El fantasma de la recesión económica acecha el mundo

Por: 

Alejandro Narváez Liceras (*)

Los bancos centrales de todo el mundo han venido subiendo las tasas de interés (precio del dinero) desde el último trimestre   de 2021 con un grado de sincronización no visto en las últimas cinco décadas. Una tendencia que probablemente continúe hasta bien entrado el próximo año. Sin embargo, es posible que el alza de tasas y otras medidas de política económica no sean suficientes para reducir la inflación a los niveles prepandemia. En cambio, el mundo podría estar rumbo a una recesión o quizás a una depresión global en 2023, cuyas consecuencias serían fatales para millones de personas.  El economista Nouriel Roubini, que se anticipó a la crisis del 2008, prevé una recesión "severa, larga y fea" que empieza a finales de 2022 y que puede durar todo 2023. 

Por su parte, los inversionistas globales y gestores de fondos como Jeff Gundlach llamado el “rey de los bonos” y Ray Dalio, autor del libro “Nuevo Orden Mundial”, esperan que los principales bancos centrales aumenten las tasas de interés hasta un 4% o 5% en lo que resta de este año.  Y, si estos aumentos estuvieran acompañados de turbulencias en los mercados financieros internacionales, las tensiones geopolíticas, la crisis energética, etc., el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) mundial se reduciría al 0.5 % en 2023. Estaríamos en una recesión mundial sin paliativos.

“Enfrían” la economía subiendo tasas

La inflación se puede producir a través de dos circuitos. En el primero, el nivel de precios sube porque la demanda de un conjunto de bienes crece a un ritmo más rápido al que puede crecer su oferta. Este es el concepto clásico de la inflación y el que la mayoría de personas tiene en mente. Ante este caso hay dos opciones: incrementar la oferta para satisfacer la demanda o bien reducir la demanda para que se ajuste a la oferta disponible. Este último es precisamente el objetivo de las políticas de subidas de tasas que los bancos centrales vienen aplicando. Al final, más allá de tecnicismos, lo que buscan es enfriar la actividad económica, haciendo que los precios bajen porque empresas y familias reducen sus inversiones y consumos. El nivel de precios cae, en definitiva, porque se asfixia la demanda agregada.

En ese escenario el debate se centra en si las escaladas de tasas son inevitables, o hay otras opciones para frenar esa subida de precios. Pero, ¿en qué consiste exactamente esta ortodoxia política monetaria? ¿Por qué subir el precio del dinero puede bajar los precios de los demás bienes y servicios? La respuesta a esta pregunta es muy compleja, aunque se puede reducir de forma muy simplificada a una cuestión de oferta y demanda. Cuando un bien o servicio está muy demandado, su precio sube. Al aumentar el precio del dinero, el costo de financiamiento de las empresas y familias se encarece, así que se lo piensan dos veces antes de pedir un préstamo para invertir o consumir, lo que reduce la demanda y, reglón seguido bajan los precios. 

En la jerga económica, la subida de tasas se utiliza para “enfriar” una economía que está en pleno auge o “recalentada”. Es la fase del ciclo económico en que las empresas no son capaces de generar la oferta de productos y servicios suficientes para atender una demanda creciente. Esto se suele dar en situaciones de pleno empleo, como ocurre actualmente en Estados Unidos, donde se ha producido una explosión del consumo después la pandemia. No es el caso peruano, ni por asomo, tampoco es lo que se viene dando en Europa.

La subida de tasas también tiene efectos indirectos en el mercado de divisas. El dólar sigue apreciándose frente a otras monedas locales. Ante la subida de tasas más agresiva en Estados Unidos los inversores se van allí porque el billete verde se aprecia respecto a otras divisas como la peruana o el euro. De esta forma, compran más dólares, así que su valor sube, y nuevamente la oferta y la demanda. ¿Y en qué afecta eso a la inflación? Pues importamos petróleo, bienes de capital, fertilizantes y otros productos en dólares, y con una divisa local débil las compras salen más caras y ello agrava las tensiones inflacionistas (se llama inflación importada).

¿Y si el problema es de oferta?

Pero también se puede generar inflación porque la oferta de determinados factores básicos para la producción de otros bienes y servicios se encarezca. Por ejemplo, los derivados del petróleo, la electricidad, el gas o las materias primas como el trigo, los fertilizantes o el aceite de girasol (la energía, de hecho, es imprescindible en prácticamente todos los procesos productivos). Esto fue lo que sucedió en la crisis del petróleo de los años 70. En este caso, las posibilidades de actuación dependen de la capacidad de control que tenga un país sobre los precios o la producción de los bienes y servicios que impulsan la inflación.

Ahora bien, si la subida de tasas actúa sobre la demanda, ¿de qué sirve cuando el problema está en la oferta? Aquí se sitúa el epicentro de uno de los grandes debates sobre las continúas subidas de tasas por parte de los bancos centrales. Sin ir muy lejos, la principal causa de la inflación en el Perú, es básicamente, “un shock en la oferta”: la oferta mundial de petróleo y sus derivados, de los alimentos o insumos importados, etc.  se ha reducido por las sanciones impuestas a Rusia por occidente y las tensiones geopolíticas. Además, los problemas en la cadena de suministros también presionan al alza los precios. Es decir, que la subida de tasas sea una herramienta de demanda no significa que no tenga efectos sobre una inflación de oferta. Mucho ojo.

La inflación en Estados Unidos está más vinculada a la demanda y es más fácil contener, a diferencia de Europa y algunos países de América Latina como Perú. El origen de la inflación en Europa no es un sobrecalentamiento de su economía, y, por tanto, atacar la demanda, encareciendo el precio del dinero, no es el camino para reducir la inflación. Lo que han hecho, es empujar la economía a la recesión. De manera que, “las recetas” no pueden ser las mismas, cuando las causas de la enfermedad son distintas. Es esto, lo que no entienden los burócratas de los bancos centrales.  Distinguir qué factores son los que impulsan los precios en cada caso es de capital importancia, porque las dinámicas que generan cada uno son distintos, como lo son las medidas para controlar su evolución y así combatir la inflación.

Reflexiones finales

La verdad es que no todas las economías necesitan subir tasas, una y otra vez, para sofocar la demanda y controlar el alza de precios. Una parte importante de la inflación mundial está impulsada por la oferta externa. Desafortunadamente, la miopía de los bancos centrales les impide ver esa realidad. Viven un mundo ficticio, por tanto, toman medidas equivocadas que causan penuria a millones de personas. Están atrapadas y sus intentos de estimular la economía a través de la flexibilización cuantitativa (fabricar e inyectar dinero a mansalva al sistema) y la manipulación del precio del dinero ha fracasado estrepitosamente. Y lo vemos.  Si sólo aceptasen que tenemos la enfermedad, en este caso: recesión/estanflación camino a una depresión económica, sólo, en ese momento daremos con el remedio y saldremos entre todos de la crisis. Al menos, podemos intentarlo.
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(*)  Profesor Principal de Economía Financiera en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y director del Instituto Internacional de Economía y Empresa.