Grecia:¿camino al rescate de su soberanía nacional?
Felix Jimenez
El gobierno griego no pudo convencer a sus acreedores para que le reduzcan significativamente su deuda y para cobrar mayores impuestos a las grandes empresas y fortunas. Esta propuesta era la alternativa a los rescates condicionados a los recortes de gastos y a los incrementos de los impuestos indirectos que le exigían sus acreedores. El martes 30 de junio Grecia tenía que pagar 1,600 millones de euros al FMI y, como no lo hizo, esta institución lo declaró en default.
GRECIA EN EL ESPEJO DE AMÉRICA LATINA
Seguir con las políticas de austeridad (recortar gastos sociales y limitar los gastos de inversión priorizando el pago de los servicios de la deuda pública), es condenar a la economía griega a un largo estancamiento. Los ajustes fiscales no ayudan a salir de la crisis; por el contrario, la prolongan. Grecia viene aplicando desde hace cinco años estas recetas de la «troika» (el grupo de decisión integrado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, y el Fondo Monetario Internacional), y en lugar de mejorar económicamente, está peor.
América Latina fue el lugar del primer experimento de este tipo de políticas. Tan pronto se inició la crisis de la deuda externa, en 1982, el gobierno norteamericano puso en marcha el Plan Baker, junto a los programas de estabilización del FMI, con el objetivo de generar liquidez en los países deudores bajo la condición de que éstos aplicaran ajustes fiscales drásticos. Se trataba de una liquidez generada por los préstamos denominados de ajuste estructural, que no incorporaban la reducción de la deuda ni de la carga de sus servicios. Los recortes de los gastos que hicieron los gobiernos, provocaron un largo estancamiento económico que luego fue denominado la «década perdida de América Latina».
A fines de la década, en 1989, se puso en marcha el Plan Brady que sí contemplaba la reducción del valor nominal de la deuda, la rebaja de sus servicios y la obtención de nuevos préstamos, pero que sumaba a las políticas de austeridad, la privatización de las empresas públicas, la liberalización comercial y financiera, la flexibilización del mercado laboral, las facilidades a las inversiones extranjeras, el pago obligatorio de los atrasos y otras reformas estructurales, todo bajo la supervisión conjunta del FMI y del Banco Mundial. Así, las políticas económicas para nuestros países se dictaron desde el exterior, con lo cual perdió sentido la concepción del Estado Nacional como centro básico y soberano de decisiones de política. Grecia está ahora en una situación parecida.
¿CRISIS DE LA UNIÓN EUROPEA?
Algunos eventos socio-políticos pueden convertirse, sin que necesariamente se hayan propuesto sus actores, en hechos ejemplares y con trascendencia histórica. Este puede ser el caso si el pueblo griego vota masivamente por el NO en el referéndum convocado para el próximo domingo 5 de julio. Votar por NO someterse a las políticas definidas por la «troika», sería la expresión de la recuperación –por medios democráticos– del Estado Nacional como «centro básico y soberano de decisiones» para reestructurar la economía griega. Pero hay que señalar que el objetivo de la «troika» es otro. Pretende que el referéndum sea el que saque al primer ministro Alexis Tsipras del gobierno.
La crisis que provocaría la salida de Grecia del sistema del Euro, sería la demostración de que la globalización o integración económica mundial, no es posible ni siquiera en términos de un federalismo «regional» como lo es la llamada Unión Europea. Aspirar a un supra-Estado y a una economía global, es posible solo sacrificando la democracia y la soberanía nacional.
El proyecto político de la Unión Europea tuvo un defecto de origen. Les quitó soberanía monetaria a sus integrantes, creando un Banco Central único, pero dejó un conjunto desigual de países con relativa autonomía fiscal. Los miembros de esta Unión perdieron la posibilidad de hacer política monetaria y cambiaria, pero podían implementar programas fiscales deficitarios, endeudándose con los bancos de los países del centro europeo. Este tipo de endeudamiento encontró su límite en plena crisis financiera internacional desatada con la quiebra de LehmanBrothers.
Grecia es solo un eslabón de la cadena de países endeudados de la periferia europea. Los otros son Italia y Portugal con una deuda de 132% y 130% de su PBI, respectivamente. Pero aunque solo represente el 2% de la economía de la Unión Europea, el triunfo del NO podría acabar con el mito de tener un «Estado Nacional» totalmente receptivo a las necesidades de la economía internacional (o del centro europeo), sin afectar la democracia. Las decisiones de política fuera de las fronteras nacionales afectan la democracia. Como dice Dani Rodrik, «Democracia, soberanía nacional e integración económica mundial son objetivos mutuamente incompatibles. Si se desea más globalización hay que renunciar a algo de democracia o a algo de soberanía nacional. Alcanzar los tres objetivos es imposible».
A MODO DE CONCLUSIÓN
Alexis Tsipras no propone ciertamente sacar a Grecia de la zona euro. Pero la decisión no está en sus manos, sino en la de sus acreedores y de la «troika». Estos ya han conseguido que más de la mitad del presupuesto griego se destine al pago de intereses y amortizaciones de la deuda. Acentuar las políticas de austeridad y ajuste, como pretende la «troika», será imposible si gana el NO en el referéndum. Por eso la salida de Grecia del sistema del Euro es altamente probable; y, si ocurre, puede constituirse en un ejemplo de recuperación del Estado Nacional. No habrá más efectos que la continuación del estancamiento económico internacional. En todo caso sus efectos financieros serán mínimos. Grecia, la cuna del pensamiento democrático republicano y del Estado de Derecho, está ante la posibilidad, como dice Stiglitz, de «modelar un futuro»
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