El VRAEM y el regionalismo cusqueño
Jefrey Gamarra Carrillo- Noticias Ser
Probablemente para no pocos cusqueños, el VRAEM (Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro) resulta un territorio extraño, teniendo en cuenta que su imaginario sobre la selva se orienta más bien al este y no hacia el noroeste de la capital cusqueña. Por eso, las recientes declaraciones de un congresista ayacuchano sobre la ley para la creación de una nueva región han hecho saltar todas las alarmas y despertado el secular regionalismo, además de preocupaciones sobre el futuro del canon gasífero.
Ese noroeste del territorio cusqueño que ahora forma parte del VRAEM corresponde a los distritos de Pichari, Quimbiri y Vilcabamba, en la Convención. Hasta la actualidad, dicho espacio es conocido solo por los maestros y el personal de salud que forman parte del único contingente cusqueño que es enviado a la zona, cada año, desde la capital de la región. Por otro lado, una aplastante mayoría de la población de esos distritos es de origen ayacuchano y, por tanto, tiene fuertes lazos con dicha región. Es por ello que las costumbres y modos de vida importantes para la construcción de identidades tienen poco en común con lo que se define como cusqueño. Hasta hace muy poco, la única festividad “forjadora” de la identidad cusqueña que se escenificaba en estos distritos era la fiesta del Inti Raymi, que los profesores se esforzaban en replicar, en medio de la selva, cada 24 de junio.
No sorprende, entonces, hallar en el VRAEM una débil o quizás inexistente identificación con lo que entendemos por cusqueñismo. El Cusco, si no es percibido como ajeno, es, en el mejor de los casos, algo lejano, que es asociado a los réditos y las ventajas derivadas del canon gasífero. Para los habitantes del lado cusqueño, la ciudad de Ayacucho es el referente más importante, y luego, Lima o Huancayo. Hasta no hace mucho, una ínfima porción de su población había visitado siquiera una vez la capital cusqueña. Sin embargo, la preeminencia ayacuchana tampoco puede ser considerada la expresión de un regionalismo capaz de influenciar desde el otro lado del VRAEM. El pedido de un congresista ayacuchano como Walter Acha, para generar una nueva región, descarta esto último. Entonces, queda preguntarse si estamos frente a un regionalismo propiamente VRAEM, capaz de movilizar a la población tras una lucha por el reconocimiento de una nueva región, y en detrimento de los intereses cusqueños y de las regiones vecinas.
Al respecto, constatamos la existencia de un creciente sentimiento de pertenencia a una entidad diferente, como considerarse poblador del VRAEM. Este sentimiento aún difuso tiene, sin embargo, un carácter performativo: Enunciar la diferencia respecto a cusqueños, ayacuchanos, huancaínos y huancavelicanos, hasta convertirla en identidad compartida. Pero ese “nosotros somos VRAEM” no suena tan enfático cada vez que sus pobladores hacen cálculos respecto a las regalías del gas. Además, la coca y la autonomía relativa que este tipo de agroindustria no-legal demanda del Estado frena los apremios por una nueva región. Aunque pueda parecer contradictorio, por ahora, la descentralización a través de la creación de una nueva región no les es tan prioritaria a los “vraemses”. La autonomía necesaria para el funcionamiento de una economía ilegal es más importante que una descentralización administrativa y política. Además, ante las dificultades que las administraciones regionales enfrentan en los sectores Educación y Salud, prefieren que sea Lima la que directamente atienda sus demandas.
Pero junto a la demanda de autonomía basada en razones de economías ilegales, existe también aquella que proviene de otro sector igualmente importante en el espacio del VRAEM: La población de las comunidades nativas machiguengas y asháninkas, más numerosas, además, en el lado cusqueño. Las identidades étnicas de ambos grupos aún se mantienen e incluso se refuerzan, frente a la posibilidad de luchar por una mayor autonomía territorial o de lograr un mejor acceso a los beneficios del canon gasífero. Entre sus demandas no incluyen una región VRAEM; la etnicidad y una historia poco conocida sobre la colonización de la selva por los migrantes campesinos de la sierra o “paisanos” todavía les impide participar de un movimiento social unitario en demanda de una nueva región.
Este movimiento regionalista carecería, además, de instancias que lo articulen. La FEPAVRAE (Federación de Productores Agrarios), integrada básicamente por cocaleros, no tiene la capacidad de convocatoria que tenía hace unos años, y su dirigencia se halla permanentemente cuestionada por la tentación de “entrar a la política para candidatear”. Entonces, si el regionalismo del VRAEM aún no se consolida, ¿qué impacto puede tener una propuesta como la del congresista Acha? ¿Quiénes más, como él, buscan, en este momento, crear una nueva región y dar un paso hacia su descentralización?
No hay duda de que, a medida que se acerca el 2016, la necesidad de asegurar candidatura y representación congresales puede conducir a plantear iniciativas electoreras, como la futura región VRAEM. Pero pareciera que la oferta de Acha no es a título personal. Olvidamos que su propuesta fue apoyada desde el Ejecutivo, y aquí sí sostenemos que el proyecto de una región VRAEM, más que ser aspiración a corto plazo de sus habitantes, es un objetivo del gobierno actual, que busca tener un importante apoyo en este territorio. Si existe un consenso para la creación de una nueva región, éste proviene del propio gobierno. Funcionarios estatales como los que laboran en el CODEVRAEM sostienen la tesis de la creación de una nueva región. A ellos se unen algunas dirigencias de municipios locales interesadas en un manejo más autónomo de los recursos económicos. Y no deberíamos desdeñar tampoco la actitud de las Fuerzas Armadas sobre la ventaja de tener un gobierno regional en su zona de operaciones.
Como expresábamos al principio, el regionalismo cusqueño nunca se interesó en ese territorio lejano; ahora recién descubren que este existe y que fue el espacio de resistencia de los últimos incas de Vilcabamba, en el siglo XVI. ¿Será este el último bastión cusqueño antes de la creación de la región VRAEM en el siglo XXI?
Publicaciòn de Noticias Ser 13/05/2015
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