El ciclo de la Alianza del Pacífico
Carlos Bedoya
La reciente cumbre de la Alianza del Pacífico realizada en Paracas, Ica es el punto de llegada de todo un ciclo de la política exterior peruana. En solo cuatro años, este espacio se ha convertido en la apuesta de integración que mejor refleja la línea pro Washington de Torre Tagle y el alejamiento total de Humala de sus examigos los presidentes progresistas de América del Sur, especialmente en el caso brasileño. Para nadie es un secreto que el Partido de los Trabajadores (PT) apoyó en gran medida al hoy presidente peruano cuando era candidato. Si hasta le recomendaron a Favre.
En fin, en menos de un lustro, la Alianza del Pacífico - esa especie de consagración de que la mejor forma de relacionarse con los vecinos es vía un tratado de libre comercio - ya ha tenido más cumbres presidenciales que la propia UNASUR, creada tres años antes que la Alianza precisamente en Brasilia (2008). De allí es que se puede hablar de un gran dinamismo, junto - claro está - con varios esfuerzos de vender a este bloque como uno muy articulado: embajadas y oficinas comerciales conjuntas en países lejanos, creación de pequeños fondos, acuerdos migratorios y otros que demuestran que hay una necesidad constante de producir noticias que hagan parecer que este espacio es muy útil para la economía nacional. En realidad, más ruido que nueces.
Lo cierto es que esta alianza tiene su gran valor, más que en lo económico o comercial, en lo geoestratégico. Ha funcionado como engranaje para constituir en la práctica un área de libre comercio a lo largo de toda la costa del Pacífico del hemisferio americano (con hegemonía gringa), desde Alaska hasta la Patagonia (con excepción de Ecuador), porque los cuatro fantásticos de la Alianza tienen TLC con Estados Unidos, Canadá y Centroamérica. Esa es su mayor afinidad. Sirve además de base territorial para el temido y obscuro TPP (TransPacific Partnership) aislando a Brasil y partiendo a América Latina en dos.
Ahora que el Perú asume la presidencia pro tempore de la Alianza, de hecho que cumplirá un mejor papel que cuando le tocó hacer lo mismo hace un par de años en la Unión Suramericana, en donde hasta se dio el lujo de rechazar la secretaría general al presentar dos candidaturas.
Es bueno recordar que la Alianza del Pacífico fue un invento de García Pérez ante la inminente victoria de Humala en las elecciones del 2011. No por nada la primera cumbre se hizo en Lima el 28 de abril de ese año, un par de semanas después de que Humala pase a segunda vuelta con el apoyo de un tercio del electorado nacional.
Es que la Gran Transformación hablaba de priorizar UNASUR, de revisar los TLC, y varios acuerdos de inversiones, por eso la movida de García Pérez, con el apoyo de Santos (Colombia), Piñera (Chile) y Calderón (México), se trataba de una especie de candado. Sin duda una alianza muy política con careta comercial.
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