Política y campaña
Sinesio López
La política y la campaña no son la misma cosa, pero se complementan. La política alude a la definición de los enemigos y de los adversarios y a la construcción de un conjunto de las herramientas necesarias para librar la lucha por el poder (las ideologías, los programas, las representaciones y las organizaciones, las estrategias, las coaliciones). La campaña se refiere a la elaboración de mensajes, a la construcción de discursos, a las estrategias de comunicación y de difusión en los medios masivos y al financiamiento de la misma.
La campaña no reemplaza a la política, pero esta no basta para tener éxito en las elecciones. No se puede hacer una buena campaña con una mala política. La política es la base de la campaña. No se puede elaborar un mensaje popular creíble cuando la política apuesta a la fragmentación de la representación de las clases populares. No se puede construir un discurso de amplia convocatoria cuando la política es estrecha, sectaria y dogmática.
La política ha cambiado mucho, pero las campañas han evolucionado más rápido que la política. En el Perú del siglo XIX, con predominante población rural, analfabeta e incomunicada, la política fue patrimonial y pretoriana y, cuando se convocaba a elecciones, estas eran relativamente abiertas y no institucionalizadas. Las campañas se hacían por correspondencia entre las élites para obtener el apoyo de los votantes.
En las tres primeras décadas del siglo XX la política oligárquica fue patrimonial y elitista. La reforma electoral de 1895 institucionalizó las elecciones, pero redujo la participación electoral al 2% de la población. Sólo podían votar los hombres alfabetos mayores de 21 años. Las campañas electorales combinaron la difusión en la prensa escrita de algunas ciudades con las movilizaciones callejeras.
A partir de 1930 la política cambió: se masificó y se profesionalizó. Los políticos viven para la política porque pueden vivir de la política. La oligarquía apostó al golpe entre 1931 y 1956 y el Apra, a la escopeta de dos (a veces de tres) cañones: elecciones e insurrecciones (y al golpe). La participación electoral se amplió, no por el cambio de las reglas de juego, sino por el avance de la educación. Las campañas se desarrollaron en la plaza pública (cuyo nivel de abigarramiento se medía con el manifestómetro inventado por La Prensa), en la radio y en la prensa escrita. A partir de 1960 se sumó la TV que se transformó en el medio por excelencia de la campaña electoral, lo que la ha hecho más costosa.
Luego de las grandes reformas de Velasco y de la eliminación de la oligarquía, el gamonalismo y la servidumbre rural, la lucha política se democratizó y confrontó al neoliberalismo, por un lado, y al populismo y al antineoliberalismo, por otro, tanto en el campo autoritario como en el democrático. En el mundo emergió lo que Manuel Castells ha llamado la sociedad de la red, se inició la crisis de la representación de los partidos y surgió lo que Bernard Manin ha llamado la representación de audiencia en la que los medios juegan un papel central.
Hoy las campañas ya no se hacen tanto en las calles y en plaza pública como en los medios masivos (TV, radio y prensa escrita) y en las redes sociales gracias a la difusión del internet. En las redes se hace calistenia electoral, pero la gran batalla se despliega en los medios masivos, especialmente en la TV. Esta batalla es desigual porque no todos tienen plata como cancha ni la plata les llega sola.
Publicado en el Diario La República, 21 de enero 2016
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