¿Jóvenes a la obra y viejos a la tumba?
Alejandra Dinegro Martínez
El Bono demográfico que se nos va de las manos
El Covid-19 no discrimina a sus víctimas. Pero las consecuencias económicas sí lo hacen. El Perú está en medio de dos crisis principales: sanitaria y laboral. Durante el periodo enero-junio de este año, la producción nacional disminuyó en 17,37% y el desempleo subió a más del doble respecto al segundo semestre de 2019, según el INEI.
Los más afectados son los sectores más vulnerables de nuestro mercado laboral, jóvenes, mujeres, adultos, informales y auto-empleados. En Lima se tiene registro de 2 millones 300 mil desempleados, el cual más afecta a mujeres y jóvenes. Si dividimos el análisis entre lo urbano y rural tendremos a más desempleados hombres y jóvenes en zonas urbanas y más mujeres desempleadas en el sector rural.
Las cifras actualizadas del INEI revelan que la población con empleo disminuyó en 40% a nivel nacional durante los meses de abril, mayo y junio. Esto equivale a más de 6 millones personas desocupadas con respecto al mismo período en el 2019. Siendo el grupo más afectado: los jóvenes. Donde de cada 2 jóvenes, 1 está desempleado.
Esta crisis también debe traernos una oportunidad, menciona Gustavo Yamada (El Comercio) de reconversión educativa y laboral urgente y necesaria. La educación a distancia evidencia que debe ser una prioridad reducir la brecha entre las herramientas digitales, la educación superior y el empleo. Es clave si queremos que el “bono demográfico” (fuerza laboral entre 15 y 64 años es la mayoría de la población) todavía juegue a favor de nuestro país y nuestra realidad. Este bono alcanzará su máximo en tres años (2023) para luego iniciar su descenso (envejecimiento poblacional).
Voy a explicar cinco motivos por los cuales, son los jóvenes, los más afectados durante la pandemia, pero también por sus condiciones futuras de vida. Y es a ese sector a quienes no se les da un discurso claro ni propuestas específicas a sus realidades. La agenda laboral juvenil ha estado ausente del discurso presidencial y de los discursos que el ex premier Pedro Cateriano y el actual premier, Walter Martos, presentaron en el Congreso. En el mejor de los casos, pasó desapercibido.
En otras recesiones mundiales los jóvenes se han visto más afectados que los trabajadores con más experiencia. Y suelen son los primeros a quienes se les reduce la jornada de trabajo, se despiden o recargan de horas de trabajo sin compensación por ello. Ni tampoco teniendo en cuenta la armonía entre el trabajo, vida familiar y trabajo doméstico.
Según la OIT, en el mundo tres de cada cuatro jóvenes trabaja de manera informal: con poca o ninguna protección social (pensión, salud, seguro) y con escazas posibilidades de realizar teletrabajo (que puede ser explicada por la brecha digital, mano de obra no calificada, poco o nulo acceso a educación superior). En el Perú, en la actualidad, hay más de 200 mil peruanos que vienen trabajando de forma remota. El porcentaje mayor de trabajadores realiza trabajos de contacto directo, es por ello que la cuarentena no funcionó como debería.
La mano de obra juvenil es más proclive a desarrollar formas de trabajo consideras atípicas: como repartidores de delivery en plataformas digitales, sin acceso a ningún tipo de derecho laboral. Así como los trabajos part- time (como los que se realizan para Saga Falabella, Ripley o Mc Donalds), trabajos a través de services, empleo encubierto y el autoempleo. Jornadas arduas de trabajo, poca fiscalización para garantizar la salud y la seguridad en el trabajo, así como reducciones de salarios inducidos de manera “voluntaria” (tal y como lo evidencian múltiples denuncias de trabajadores en las redes sociales).
En los sectores productivos más afectados por la pandemia, los jóvenes están sobre-representados, especialmente en los sectores como el turístico, hotelero, el comercial o alimenticio. Desde antes de la pandemia, ya comentaba sobre la automatización de ciertos empleos, pues ahora con la pandemia se aceleran procesos de automatización de estos empleos. Sobre todo, en sectores donde las tareas son y pueden ser automatizables. Amazon es un gran ejemplo de ello.
Finalmente, antes de la pandemia, diversos indicadores señalaban que la educación superior respondía de manera insuficiente a las necesidades de la economía y de la población. Y ello se evidencia en el subempleo profesional: afecta a cuatro de cada diez egresados universitarios y a cinco de cada diez egresados técnicos. En una comparación nada satisfactoria, las aptitudes y competencias de los profesionales peruanos equivalen a las de técnicos chilenos y a las de adultos con secundaria incompleta en países de la OCDE.
El futuro es ahora, urge acabar con ese divorcio eterno entre educación y mercado laboral. Un sistema educativo que transite a invertir en ciencia y tecnología como su principal bastión para sacar adelante a las generaciones venideras y a re-educar a las actuales para re-insertarlas al trabajo. Los retos son enormes, pero se tiene que empezar ya. El costo de la pandemia para las familias que no tienen sustento estable, es incalculable y lo es más para quienes ven recortadas sus posibilidades de educarse, así sea en lo más mínimo. No perdamos en ambos frentes.
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