Elecciones: ni ruido ni nueces

Por: 

Alberto Adrianzén M.

“Hazla famosa”, decía uno; “Hartos de todo”, decía el otro. Me refiero a un par de paneles de una y de un candidato, de un mismo partido, que buscaban una curul en el próximo Congreso. De otro lado, en los medios de comunicación encontramos declaraciones sorprendentes como la de la excongresista Jeny Vilcatoma, ahora candidata, que afirma que Rosa Bartra es “una persona muy mentirosa y manipuladora”. Lo curioso de estas declaraciones es que tanto Vilcatoma como Bartra participan en la misma lista al Congreso de Solidaridad Nacional. Bartra en el primer lugar y Vilcatoma en el segundo.  Además, ambas han sido parlamentarias por Fuerza Popular en el Congreso disuelto. A ello se puede sumar las palabras del excongresista y ahora candidato por el APRA, Mauricio Mulder, que dice que su sueldo como parlamentario no le alcanzaba.

Y el broche de oro en este tramo semifinal de esta campaña electoral, fue la escena que protagonizó el candidato Orestes Pompeyo Sánchez de las filas del partido Podemos, que culminó su participación en el debate entre los candidatos por Lima de rodillas en el piso, con una Biblia que agitaba en la mano derecha y gritando: “Este 26 de enero, elijan hombres temerosos de Dios, mujeres temerosas de Dios, honestos, marquen la P, de provalores, provida y profamilia” (El Comercio: 12/01/20). 

Seguramente muchas y muchos tendrán más de una anécdota sobre el actual proceso electoral.  Sin embargo, me interesa señalar algunos puntos. Cada lema o cada hecho o actitud, lo que nos muestra son varias cosas: desde el malestar que provoca una vida casi sin futuro porque no hay trabajo o los ingresos son pocos, hasta la furia ciudadana contra las la corrupción, pública y privada; a lo que se suma el espectáculo de la deslealtad entre políticos y políticas y la impunidad con la que actúan muchas veces los propios congresistas; y, finalmente, como la fresa en la torta, el ingreso de la religión y de los evangélicos a los predios de la política, de los partidos y de las elecciones. 

Por eso creo que las elecciones de este próximo 26 de enero, más allá del esfuerzo de algunos candidatos y partidos, nada nuevo traerán, salvo evidenciar la profundidad de la crisis de la política, de los políticos, de los partidos y de la propia democracia. Con ello no quiero desconocer los méritos de algunos o de muchos candidatos, sino llamar la atención sobre el hecho de que estas elecciones son expresión de un momento antipolítico, como lo fue también el momento de la disolución del Congreso meses atrás. 

La significativa aprobación que tuvo esta medida no expresaba un afán reformador de las mayorías nacionales ni tampoco un momento de politización de nuestra sociedad, salvo para un pequeño sector, sino más bien una genuina bronca, alimentada por los propios errores de Congreso, por el Ejecutivo, por los medios de comunicación y los escándalos de corrupción, contra la política, el poder legislativo y los parlamentarios. Transformar ese momento de bronca contra la política en un momento reformador del país, de los políticos y de la propia política, como viene sucediendo ahora en Chile, era un posible camino.

Aquí eso no pasó. Por eso las elecciones próximas demuestran que el “clima político” que se vive actualmente es el mismo clima que se vivió antes y durante la disolución del Congreso, pero con un añadido: la desmovilización de la sociedad es mayor, lo que hoy se refleja en una campaña electoral fría, en un comportamiento de los electores que nos dice “no me importa la política”, y en una bronca a los políticos (incluyo al gobierno). No es casual que más de la mitad de los electores, faltando apenas un par de semanas, no sepa por quién y cómo votar en estas elecciones. Lo más probable, por ello, es que tengamos un Congreso de minorías y fraccionado, algo que ya hemos vivido en el pasado reciente. Incluso, un incremento significativo de los votos en blanca y viciados, como muchos aseguran, así como la posibilidad de que muchos partidos no pasen la “valla electoral” en estas elecciones, podría llevar a que se reproduzca lo sucedido en el Congreso anterior al ingresar al parlamento un número pequeño de partidos: unas falsas mayorías parlamentarias cuando en verdad son auténticas minorías políticas. Es como dar un gran salto para caer en el mismo sitio.  

Lo que ha sucedido es que ni el gobierno ni los partidos interesados en el cambio, han sido capaces de transformar ese momento “antipolítico” (algunos hablan de “desafección política”) en otro distinto que represente para los electores un futuro político con un mínimo de certezas. Las reglas en este “juego electoral” en algunos casos siguen siendo las mismas y en otros son confusas y sujetas a una interpretación arbitraria de las autoridades electorales. Por primera vez la ONPE ha censurado spots de campaña de algunos partidos destinados a la franja electoral, mientras que el JNE ha retirado a candidatos por motivos, realmente, mínimos que llaman a la sospecha.   

La otra razón, es la dependencia política de algunos partidos y movimientos sociales a un gobierno que, si bien en su momento, respondía a que éste encabezaba la lucha contra el Congreso y el fujimorismo, terminó por restarle autonomía a dichas organizaciones para imaginar y lograr una salida política distinta a la actual.  Otra fue la creencia de que una nueva “competencia electoral”, luego de la disolución del Congreso, bastaba para abrir el camino de la reforma política, olvidándose que los partidos mismos tenían que cambiar primero. 

Por eso la casi totalidad de partidos, incluyo a la izquierda, al no tener un proyecto de país para las mayorías no solo se dividieron una vez más en estas elecciones, sino que buscaron, como ha sido hasta ahora, dirimir sus desacuerdos en el campo electoral que se convierte, por la desconexión de los partidos con la sociedad, en casi el único espacio de acumulación y de sobrevivencia políticas. La mayoría de partidos han dejado de representar a la sociedad para convertirse en máquinas electorales, es decir, han pasado a representarse a sí mismos, y la política ha terminado siendo un ejercicio de “exhibición” y un “mercado electoral”, en que los medios de comunicación y las encuestas definen quién es el triunfador. 

Por eso creo que después de estas próximas elecciones, nuestras vidas muy poco cambiarán y seguiremos acumulando un descontento que no encuentra en la política su solución. Espero, sinceramente, equivocarme.  

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