El FREPAP: la “tierra prometida” y las “fronteras vivas” de la Amazonía

Por: 

Róger Rumrrill

La elección parlamentaria extraordinaria del domingo 26 de enero del 2020 no solo ha modificado drásticamente el mapa político peruano ha descalabrando a la ultraderecha política constituida por el fujimorismo, dejando al borde de la crisis terminal al Apra y decretando la extinción de partidos como Solidaridad Nacional y otros.

Pero ese nuevo mapa, que es la expresión de una crisis de profundidades sísmicas de la realidad peruana, ha hecho emerger a la superficie partidos políticos que son precisamente el reflejo y la expresión de esa crisis estructural. Uno de esos partidos es el FRENTE POPULAR AGRÍCOLA FIA DEL PERÚ (FREPAP), fundado por Ezequiel Ataucusi Gamonal en el año 1989.

El FREPAP, como es bien conocido, tiene como base doctrinaria a la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (AMINPU), fundada también por el mismo Ezequiel Ataucusi Gamonal en el año 1958.

De acuerdo a los estudiosos, entre ellos el antropólogo Juan Ossio, las fuentes doctrinarias del AMINPU se originan en la Biblia, en el Antiguo Testamento, pero además de sus creencias bíblicas y cristianas tiene también un fuerte contenido andino, mesiánico y milenarista.

Esa es una de las grandes motivaciones y objetivos que ha llevado a los creyentes de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal hacia la Amazonía, porque de acuerdo a sus creencias, en la Amazonía está “La Tierra Prometida” donde Ezequiel Ataucusi Gamonal, que es el representante de Cristo en la Tierra y que también representa al Apu Inca, instalará la Nueva Tierra Prometida muy pronto, cuando su mensaje cubra y se extienda por los “Cuatro rincones de la Tierra”.

Hacia la Tierra Sin mal y el mesianismo y milenarismo amazónico

La búsqueda de la Tierra Sin mal o la Tierra Prometida es todavía la viva y vigente concepción mesiánica milenarista que ha movilizado desde hace siglos a los pueblos indígenas amazónicos. Los Tupí Guaraníes de la cuenca amazónica han buscado perpetuamente la utopía de la Tierra Sin Mal.

Las expediciones españolas de los siglos XVII y XVIII, entre ellas las de Pedro de Ursúa, que se sumergieron en los bosques y ríos amazónicos en busca de “El Dorado” y “El Paititi”, no pudieron escapar, pese a su racionalismo baconiano, a la poderosa fuerza mítica del milenarismo.

La mayor rebelión andino-amazónica, la que lideró Juan Santos Atahualpa en 1742 y que jamás fue derrotada militarmente por el colonialismo español fue un movimiento panamazónico mesiánico milenarista. Hay testimonios que relatan que en muchos pueblos Arawacs, de la Selva Central, sobre todo pueblos Asháninca y Ashéninca, están esperando el retorno de Juan Santos Atahualpa para emprender la batalla final a la conquista de la Tierra Sin Mal.

La Tierra Prometida y las Fronteras Vivas

El éxodo de los creyentes de la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal hacia la Amazonía se inicia en los años noventa del siglo XX. Como el pueblo de Israel que huye de la esclavitud de Egipto buscando la tierra de Canaán, los israelitas de Ataucusi se dirigen a las fronteras amazónicas, a la Tierra Prometida. Como su gran objetivo es crear “Fronteras Vivas”, eligen los pueblos fronterizos del Perú, en la llamada Triple Frontera: Perú, Colombia y Brasil. Se instalan en Pevas, en Caballo Cocha, la capital de la Provincia de Ramón Castilla, en Islandia y en el río Yavarí, entre otras localidades. Fundan además pueblos y comunidades como Alto Monte Israel y Nueva Jerusalén, donde, de acuerdo a sus creencias, vivirán los elegidos y salvados por el Cristo reencarnado en Ezequiel Ataucusi Gamonal.

A lo largo de más de tres décadas de formación de colonias en la región fronteriza de Loreto, los acólitos de Ezequiel Ataucusi no solo han ido creciendo en muchos aspectos, pero sobre todo económica y demográficamente. Sólo en la provincia de Ramón Castilla se estima que son más de 20 mil y, por lo tanto, son los dueños de las alcaldías y del poder político.

Dedicados al comercio y a la agricultura y la ganadería, han arrasado miles de hectáreas de bosques para sembrar arroz y otros cultivos y hacer ganadería extensiva y han talado bosques para extraer madera para su venta en la ciudad colombiana de Leticia.

Como la doctrina de la iglesia de Ezequiel Ataucusi en un híbrido de las concepciones eurocéntricas y patriarcales, por un lado, y por otro del mesianismo y milenarismo andino, el ambientalismo, el cuidado de la Madre Naturaleza, el uso sostenible de sus bienes, no está dentro de sus creencias e intereses.

Lejos y remotamente distante del cosmocentrismo y panteísmo, de las cosmovisiones y cosmologías indígenas amazónicas, los creyentes de la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal tienen una relación hostil y distante con los pueblos indígenas amazónicos.

A ello hay que agregar las características cerradas de las llamadas colonias de los Israelitas del Nuevo Pacto, especies de behetrías, donde las normas del Estado son habitualmente letra muerta porque las colonias de los discípulos de Ezequiel Ataucusi Gamonal en la Amazonía son como un Estado dentro del Estado nacional.

Hay que esperar que los nuevos parlamentarios de FREPAP no se sumen en el Congreso a los fujimoristas y parlamentarios de otras tendencias que creen a pie juntillas que el desarrollo de la Amazonía solo es a través de las carreteras en las fronteras amazónicas y de un extractivismo arrasador y desenfrenado.

Todo eso en un momento en que hay que repensar el presente y el futuro de la Amazonía amenazados hoy por un modelo extractivo mercantil y primario exportador del neoliberalismo voraz e insaciable y por el irreversible cambio climático.

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