A una semana de la matanza en la selva el clima político en el país sigue crispado y polarizado. A tenor con estas observaciones uno podría decir que se están cumpliendo los planes de Alan García que diseñó una estrategia de polarización y derrota de los pueblos amazónicos, para de allí pasar a un aislamiento del conjunto de la oposición. Sin embargo, parece estar sucediendo lo contrario y su estrategia está rebotando contra él mismo. A pesar de la avalancha mediática a favor del oficialismo, conforme pasan los días son más y más los voceros de opinión que llaman al diálogo y, sobre todo, a escuchar las demandas de “los otros”, los ciudadanos de la Amazonía en este caso.
Esta situación es la que ha obligado a retroceder parcialmente al gobierno de García al “suspender indefinidamente”, en una figura jurídica novedosa, la vigencia de los decretos en cuestión. Es interesante cómo en este punto la oposición gana con la suspensión indefinida, pero también gana con la posición supuestamente dura mantenida hasta el momento exigiendo la derogatoria total, ya que aparece frente a la población en una postura consecuente frente a los reclamos amazónicos.
Otra novedad producida por el movimiento amazónico es el inmenso respaldo que ha tenido en las calles, en la movilización convocada por la CGTP el día jueves 11, tanto en Lima como en las principales ciudades del país, especialmente en las capitales de la selva. La movilización ha sido contundente y lo más significativo es que en su masividad ha destacado la presencia de personas ajenas a los gremios que tradicionalmente asisten a estas movilizaciones. Es destacable la presencia multitudinaria de estudiantes universitarios, especialmente de San Marcos, la Católica, la Cantuta y la Universidad del Callao. La energía solidaria de estos muchachos ha hecho recordar el papel clave que jugaron en la caída de Fujimori una década atrás.
No deja de ser importante tampoco el impacto internacional que ha tenido la protesta amazónica. Hemos escuchado noticias de manifestaciones en lugares tan distintos como París, Barcelona o Nueva York, e incluso, quizás lo más grave para el gobierno, de reclamos de grupos ambientalistas norteamericano a su propia administración sobre el costo en vidas humanas que significa la aplicación del TLC. Se le abre así un nuevo frente a García que él creía, con su obsecuencia frente a los Estados Unidos y los grandes centros de poder internacional, tener absolutamente controlado a su favor.
Sin embargo, a pesar de todos los signos contrarios a su política en los últimos días el gobierno no ceja con su actitud agresiva y divisionista. El discurso, en especial el de García, no ha cambiado en absoluto. Sigue siendo el de “ellos o nosotros”, una dinámica en la que la democracia tiene como propietario al oficialismo y no hay lugar para los que piensen diferente. Una muestra de ello es la sanción por 120 días a los congresistas nacionalistas que pasaron la noche en el hemiciclo del Congreso en protesta por la no derogatoria mencionada. La intención de esta medida sería terminar la legislatura y cerrar el espacio parlamentario para el debate sobre estos temas que angustian tanto al Presidente y sus aliados.
Varias cuestiones fundamentales se van a definir en los próximos días que van a marcar el camino político de aquí a las elecciones del 2011. Pero quizás la más relevante sea la evolución del conflicto amazónico. Si el movimiento indígena logra articularse con un movimiento político nacional de oposición que incluya otros sectores sociales con un claro perfil contrario al modelo, habremos pasado a un momento distinto del proceso político nacional, desafiando con seriedad y posibilidades la hegemonía neoliberal de los últimos veinte años. Si, por el contrario, García logra aguantar al movimiento amazónico y cortarle posibilidades, propias o prestadas, de expresión política, habrá logrado sortear el temporal y postergado el conflicto, afirmando un camino autoritario que siga apostando a un modelo pasado de moda. Por el momento, las opciones están inusitadamente abiertas.