Las madres adolescentes: una mortalidad persistente
Por Susana Chavez A.
Se llamaba Maria, tenía apenas 14 años, vivía en Suyo, Piura. Su plan de progreso más inmediato era trabajar como cocinera en Trujillo, pues su primer año de secundaria no fue suficiente para imaginar un futuro distinto al que tuvo su madre. Nadie sabía del embarazo, hasta el día en que la encontraron convulsionando detrás de su casa. Ella no quería morir, sólo quería no estar embarazada. Sabía de un brebaje que hacía abortar y pensó que esa sería la solución.
Trasladarla al hospital fue un suplicio. Una trocha carrozable, una ambulancia que no funciona y un largo camino a Sullana, fue demasiado y 3 días después de llegar al hospital falleció. Se necesitaron muy pocas palabras para describirla y así quedó en los registros: “gestante de 7 semanas, muerte por aborto séptico”. María se sumó a los 1,744 mujeres que fallecieron por causas maternas entre los años 2011 y 2014, de las cuales, al menos 20% fueron adolescentes, cifra muy alta si se tiene en cuenta que la adolescencia solo ocupa 8 años de nuestra vida, mientras que el periodo reproductivo en edad adulta sobrepasa los 25 años.
En el Perú cada año, 13% de adolescentes se embaraza y esta es una cifra que no ha cambiado en los últimos 20 años, lo que nos indica que a pesar de que las mujeres son consideradas un eje fundamental en el desarrollo, es muy poco lo que les ha tocado a ellas para mejorar su propia vida y sus oportunidades parecen ser muy escasas, perennizando así un circulo de pobreza, imposible de romper.
2014 no ha sido un buen año para la salud sexual y reproductiva, pero tampoco lo han sido los otros años y ni los otros gobiernos que han precedido al actual. Fue muy malo el período en que se quiso reducir el número de pobres con la ligadura de trompas para engañar los resultados de las políticas neoliberales. Fue también muy malo cuando se permitió que ministros confesionales y miembros de grupos religiosos, ocuparan puestos de poder para que desde esta posición impongan su agenda de abstinencia, incrementando el embarazo no deseado y el aborto inseguro. Igualmente fue malo, cuando incluso, según algunos señalan, con un pago de por medio, el Tribunal Constitucional prohibió al MINSA distribuir la Anticoncepción de Emergencia. Fueron malos los años en los que se negaron a aprobar el protocolo de aborto terapéutico, simplemente porque a los jerarcas de la Iglesia Católica y Evangélica les parece que es necesario que las mujeres sacrifiquen su vida para traer hijos al mundo.
Es decir, son décadas en que los derechos humanos de las mujeres son negociados, a un alto costo para ellas y sus familias, causando muchas veces muertes innecesarias. Como van las cosas, es difícil tener una panorama esperanzador para el 2015, sin embargo ello no implica que hay cosas que podrían cambiar si se despenaliza el aborto por violación. De aprobarse esta ley, el 2015 podría ser efectivamente una promesa frente a la deuda que aún tenemos como sociedad, con las mujeres.
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