¿“En el Perú también”?
Leda M. Pérez
Me encontré con un email de un amigo Afroamericano titulado: “Oh no! Not in Lima Too” (¡O, no! ¡No en Lima también!)! La indignación manifestada en su titular se refería a un artículo escrito por Associated Press y publicada en el “Miami Herald” que relata la tendencia peruana a que los cargadores de ataúdes sean hombres Afroperuanos.
Mi respuesta a su correo fue decirle que, muy lamentablemente, esto sigue siendo en el Perú una práctica que remonta al tiempo de la colonia, cuando tener un esclavo negro era señal de estatus. Hoy en día, que los cargadores de ataúdes sigan siendo principalmente Afroperuanos, nos dice que ese legado sigue presente, ya convertido en un racismo estructural que crea condiciones en la cual la posibilidad de competir en el mercado laboral de manera equitativa se vuelve difícil, sino imposible, para algunos.
En aras de resaltar algo positivo, y como muestra de que hay una contracorriente frente a esta situación, le conté también a mi amigo de un reciente documental producido por la ONG Lundu que identifica y analiza desde los estereotipos más sutiles --que pueden aparentar ser positivos (“que bien bailan los negros”)-- hasta los más agresivos, como son los chistes denigrantes, o productos comerciales que se venden sin que muchos se ofendan, como el carbón “El Negrito”, por ejemplo. Y, por supuesto le conté que hay trabajo académico que cada vez mas apuesta por asegurar una visibilizacion y reconocimiento de esta población, un esfuerzo de alta importancia considerando que es imposible repartir equitativamente los beneficios de una sociedad a aquellos sectores que siendo marginados no son claramente identificados y contabilizados.
Pero, tal vez me siento particularmente sensible frente a la comunicación de mi amigo porque esta llega en la inmediata secuela de la decisión de una corte del centro de la Florida que declaró no culpable al peruano-norteamericano George Zimmerman por la muerte del joven Afroamericano Trayvon Martin, de 17 años de edad. La evidencia mostrada por la defensa y aceptada por un jurado de 6 mujeres, 5 de ellas blancas, mostro que Zimmerman, quien venía clandestinamente armado, actuó dentro de la ley (en defensa propia) contra el no-armado Martin.
Aparte de la obviamente trágica muerte de un niño, lo que me inquieta, tanto en el caso anteriormente descrito como en cuanto a las escasas posibilidades de ascenso socioeconómico para muchos de los Afroperuanos en el Perú, son las condiciones que permiten estas situaciones. En EEUU un Afroamericano joven, caminando solo en una comunidad enrejada y mayoritariamente blanca, rumbo a visitar a su papa, pierde la vida en manos de una persona armada quien dice que su sola presencia le hizo temer por su vida.
En el Perú, la continuación de taras colonizadoras e históricas miradas discriminatorias hacia toda una población resulta en una limitada oferta de trabajo para muchos. Pero tanto en el caso del joven Martin, como en mi reflexión sobre los cargadores de ataúdes en el Perú, mi conclusión es la misma.
Se trata de una perspectiva dominante frente a los Afro descendientes, basada en la falta de información y que algunos lo llamaríamos discriminación, sino racismo puro. Esta perspectiva permite que un niño Afroamericano sea percibido por un adulto armado como una amenaza tal que merece la muerte como respuesta. Esta misma perspectiva permite que aquí, en el Perú, el sueldo mínimo para algunos solo sea asegurado cargando ataúdes en uniformes caricaturescos.
Notando su búsqueda de alguna esperanza, quería poderle decir a mi amigo que en el Perú se ha avanzado más que en EEUU, pero eso no sería verdad.
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