#MásPeruanoQue…
Alberto Adrianzén
En estas últimas semanas el gobierno, a través del Mincetur, ha lanzado una nueva campaña para “vender” internacionalmente al Perú, principalmente, como atracción turística. La idea en la que se sustenta la campaña y que tiene como lema #MásPeruanoQue… es en el “amor” de los extranjeros por el país. Así vemos y escuchamos a varios de ellos, que viven en otros países, convertidos en una suerte de “embajadores” y amantes del Perú porque difunden la música chicha, la cumbia peruana o nuestra gastronomía. Se podría pensar que si estos extranjeros aman al Perú porque se sienten más peruanos que el cebiche o que el arroz con pollo, es porque en este país los tratamos bien.
Sin embargo, si vemos lo que ha sucedido en el pasado como lo que sucede en el presente, podemos constatar que este “amor” de unos pocos extranjeros no ha sido del todo correspondido. En realidad, la relación del país con lo “extranjero” ha sido cuando menos ambigua y, por momentos, hasta hostil. En las décadas del treinta y cuarenta, los gobiernos de esos años no aceptaron recibir a niños judíos para evitar que fueran trasladados a los campos de concentración, como sucedió, lamentablemente. Tampoco recibimos al exilio republicano español.
Este comportamiento por momentos xenófobo y aislacionista contribuyó a que el Perú no fuera un país receptor de grandes flujos migratorios como sucedió en otros países de la región. Incluso si hoy comparamos a la actual Lima moderna con Santiago podemos apreciar que la capital chilena es más cosmopolita desde el punto de vista migratorio que nuestra Tres Veces Coronada Villa. Por último, esta suerte de aislacionismo se refleja en la escasa presencia de peruanos en organismos internacionales si comparamos la presencia de chilenos, brasileños o mexicanos en dichos organismos.
Incluso podríamos decir que esta campaña que tiene como aliados principales a los extranjeros se da en un mal momento para el Perú. Así lo demuestran las observaciones finales del Comité de Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares de las Naciones Unidas, aprobadas en abril último, al informe que el Perú presentó ante la Convención Internacional que sigue estos temas.
Como se sabe, el Perú firmó esta Convención en el 2004, al año siguiente la ratificó sin reservas y el 2006 entró en vigencia. Sin embargo, con más de cinco años de atraso, el 2013, el Perú presentó el informe que debía dar cuenta sobre la adopción de medidas legislativas, judiciales, administrativas y otras, para proteger los derechos de los migrantes tanto de los peruanos en el exterior como de aquellos extranjeros que han decidido establecerse en nuestro país, como lo obliga la Convención. Luego de la presentación el Comité remitió una serie de preguntas aclaratorias, que luego fueron respondidas por nuestro país. Es por ello que las observaciones del Comité al Perú recién se han conocido este año.
Son más de 50 observaciones, todas ellas precisas, en las que se pide, por ejemplo, que se elabore una nueva legislación migratoria; o la modificación de normas que “pudieran generar algún tipo de persecución, discriminación e incluso racismo contra los trabajadores migrantes”; como también que se tomen medidas para mejorar la atención de los peruanos en el exterior; o que se respeten los derechos del niño, de la mujer y la familia migrante que, como ya se ha visto en varios casos, se ven vulnerados.
Si bien son muchas más las observaciones, algunas de ellas graves, queda claro que en el Perú, más allá del esfuerzo de la Cancillería y de la nueva conducción de la Superintendencia de Migraciones, los extranjeros asentados en nuestro país y los peruanos en el exterior no la pasan bien. Por eso no me parece extraño que campañas como la señalada se basen siempre en nuestra gastronomía o en una foto turística de Machu Picchu pero nunca en los peruanos o extranjeros que no gozan de los derechos de ese Perú de postal.
(*) Parlamentario Andino
Publicado en el Diario La República 21 Mayo 2015
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