La OTAN ante la crisis en Ucrania
José F. Cornejo
Los días 4 y 5 de septiembre tendrá lugar en Gales la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN,
Los días 4 y 5 de septiembre tendrá lugar en Gales la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, con la presencia de dirigentes de 60 países, 28 miembros de la alianza y 33 de países asociados. Lo que en principio se organizó como una reunión de rutina se ha convertido, debido a la crisis en Ucrania, en una Cumbre en donde se tendrán que tomar decisiones importantes sobre el futuro de esta alianza y el rol que pretende jugar en un escenario internacional cada vez más complejo y en plena mutación.
Concebida en 1949 como un sistema de defensa colectivo frente a los países del Pacto de Varsovia comandados por la URSS en los años de la Guerra Fría, la OTAN se ha metamorfoseado en una alianza militar que busca defender la seguridad y los intereses geopolíticos de los países occidentales a nivel global. Luego de la caída del Muro de Berlín, no sólo ha incrementado su membresía incorporando a casi todos los países de Europa del Este sino que, contraviniendo su mandato de que sólo los países europeos pueden ser miembros, la OTAN ha creado la figura de “miembro asociado”, estableciendo acuerdos de cooperación con países de otras regiones del mundo. El año 2013, Colombia sorprendió a los países sudamericanos, declarando que había iniciado un acercamiento de cooperación con la OTAN con miras a su incorporación en un futuro no determinado.
La Cumbre de Gales llega en un momento en el que las políticas de defensa de sus miembros se enfrentan a una reestructuración motivada por el agotamiento y fracaso de sus grandes operaciones internacionales con pretextos humanitarios en Afganistán, Irak y Libia; los efectos de la crisis económica; y el creciente cuestionamiento sobre su rol de instrumento militar para solucionar los complejos problemas internacionales.
La OTAN tiene una responsabilidad directa en la actual crisis en Ucrania al perseguir la incorporación de este país a la alianza militar sin tomar en cuenta los intereses legítimos de seguridad por parte de Moscú, cuando Ucrania es un país fronterizo y en el que, además, vive una importante minoría ruso parlante. Los países occidentales denuncian regularmente la intervención rusa, escondiendo su propia participación en el golpe de Estado que destituyó a un presidente elegido democráticamente, y su apoyo logístico a los ultranacionalistas de Kiev que han iniciado una guerra “antiterrorista” en contra de la población ruso parlante. Imagínense que Rajoy en España, o Cameron en Gran Bretaña, calificaran a los autonomistas catalanes o escoceses como terroristas e iniciaran una campaña bélica en su contra. Esa es la política que los países de la OTAN apoyan en Ucrania, una guerra de limpieza étnica en contra de las poblaciones ruso parlantes, que simplemente reclaman utilizar su propio idioma y gozar de un grado de autonomía regional, como sucede en muchos de los países de la Unión Europea.
A pesar de su inferioridad numérica, las milicias de autodefensa ruso parlantes, han ocasionado significativas pérdidas militares a la ofensiva de Kiev, las recientes noticias indican claramente una debacle total de las tropas ucranianas que en desbandada están abandonando las regiones del este de Ucrania. Ante este descalabro total, el gobierno de Kiev así como los halcones en EE.UU., han encontrado como solución denunciar una invasión militar rusa exigiendo histéricamente la pronta intervención de la OTAN.
Ucrania no es un Estado miembro de esta alianza por lo que no puede esperar ninguna intervención colectiva en su defensa; el propio presidente Obama ha descartado el recurso a una participación militar de los EE.UU. en este conflicto. A pesar de la retórica belicista de algunos líderes políticos occidentales, que reclaman una respuesta militar en contra de Moscú en los próximos días, es muy poco probable que una alianza militar desgastada por sus intervenciones militares en Afganistán, Irak y Libia, quiera realmente enfrascarse en un conflicto mayor con una potencia nuclear como Rusia.
El conflicto bélico en Ucrania ha llegado a un punto muerto, en donde la única salida es una negociación que permita el respeto mínimo a las exigencias de las poblaciones ruso parlante de este país. La Unión Europea, la más afectada económicamente por este conflicto, no quiere que la guerra se prolongue y que la llegada del invierno amenace sus suministros de gas provenientes de Rusia. Las represalias económicas en contra de Moscú, aparte de no tener ningún efecto en la determinación de Moscú de defender sus intereses estratégicos, está profundizando la recesión de la maltrecha economía europea.
La cumbre de la OTAN en Gales puede ser la oportunidad para rectificar la lógica belicista en la que se ha lanzado esta organización y aceptar que no puede pretender ser el gendarme mundial en un mundo multipolar en gestación. De persistir en esta irresponsable política tiene que asumir la responsabilidad de ser una organización que, en lugar de garantizar la seguridad global, está amenazando la sostenibilidad de la frágil paz internacional en los años venideros.
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