¿Para qué el TPP?: Más que liberalizar, requerimos facilitar el comercio
Carlos Bedoya
Muy pocos saben que el Perú se encuentra negociando un mega tratado de libre comercio llamado TPP (por sus siglas en inglés Trans-Pacific Partnership) con otros once países de la cuenca del Océano Pacífico en Asia, Oceanía y América (Chile, México, Estados Unidos, Canadá, Japón, Malasia, Singapur, Vietnam, Brunei, Australia y Nueva Zelanda).
Mediante el TPP se liberalizarán todos los productos agrícolas e industriales entre sus miembros, y se adoptarán estándares comunes en materia de protección de inversiones, lo que incluye resolución de conflictos Estado-Inversor, propiedad intelectual, patentes, entre otros sectores directamente involucrados con el acceso de los ciudadanos a internet, medicamentos y otros servicios esenciales, que tienen que ver con el día a día de la gente.
Pero pareciera que a nadie le importa en el Perú si la salud se encarece o si se limita el acceso gratuito a algún tipo de información en internet, o si las transnacionales tienen más herramientas jurídicas para demandarnos en el CIADI o cuanto panel de arbitraje pro inversionista haya en el mundo.
Solo algunas ONG, unos cuantos dirigentes sindicales, pocos analistas y dos o tres parlamentarios vienen afirmando que lo que se negocia, más que apertura de mercados –pues ya hemos tenemos TLC con varios de los futuros socios del TPP- es dar aún más rentabilidad a los capitales extranjeros, y favorecer la estrategia geopolítica norteamericana de aislar a los países BRICS en sus regiones (en este caso China y Brasil), garantizando una gran parte del globo donde el dólar siga siendo la moneda de reserva y de intercambio. No es poca cosa, según diversos analistas el ámbito TPP involucra más del 50 por ciento de los flujos de comercio e inversiones en el mundo.
Sin embargo, una vez que firmamos el tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos, la atención de la opinión pública dejó de centrarse en este tipo de acuerdos, y el mandato del MINCETUR pasó a ser casi exclusivo en desarrollar una agenda de libre comercio, donde lo único que importa es negociar y suscribir cuanto TLC se pueda. Así, ya tenemos uno con Japón, otro con China, con México, con Chile, con Corea del Sur, con la Unión Europea, con Canadá, y varios más.
Sin embargo, de qué nos sirve un TLC si el Estado no facilita, no hace fácil el comercio. Por ejemplo, los funcionarios del MINCETUR ni se enteraron que China no estaba cumpliendo el cronograma de desgravación de los productos peruanos y cobraba aranceles que no correspondían. Fueron los propios agroexportadores los que se dieron cuenta y lograron que los chinos por lo menos levanten esa restricción. Tampoco advirtieron que a pesar del acuerdo, la autoridad china impone una especie de IGV a los exportadores peruanos, asunto que será llevado a la OMC por los propios empresarios ante la inacción del ministerio que negocia los acuerdos.
Otro ejemplo es el de las barreras fitosanitarias. A pesar del TLC con Japón, la fruta peruana no puede entrar a ese país porque el Perú tiene la mosca de la fruta. El Sistema Nacional de Sanidad Agraria (SENASA) entra a tallar en esta tarea, sin embargo, es conocido por todos los exportadores que tienen que hacer una chanchita para que SENASA logre certificar los contenedores. Y como no pueden darle plata, le dan directamente trabajadores.
Más lamentable es que después de tantos años de bonanzas, no tengamos las carreteras que permitan que los agricultores ayacuchanos o de otras regiones saquen sus frutas a costos razonables para ser exportadas. Parece broma que las frutas que se producen en Ica tengan que recurrir al Callao o incluso hasta Paita para exportarse. Se requiere varios puertos a lo largo de la costa, pues casi toda está llena de cultivos destinados para el mercado internacional.
Y sin perjuicio de la enorme agenda de derechos, especialmente laborales, que hay que abordar en el ámbito agroexportador, el fomento productivo es clave para enfrentar el nuevo escenario económico en el que la crisis global parece que ahora se va a instalar en el sur global. La caída de los precios de los metales y la salida de capitales de corto plazo como tendencia son mortales para la economía peruana jalada en gran medida por la exportación de mineral y la entrada de divisas.
Exportar a Reino Unido desde el Callao demora algo de 25 días y desde Paita,13. Pero para llegar a Paita desde Ica cuesta tanto como enviar la carga hasta su destino final. Esto ocurre por falta de infraestructura. Solo hay autopista en la costa hasta Chincha, y por el norte hasta Huacho. Por ello es que la construcción de carreteras, certificaciones, financiamiento barato, calificación laboral y tecnología son más importantes ahora que seguir liberalizando el comercio.
En ese marco, el TPP, a pesar de que en varios de los otros países en que se negocia suscita manifestaciones, pronunciamientos de autoridades y rechazos como en Malasia, Australia y Chile, en el Perú pasa como un acuerdo más de comercio en la onda de que el país seguirá creciendo si firma más TLC, y que exportar es cosa de liberalizar el comercio. Como si solo dejar de pagar aranceles bastara para venderle al mundo.
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