Unidad Nacional para enfrentar la Segunda Ola del Virus

EDITORIAL

El país debe saludar y apoyar la iniciativa presidencial para enfrentar la segunda ola porque estamos ante una situación de guerra sanitaria que exige unidad nacional. No puede ser de otra manera. El Perú se encuentra en la segunda ola de la Covid-19 en el sexto puesto mundial en mortalidad por millón de habitantes. Esto se puede agravar ubicándonos en el primer lugar de esta trágica lista (como sucedió durante la primera ola), si es que no se toman medidas en un contexto de unidad y no de confrontación. Gobierno y ciudadanía debemos actuar de tal modo que los esfuerzos estén a la altura de esta tragedia donde la muerte toca la puerta, y el miedo y la incertidumbre son lo más certero.

Pero esta unidad nacional debe basarse en la solidaridad y la fraternidad. Las fuerzas políticas que aspiran a gobernar el país no deben enfrascarse en una campaña electoral “normal” en la que confrontan entre ellas mientras peruanos y peruanas mueren todos los días a causa del virus. Asimismo, las fuerzas políticas representadas en el actual Congreso deben dejar actitudes desestabilizadoras que como vimos en noviembre pasado trajeron caos y distrajeron a las autoridades del foco de la pandemia. Una pandemia que es el símbolo de nuestro bicentenario y señal de que debemos cambiar el país. 

En el corto plazo y para enfrentar la segunda ola, la unidad nacional que proponemos debe centrarse en aspectos como la ayuda económica que las personas y empresas más vulnerables necesitan para aguantar el confinamiento y las restricciones de movilidad.

No basta decir que el Estado no tiene capacidad logística para distribuir un bono universal, sino que, desde el gobierno hasta las organizaciones sociales y populares, pasando por el empresariado deben promover, exigir y colaborar con la celeridad y reparto, no solo uno, sino al menos de dos bonos para garantizar la sostenibilidad de la vida de millones de personas en los próximos meses. El Estado peruano tiene la espalda financiera para ello como han señalado diversos economistas en base al Reporte de Inflación del Banco Central de Reserva del Perú (diciembre 2020) que señala que solo en depósitos del gobierno en el sistema bancario, hay 71 mil millones de soles.

Sin embargo, la unidad nacional no debe ser una coartada para un aprovechamiento privado como casi siempre pasa. Para evitar esto, el Gobierno puede apoyarse en la organización social del mundo popular, tanto para optimizar la llegada de la ayuda como para remediar el deterioro de la vida cotidiana. 

Tenemos problemas estructurales a resolverse en el largo plazo como la pobreza y la informalidad laboral urbana (la más alta de América Latina que llega al 73%) que deben tomarse en cuenta al aprobarse medidas como el confinamiento y la distancia social, pero eso no debe ser argumento para el “sálvese quien pueda”.

Además de los bonos universales, necesitamos una unidad nacional en torno a la inversión pública como mecanismo para crear miles de empleos en los sectores de pequeña infraestructura apenas sea posible.

Nuestras vulnerabilidades como país frente al virus también se explican por las deficiencias del Sistema de Salud Pública, por la desinversión, resultado de una falta de visión de gobiernos anteriores, la falta de equipamiento y de personal adecuadamente remunerado. Algunos de estos problemas se pueden aminorar y ello requiere planes y mayor gasto, quedando la creación de un Sistema Unificado de Salud Pública y una autoridad pandémica para más adelante. Esto debe ser un compromiso suscrito por todas las fuerzas políticas.

Todos estos problemas han sido heredados por el gobierno de Sagasti, quien recién toma una iniciativa nacional para proponer medidas de emergencia diferenciadas según región. Ya era hora, y de nada sirve lamentarse por la crisis política que el oportunismo del Congreso de Manuel Merino trajo con su fallido asalto al poder en noviembre de 2020. Pero eso no significa que se deje de señalar su responsabilidad en agravar la situación que hoy vivimos.

De igual modo, sin dejar nuestro objetivo de unidad nacional, solidaridad ciudadana, y sentido de responsabilidad política, consideramos que el plan de Sagasti debe ser evaluado serenamente, lo que nos lleva a señalar algunas limitaciones y problemas, que son tanto de estrategia como de inversión y operatividad.

En cuanto a la estrategia, Sagasti no debe verse como “gobierno de transición” y, ahora con la segunda ola, pasar a ser “gobierno de emergencia sanitaria”. Debe ser las dos cosas y prepararse para controlar la pandemia y hacer una trasmisión de mando ordenada y pacifica el 28 de julio del 2021.

El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) debe dejar de actuar como una isla privilegiada que define sin consultar sus propios objetivos de acuerdo a prioridades de tecnócratas de mercado y grandes empresas privadas. El MEF debe abandonar el objetivo de reactivación (imposibilitado por la segunda ola) basado en la convicción de que pronto llegaremos a la inmunidad de rebaño, creencia totalmente errónea sostenida por el actual ministro Waldo Mendoza. Su estrategia en esta situación de crisis sanitaria, debe ser la de brindar los recursos necesarios para combatirla. El anuncio del bono de 600 soles a 4.2 millones de familias vulnerables llegó un día después del anuncio presidencial y demuestra la falta de sintonía entre el MEF y la Presidencia. Esto debe corregirse de inmediato y si se tiene que cambiar de ministro para ello, no debe dudarse.

La crisis exige entonces un giro político. Es mejor adoptarlo ya, antes de que sea demasiado tarde y el gobierno pierda autoridad y se generen episodios de ira popular que complicarían aún más la emergencia e incluso amenazar la transición democrática.

Uno de los aspectos que mas preocupa es el retraso en la compra de vacunas. El gobierno, finalmente, asegura que llegarán un millón, seguidas de dos millones más. En buena hora, pero esos primeros lotes tendrán que priorizar al personal de salud y la gente de uniforme y son ciertamente insuficientes para frenar la pandemia. Estados Unidos tiene 330 millones de habitantes y su presidente ha prometido 300 millones de vacunas para agosto del 2021. El Perú, que al igual que Estados Unidos se encuentra entre los primeros lugares en el impacto negativo de la pandemia, compra solo 3 millones de vacunas con una población de más de 30 millones. La gravedad de la pandemia peruana exige un plan masivo de compras para las mayorías. Este también debe ser otro compromiso de todas las fuerzas políticas.

Finalmente, si bien todos los esfuerzos son bienvenidos, las referencias laudatorias del presidente al gran sector privado están fuera de lugar. Además, debe incluir a la “otra sociedad civil”, la popular. Aprovechemos sus organizaciones (juntas vecinales, comedores populares, ollas comunes), que deben ser convocadas para una distribución masiva de alimentos. No hay que ignorar ni temerle al pueblo; tampoco el pueblo debe temer al gobierno. La falta de autoridad es en parte causa de la informalidad, pero también de la distancia que lo separa de su pueblo. La pandemia es también una oportunidad de unidad nacional.

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