del Gobierno de Pedro Sánchez por articular y consolidar la mayoría que le permitió llegar ser Presidente. Ha sido un gobierno enfocado en lo simbólico que habla mucho pero dice poco. Un Gobierno cuya falta de valentía quedó demostrada en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado donde en cuanto se sentó a conversar con las fuerzas catalanas se asustó debido a la sobreactuación de las derechas (PP, Cs y Vox) y retrocedió. De ahí que se abriera la puerta a este anticipo electoral.
Del otro lado, están las fuerzas independentistas catalanas que de manera irresponsable, en lugar de aprobar los presupuestos más sociales de la democracia española (no lo digo yo, lo dijeron hasta los representantes de derecha en cuanto se anunciaron) prefirieron poner por delante cuestiones partidarias y exigir que el Gobierno tomara acciones judiciales respecto a los políticos presos por la convocatoria al referéndum en octubre de 2017. Podemos estar más o menos de acuerdo con que estos políticos estén presos por hacer política, pero lo que es inadmisible es que se bloqueen presupuestos que mejorarían inmediatamente la vida de miles de catalanes y catalanas, por exigencias que más allá de ser justas o no, no pueden utilizarse como moneda de cambio.
Es en esta encrucijada que el fracaso de Sánchez se concretó. La mayoría social y progresista que lo hizo presidente, y que respondió al empuje democrático español, se fracturó y hoy nos abocamos a unas elecciones donde existe la amenaza de un proyecto conservador, reaccionario y de recortes democráticos. Las derechas están movilizadas -lo vimos en Andalucía- y este 28 de abril podríamos verlas entrar en el Congreso de los Diputados y asumiendo el timón de la cuarta economía de la Unión Europea.
Frente a ello, por fortuna, queda la mayoría social que representa a esa España politizada del 15M y del 8M. Una mayoría que quiere cerrarle el paso al impulso reaccionario y que no se resigna al “no se puede”. Es una mayoría que habrá de movilizarse en clave de respuesta frente a la amenaza de un país que no es el suyo. Una mayoría que apuesta por un país plurinacional frente a un país del odio, un país democrático frente a las mordazas, un país progresista frente al modelo de los privilegios y un país feminista frente a quienes hacen del machismo una bandera.
Esto es lo que está en disputa en España. La carrera recién empieza pero lo que se juega es demasiado importante para tomárselo a la ligera. En sus marcas...
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