El Día Internacional del Indígena. ¿Y Qué?*

Por: 

Leda M. Pérez

Vi con interés el blog post de Alicia Abanto, de la Defensoría del Pueblo, sobre el saludo a los pueblos indígenas del Perú por el Día Internacional del Indígena celebrado el 9 de agosto, y su convocatoria al estado peruano para que siga en su curso de crear un país realmente comprometido con el multiculturalismo y la defensa de los derechos de todos.

Desde mi óptica – y, como es bien señalado por la Sra. Abanto – hay mucho camino que recorrer.  Y, la verdad es que a veces hasta me pregunto si es que la obra sigue en planos, o tal vez, inclusive, sigue siendo solo el sueño elusivo de unas pocas personas.  Pues, en lo que concierne la salud, por ejemplo, seguimos hablando de la necesidad de una oferta de salud que sea culturalmente apropiada y pertinente, pero en verdad me parece que -en términos generales -en el Perú aun no entendemos que significa construirnos como un país basado en una población que es diversa en su historia, su cultura, su identidad y su lengua. 

Por ejemplo, desde hace un tiempo se habla mucho de inclusión –inclusive existe un ministerio cuyo objetivo es ese.  Pero, ¿Quién incluye a quien?  ¿Quién lo decide? ¿Y, como?  Hablar de “inclusión” sugiere que una mayoría deja ingresar a una minoría -que unos dueños dejan entrar en su casa a “otros”.  Pero la realidad es que la mayoría del país consiste de excluidos, de esos  “otros”  - el gran numero de ellos siendo personas de origen indígena, bien Quechua o Aymara hablantes o Amazónicos - y no se entiende lógicamente cómo es que una mayoría es “minoría” y ahora tiene que ser “incluida”.  Si la ley de las mayorías funcionara como se supone en un sistema democrático, este no sería siquiera un tema a discutir.  

Un área donde se puede ver bien cuan excluida está la mayoría es en el campo de la salud.  Para empezar, pese a que existe un Centro Nacional de Salud Intercultural (CENSI) bajo el mando del Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud, la verdad es que no existe una política nacional para la salud intercultural.

Por ende, no hay una clara hoja de ruta de cómo actuar frente a este tema, pese a los muy buenos esfuerzos de individuos, organizaciones e institutos como el CENSI dedicados a este trabajo. 

Y pareciera que la política no existe porque, en verdad, este tema no es visto como una prioridad, ni por el estado ni por el sector de la salud en su conjunto.  Por ejemplo, son solo un par de universidades en el país que proveen algún tipo de enseñanza en escuelas de medicina acerca de salud intercultural. Esta oferta es ridículamente pequeña en un país tan multicultural como el Perú.

Además, en un contexto en que para la población más pobre ya es muy difícil de acceder a la oferta de servicios de salud de calidad, para la mayoría de los ciudadanos indígenas el reto es casi imposible por varias razones que incluyen el aislamiento, el idioma, la falta de recursos humanos y los recursos tecnológicos. 

Pero siempre sería posible hacer mejor las cosas si es que existiera el deseo político y el interés de parte del estado y del Ministerio de Salud.  Siempre hay la posibilidad de forjar soluciones creativas para llenar los vacíos de recursos humanos.  Por ejemplo, el anuncio del Presidente en su discurso de 28 de Julio de proveer mejores incentivos para el personal médico que brinde servicio en zonas aisladas es un buen comienzo.

Adicionalmente, es de notar que hay desde ya buenas prácticas en el país que son reconocidas por su adecuación cultural en la salud.  Una recientemente reconocida por la Organización Mundial de la Salud existe en Huancavelica, en el Proyecto de Salud Materno Perinatal, centro de salud en Churcampa.

Reconociendo que el Perú aun tiene un alto índice de mortalidad materna, este centro ha ayudado a disminuir esta tasa, en parte, por su uso de intervenciones culturalmente pertinentes a la comunidad con la cual trabaja (parto vertical, casas de espera, uso de lengua nativa).  Pero, a mi parecer, la clave aquí, y en experiencias parecidas, es poder asegurar que exista un dialogo – un entendimiento apropiado – entre la comunidad médica, y la comunidad local, incluyendo elementos de la medicina tradicional.  Sin esto, es imposible progresar.  Por tanto, tiene que haber inversiones -- tanto físicas como en el desarrollo de recursos humanos --en las zonas indígenas y con las mismas comunidades que  podrían ejercer trabajo de promotores de salud y de enlace en el idioma y/o dialecto local, que podrían servir como interlocutores críticos entre la comunidad local y el sector salud. 

Estas ideas no son nuevas, y ya existen varias organizaciones que trabajan en este sentido, incluyendo el CENSI que ha logrado trabajar con varias comunidades para llegar a un mejor entendimiento entre la medicina occidental y la medicina tradicional. Pero no bastan las acciones aisladas. El sector salud y el estado peruano en su conjunto tienen que incorporarse a este esfuerzo. Y, para ello, se tiene que comprender que no se trata de la “inclusión” de unos pocos hasta ahora excluidos - que no se trata de capturar más usuarios para el sistema. El objetivo tiene que ser de llegar a todos, especialmente a los  más excluidos y servir a las mayorías en sus propios términos culturales. La llamada “minoría” no es tal.  Se trata de la mayoría del país de la cual está compuesto el Perú. 

Quizás en un futuro, con mejor comprensión, intervenciones adecuadas y oportunas,  no tendría que haber un Día Internacional del Indígena, ni la Defensoría lo tuviera que saludar y recordarle al estado de su compromiso con todos sus ciudadanos.  No habría que hacer un aparte para tener una política de interculturalidad general ni en el campo de la salud, porque la interculturalidad ya sería parte inherente a la visión del Perú de sí mismo.
 

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