Reflexiones de una candidata

Por: 

Rocío Pereyra Zaplana

Nuestra campaña a la Alcaldía en Pueblo Libre

La izquierda en Lima llega a las elecciones municipales del 2022 bastante debilitada. Golpeada por la asociación inevitable con el errático gobierno de Castillo, no logra articular una candidatura progresista en la capital. Juntos por el Perú ya no representaba la alianza electoral que llevó a Verónika Mendoza a las elecciones generales del 2021, participó como partido de manera aislada y su candidatura metropolitana expresó mucha fragilidad e improvisación.

Conscientes de que los espacios políticos deben ser disputados, en Pueblo Libre decidimos participar en las elecciones municipales. Tomando como base nuestra experiencia previa, decidimos formar un grupo de vecinos -de distintas militancias, activismos y experiencias profesionales- dispuestos a presentarle al distrito una alternativa de gobierno y una visión de ciudad centrada en las personas. Nuestra lista de regidores expresó ese espíritu unitario del progresismo y nuestro discurso de campaña afirmó una agenda por el derecho a la ciudad.

Nuestra campaña la hicimos caminando cada una de las cuadras, tocando cada una de las puertas y conversando con vecinos en tantísimos parques. La conversación me permitió explicar por qué queríamos ser gobierno, presentar nuestras propuestas y, sobre todo, tener una mirada más amplia de las demandas y expectativas vecinales. La permanente sensación de inseguridad que se tiene, el justo reclamo por el pésimo estado de las pistas y veredas, el clamor de mayor regulación del desarrollo inmobiliario, la demanda de mayores juegos para los niños y espacios deportivos y de recreación son solo algunos de los ejemplos. En todos los casos identificamos también la imperiosa necesidad que tienen los vecinos de ser escuchados y de sentir que la autoridad municipal es cercana y receptiva.

Las reacciones de los vecinos a nuestra candidatura eran variadas e incluían desde la desconfianza extrema y la apatía hacia la política (“Todos son corruptos, ya no creo en nadie”); la descalificación fácil al observar nuestro logo (“¡Roja!”, “¡Comunista!”); el elector cauteloso (“Déjame revisar tus propuestas”); el vecino conflictuado con sus principios (“eres una excelente candidata, pero eres de izquierda”); el elector en base a empatía (“Hablamos brevemente, me inspiraste confianza”, “Se necesita gente joven”, “Se les ve gente honesta y preparada”); el votante ideológico (“Nunca votaría por caviares” o “Te apoyo, yo también soy de izquierda”); el simpatizante crítico (“yo voté por Vero, pero la izquierda se ha equivocado”); el simpatizante entusiasmado (“yo estoy contigo, dime cómo te apoyo”). Resulta también curioso aquellos vecinos que siendo de derecha o habiendo manifestado abiertamente su voto en Lima por otra opción, señalaban que votarían por nosotros. 

Logramos un 8.7% de los votos en un contexto adverso. Es un resultado importante del que nos sentimos orgullosos y orgullosas. En un escenario en el que existe una desconfianza extrema en la política, en el que ya nadie cree en nadie; en un distrito que históricamente ha votado por partidos tradicionales; en un contexto en el que la izquierda está intrínsecamente asociada al precario gobierno de Castillo, parece haber sido un gran atrevimiento postular con Juntos por el Perú. Si a eso le sumamos el merecido descrédito de Gonzalo Alegría, es aún más importante lo logrado, máxime si comparamos nuestro resultado con la votación por Alegría en Pueblo Libre (3.7%). 

Renovación Popular ganó en Lima y en 12 distritos de la capital, incluido Pueblo Libre. La victoria de las candidaturas distritales se debe, en gran medida, al fenómeno del “arrastre”. Se suele decir que el arrastre conlleva a que los electores voten de manera desinformada por el candidato/a distrital; sin embargo, creo que también expresa un voto orgánico donde el elector/a confía en la decisión de los partidos en la selección de candidatos/as. Se espera que haya algún mínimo de consistencia entre las candidaturas provincial y distrital y, en la medida que la primera presenta mayor exposición mediática, el votante se informa más sobre la primera y asume que su elección distrital va en la misma línea de sus preferencias. El “arrastre” nos obliga entonces a tener candidaturas alineadas y, por ende, a fortalecer a los partidos políticos.

¿Las desventajas del “arrastre”? Pues que el candidato/a distrital no se tiene que esforzar mucho. No tiene que presentarse a los debates ciudadanos para dar a conocer su visión de ciudad, no tiene que dar entrevistas a la prensa, no tiene que presentar propuestas ni recorrer todo el distrito para escuchar a los vecinos. La política se degrada al que puede inundar más el distrito con pancartas junto al candidato provincial sin tener que exponer sus propuestas. En un contexto de debilidad de los partidos, triunfa “el mudo” en la política.

Los momentos electorales son excepcionales porque permiten aglutinar a las personas que se sienten identificadas con una misma visión de ciudad; permiten que la organización local crezca y se fortalezca; permiten transmitir esperanza frente a la apatía y la desconfianza. Nuestro reto ahora es seguir haciendo política en momento no electoral. Es más retador mantener la organización vecinal y mantener viva la motivación, pero es necesario hacerlo, y es necesario seguir creciendo. Se puede y se debe seguir haciendo política local desde la vigilancia ciudadana de la gestión municipal entrante y desde la defensa de las agendas que favorecen ciudades más seguras, saludables, sostenibles, culturales e inclusivas. 

Venimos haciendo política en Pueblo Libre desde el 2010. Así también hay otros colectivos, movimientos y partidos organizándose en Lima y en el país. Somos herederos y respetuosos de una tradición de izquierda en el país. Hay un camino recorrido y sueños compartidos hacia una sociedad de mayor bienestar e igualdad. La política es un quehacer que es un compromiso de vida; es también un ejercicio colectivo, por lo que corresponde organizarnos y articular. ¡Hay esperanza!