Copenhague: un acuerdo para las tribunas

Las continuas protestas, los cientos de detenidos y la acción represiva policial, que podían observarse durante las últimas semanas en las calles de Copenhague (Dinamarca), anunciaban que las negociaciones en la “15 Cumbre Mundial de Cambio Climático” se estaban paralizando.

Se suponía que esta Cumbre lograría un convenio superior al Protocolo de Kyoto firmado en 1997, sin embargo, esta ha finalizado con un tibio “acuerdo” a la medida de los intereses de Estados Unidos.
Los primeros en dar una estocada a Copenhague fueron Estados Unidos y China, al señalar que el acuerdo que se consiga no sería vinculante. En esa misma línea, los países que conforman la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), manifestaban su temor de que las decisiones en esta Cumbre acarreen “grandes pérdidas económicas”. Mientras esto ocurría, la Unión Europea reiteraba su intención de reducir sus emisiones hasta un 30% hacia 2020, pero su propuesta no encontraba eco en las otras potencias mundiales.
Cuando todo indicaba que los objetivos de Copenhague habían fracasado, el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que días atrás decepcionó con un discurso sin propuestas concretas, logra impulsar un “acuerdo” apoyado por Brasil, China, India y Sudáfrica. Si bien el llamado Acuerdo de Copenhague reconoce que el aumento de la temperatura mundial no debería sobrepasar los 2 grados Celsius y compromete a los países desarrollados a proporcionar recursos cercanos a los 30 mil millones dólares (2010 y 2012) para enfrentar el cambio climático, este documento es una simple declaración política, pues no propone metas concretas por cada país y, además, es un tratado no vinculante. 
Para el Director Ejecutivo de Oxfam Internacional, Jeremy Hobbs, “el acuerdo es un triunfo de la propaganda por encima de la sustancia. Reconoce la necesidad de mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados, pero no compromete la manera de hacerlo. Deja atrás las decisiones importantes sobre reducción de emisiones y elude temas de financiación”. Por esto, a decir del economista Humberto Campodónico, el caos generado en los últimos días en Copenhague ha tenido por objetivo matar al Protocolo de Kyoto, pues “han pesado más, de un lado, los intereses económicos que lucran con el american way of life y, de otro, la voluntad de los principales países emergentes de que ‘nadie’ les diga cómo y cuánto tienen que cambiar su modelo de crecimiento”. 
¿Qué le espera al planeta después de Copenhague? El próximo año se espera “complementar” las decisiones tomadas aquí con una ronda de negociaciones en México. Sin embargo, nada asegura que esta reunión no sea un nuevo saludo a la bandera. 
A pesar de esta situación, el Perú presentó en la Cumbre de Copenhague un interesante programa ambiental llamado Conservando Juntos, el cual busca incentivar la conservación y uso del bosque en pie por parte de las comunidades indígenas del país. Este proyecto, junto a la iniciativa ecuatoriana Yasuní ITT, son importantes propuestas que nacen de países cuyas emisiones de carbono son mínimas si las comparamos con las emisiones de los países más desarrollados. Esperamos que estas propuestas logren el apoyo internacional que necesitan para llevarse a cabo y no se paralicen como los acuerdos internacionales que tanto se esperaba conseguir en Copenhague.

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