El círculo de la locura
Resulta sorprendente cómo buena parte de los neoliberales peruanos parecen vivir en un lugar donde el tiempo se ha congelado.
Parecen vivir a mediados de los años 90 en plena efervescencia de las recetas del consenso de Washington y desde ese lugar pontifican sus recomendaciones de políticas públicas como si el tiempo no hubiera pasado y la evidencia posterior no obligaran por lo menos a una revisión.
A raíz del reciente entusiasmo del presidente Humala por la Alianza del Pacífico estos sectores se han lanzado en una nueva campaña, esta vez contra UNASUR y sus países integrantes. La Alianza del Pacífico se presenta como una oportunidad para asegurar el modelo neoliberal local y alejarnos de la “tentación populista”. Así lo ha entendido el portal web Lampadia, quién ha recogido el gesto de Humala y se ha lanzado a descalificar a UNASUR y los países que lo impulsan. Para ello han presentado una serie de cifras económicas que mostrarían la debacle en que estos países, llenos de “populismo” e “intervencionismo económico”, están a punto de caer a causa de sus fallidas recetas.
Un primer punto que en Otra Mirada creemos que se debería discutir es si el crecimiento de la economía peruana es como se repite sin cesar, producto de un modelo económico que lleva más de 20 años de vigencia. Sin embargo, si se observan los datos de la región se puede afirmar que durante el súper ciclo de materias primas todos los países de América del Sur crecieron sin excepción. Por ejemplo en el periodo 2003-2012 la tasa de crecimiento promedio del PBI peruano, un país con una “economía libre” (sic) fue de 7.29%, mientras que Argentina un país con un “estado avasallador” (sic) tuvo una tasa de 7.94%.
Si se compara la “Alianza del Pacífico”, el bloque campeón de la libertad económica, con el MERCOSUR, donde el Estado intervencionista marchita la economía, obtendremos resultados que podrían sorprender a nuestros amigos de Lampadia. La tasa de crecimiento promedio de los países integrantes del MERCOSUR (excluyendo a su reciente socio venezolano) durante el periodo 2002-2012 fue de 5.3%, mientras que para los países integrantes de la Alianza del Pacífico fue de 4.61%.
Estas cifras deberían llevar por lo menos a discutir entonces hasta donde ambos modelos de desarrollo pueden ser o no responsables de las tasas de crecimiento del PBI; o si mas bien el factor preponderante ha sido el alto precio de las materias primas.
Un segundo punto que se debería discutir es el uso de las estadísticas que Lampadia hace. Por ejemplo, en el caso argentino se presentan indicadores como el porcentaje de deuda pública, la producción de trigo o los niveles de reservas internacionales para “mostrar” su inminente crisis. Sin embargo, escarbando un poco más se puede observar que en el caso de la deuda argentina, por ejemplo, en el año 2001, cuando las estadísticas aún no registraban los efectos de la crisis, la deuda pública alcanzó un 54% del PBI. Al año siguiente luego del descalabro del modelo implementado por Carlos Menem, alabado por el FMI y los neoliberales locales, la deuda trepó hasta un 168% del PBI. En la actualidad además de situarse alrededor del 45%, la mayor parte de la deuda argentina está nominada en la moneda local, otorgándole una mayor sostenibilidad.
Otra afirmación vacía de contenido es aquella que señala que la producción de trigo en Argentina se encuentra alrededor de las 9 millones de hectáreas, niveles similares a los de 1899. Lo que no dice Lampadia es que desde los años 60 por lo menos, los niveles de producción de trigo en ese país giran alrededor de los 6 millones de hectáreas. Es decir que la producción de trigo ha aumentado un 50% en el último medio siglo. Por otra parte, habría que tomar nota que desde la década de los 90 la producción de soja ha crecido más de 150%, desde 6 millones de hectáreas hasta 19 millones de hectáreas en la actualidad. ¿No será acaso un efecto sustitución debido a los precios muchos más altos de la soja frente a los del trigo?
Por último, se puede hacer referencia al aumento consistente que ha tenido el salario mínimo en la última década. Desde el año 2003, el gobierno argentino reactivó el consejo salarial, organismo tripartito que convoca a trabajadores, Estado y empresarios y donde se discuten los salarios mínimos de ese país año a año. Ciertamente la inflación argentina es un problema, sin embargo ninguna cifra inflacionaria podrá desmerecer el 1338% de crecimiento que durante la última década ha tenido dicho indicador. Hoy el salario mínimo de dicho país es un 74% mayor al de Chile, un 121% mayor que el de Brasil, casi 4 veces mayor que el de México y 2.5 veces mayor que el de Perú.
Ciertamente no se trata aquí de endiosar la ruta de desarrollo seguidas o de negar los problemas específicos que cada país enfrenta. Sin embargo, tampoco se debe utilizar cifras de manera descontextualizada para apoyar determinadas apuestas políticas. Hace poco el director de la Revista Poder, David Rivera, se refería a un grupo de “locos” que repiten sin cesar lo mismo que afirmaban en los años 90 y quieren excluir del debate a cualquiera que ose salirse 1 cm. del espacio que ellos trazaron durante el fujimorismo. En Otra Mirada creemos que el giro progresista que se vive en la región desde hace varios años exige un debate abierto y plural más que una satanización de experiencias y una manipulación de cifras.
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