Elecciones sin democracia

Por: 

Francisco Durand

Se acercan las elecciones del 2016. La campaña ha empezado y  ni siquiera los partidos, frentes, movimientos, colectivos o como quieran llamarse han acordado sus planchas. Y esa es la primera razón para tener elecciones sin democracia. Las organizaciones electoristas son esencialmente autoritarias, personalistas. Están dirigidas por caudillos (Toledo y Perú Posible, García y el APRA o el frente social que le servirá otra vez de fachada, Kuczynski y su Alianza por el Gran Cambio, Acuña y su Alianza para el Progreso, etc.) o clanes familiares como el fujimorismo y el  humalismo. Estos “partidos” de iluminados o predestinados (me gusta más este término por ser antidemocrático) no son organizaciones públicas sino una rara forma de propiedad privada. Ninguna de estas agrupaciones piensa organizar primarias (elecciones internas) y sabemos que sus jefes van a candidatear como líderes autoelegidos. Solo una minoría, el PPC y el Frente Amplio (curiosamente los menos cohesionados), ejercen la democracia interna.

La segunda razón es que estos “partidos” no se financian ni con dineros públicos ni con aportes de sus militantes, sino vía fondos negros acumulados durante sus presidencias y principalmente por donaciones de bolsillos profundos. Me refiero a los poderes fácticos económicos, las multinacionales, los grupos de poder económico, las mafias y otros de cuyos nombres no me debo acordar.

Esa élite variopinta e interesada financiará a los candidatos, a sus partidos y a ciertos congresistas (a uno de ellos o a todos, los que se perfilen bien) y de ese modo condicionarán sus decisiones de gobierno. Como antes Toledo, García y Humala, los bolsillos profundos les dirán que no toquen el modelo económico, que no regulen ni fiscalicen y que nombren en puestos claves (MEF, BCR) a su gente de confianza o algún desorientado fácil de distraer. El dinero y la orientación vienen como condicionamiento de esta financiación.  En realidad, salvo que emerja un candidato anti sistema honesto y decidido, no importa quién sea elegido, menos qué se diga en la campaña, sino qué instrucciones de política pública y alta burocracia recibirán a cambio de dinero, perdón mediático y apoyo a su gobierno y Dios sabe qué otros arreglos.

Y, sin embargo, el pueblo manda, al menos dos días. El domingo de la primera vuelta que decide el Congreso y los dos contendores (si uno no alcanza el 50%) y el de la segunda vuelta que decide el premio mayor. Todos votan. Pero para que su voto sea “canalizado” serán abrumados con promesas, engatusados con danzas y abrazos, atontados con paneles, gorritos y polos;  inducidos por las encuestas y los medios (donde destaca el todopoderoso grupo El Comercio). A no ser que el pueblo se dé cuenta….

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