Cariño, ¿es una canción hereje, Gustavo?
Vicente Otta R.
Pregunta de Manuel Acosta a Gustavo Gutiérrez
En noviembre de 1989, con motivo de cumplirse veinte años del fallecimiento de José maría Arguedas, la ONG Edaprospo, de educación popular, realizó varias actividades conmemorativas siendo la central la mesa redonda: ARGUEDAS: Cultura e Identidad Nacional con la participación de Alejandro Romualdo, Alberto Escobar y Gustavo Gutiérrez.
El evento se denominó Kachkaniraqmi (sigo siendo, aún estoy aquí) como tenía que ser. Tratando de ser fieles al estilo del afamado andahuaylino se hizo una masiva actividad musical-danzaría en el estadio de Vitarte. El violín de Máximo Damián, el arpa, y los danzantes de tijeras, evocaron el espíritu del Taki Onqoy, el mundo mágico que impregna la vida y obra de Arguedas y sus personajes.
Apus y duendes de montañas inaccesibles y misteriosas lagunas poblaron el ambiente y acompañaron la celebración. Estuvo también presente la música criolla con Manuel Acosta y Waldy Pedraza en la guitarra.
Como no podía ser de otra manera luego de la mesa redonda nos trasladamos al local institucional, entonces en la cuadra 19 del jirón Huiracocha, en Jesús María.
Los poetas Alejandro Romualdo, Marco Martos y Hildebrando Pérez encabezaron la festiva marcha. Iluminados y conmovidos por el trinar del violín de Máximo Damián y las cuerdas del arpa, y las canciones de Manuel, la reunión se convirtió en cálida y emotiva tertulia. Los vinos cumplieron su trabajo y la sensibilidad y los recuerdos hicieron acto de presencia.
Cariño, la herejía hecha canción
Manuel Acosta tiene el extraño privilegio de combinar, aparentemente de modo contradictorio, la dialéctica marxista y la fe cristiana. La mayoría de sus canciones son profundamente líricas, y las referencias religiosas están siempre presentes. Galopeador contra el viento la emoción social campea en sus versos sin tapujos ni temores.
La crítica social y su reclamo de justicia son evidentes como la poesía que la acompañan. En los años sesenta cuando el poder de la oligarquía era grande como su mal gusto y pobreza musical, Manuel Acosta era tildado de comunista, casi peligro público.
A mediados de esta década en plena consagración como autor hace la canción Cariño. Que en su último verso dice: …
Cariño, allí soy el dueño,
es la única parte en que no manda Dios.
Cariño, allí no hay tristeza,
ni miedo, ni envidia, ese lugar... soy yo
Los plumíferos y censores culturales se cogieron de este verso para decir que la canción era una herejía, y justificar sus virulentos ataques contra el autor. Realizaron diversas campañas para desprestigiarlo y liquidarlo musicalmente. Pero Manuel Acosta ya había penetrado el Ocllo del pueblo y se encontraba bien protegido. Recién había compuesto el vals Madre que lo hizo más querido y popular.
Pero la duda mata
Profundamente religioso mantuvo la duda sobre si no existiría algo de razón en los ladridos de la prensa sobre su supuesta herejía.
Qué mejor ocasión que este encuentro propiciado por Arguedas para resolver la pertinaz duda. Se acerca a Gustavo y le pregunta, ¿Gustavo tú crees que la canción Cariño es una herejía? Y el hombre de la sotana sonríe divertido y le responde, de ninguna manera Manuel, a mí me gusta, y le canta unas líneas…
Pocas veces pude ver más feliz al Mono Manuel Acosta.
Necesario es advertir que entre ambos personajes habitaba el profundo amor por los desposeídos, la sed de justicia y el convencimiento de que entre el cristianismo autentico y el marxismo de la praxis había más cercanía que distancia. Complicidad en la sensibilidad y el compromiso social. Cariño no es una canción hereje, es un canto al amor profundo y pleno.
Ahora que estos entrañables personajes habitan el mundo cósmico, este breve pero intenso recuerdo acudió a mi memoria y quise compartirlo.