Hoy nos toca a nosotras, hacer escuchar nuestras voces
Susana Chávez A.
Desde que se celebra el día de la mujer, nunca antes se ha podido ver tanta misoginia junta, trayendo a la discusión pública temas que se creían superados. ¿Quién podría imaginarse que a estas alturas alguien pondría cuestionar el enfoque de genero, que apuntaló los esfuerzos allá en 1998, para que las niñas rurales incrementen la matrícula y reduzcan el abandono escolar?. En ese entonces, se invirtió en el País más de 32 millones de dólares y en la actualidad, aunque hay todavía desafíos como la calidad educativa, ya no existe diferencia en la matricula entre niños y niñas rurales, que si existía previo a esta política.
Igual cosa ocurre con la violencia familiar y sexual. Dado el grado de afectación que sufren las mujeres y el análisis de sus causas y condicionantes, a este tipo de violencia se le conoce como violencia basada en género (VBG). Está ampliamente reconocido que este tipo de violencia es el resultado del enorme desequilibrio de poder que hay entre hombres y mujeres y por la enorme tolerancia que aún persiste con respecto a este tipo de abusos. Es por eso que el Estado, al menos desde los 90s, impulsó las comisarías de la mujer y actualmente existen no solo un marco legislativo que castiga con severas penas el maltrato a la mujer, sino también hay tratados internacionales, que plantean a los estados la obligatoriedad de prevenir, atender y resarcir derechos a las víctimas, tomando en consideración un enfoque de género, pues para que la mujer salga del circuito de violencia, necesita reconocer su propia titularidad de derechos.
Y para seguir con la lista, hay avances que son parte de lo obvio. Por ejemplo con la educación mixta; ¿desde cuando la tenemos?. Desde que se entendió que la educación también tiene que modelar sociedades menos discriminatorias y menos violentas.
Estas son solo pequeñas muestras de como el enfoque de género en los últimos 50 años ha transformado la vida tanto de hombres como de mujeres y que ya forman parte de las políticas públicas, Sin embargo, para los impulsores de la nefasta campaña “con mis hijos no te metas”, cuyo título podría ser más bien acorde con las denuncias de pederastia que han cometido sacerdotes y evangélicos y que el congreso ha decidido sumarse a la impunidad, son los que han decidido hacer de estas políticas su objeto de lucha, sin tomar en cuenta los años de retrocesos que esto significaría no solo para las mujeres, sino también para los hombres.
Lamentablemente, esto no es lo más grave, pues aunque cada vez hay más personas que conocen los beneficios, ven en esta campaña cerros de desinformación, argumentos plagados de mentira, discursos de odio, y concepciones trasnochadas, lo terrible es que congresistas y políticos, creyendo encontrar en los evangélicos una población cautiva han decidido enarbolar la batalla contra la igualdad de género, aunque eso perjudique a sus propios hijos e hijas.
Pues en su afán de establecer que solo hay una forma de ser mujeres y de ser hombres y que se reafirme la posición de la mujer como costilla del hombre, es decir que se borre de un plumazo todo lo logrado y vivir así el modelo ideal; familia nuclear, pareja heterosexual, padre proveedor, madre cuidadora.
Pues este es el proyecto que ahora se viene corriendo en el congreso, promovido por el congresista Lescano, olvidándose de las condiciones en que viven miles de campesinas, no se le ocurrió mejor cosa que presentar una propuesta de ley, con el que pretende no solo erradicar toda referencia de genero de todos los documentos de política pública, sino también volver a tener leyes al estilo de los años 50.
Así que este 8 de marzo, más que celebrar, hay que resistir y si alguien quisiera hacer un homenaje a las mujeres, bien podrían plegarse al paro de mujeres y acompañarnos a la marcha, porque la igualdad, es algo a lo que nunca ningún peruano ni peruana, debemos de renunciar.
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