En tiempos de guerra comercial
Gonzalo García Núñez
La tasa de interés de referencia del banco central bajó veinticinco puntos básicos, de 3 a 2.75% por decisión del directorio del BCRP el jueves pasado.
De modo habitual cuando la inflación sube por encima del rango meta o inflación objetivo del instituto emisor, éste sube la tasa para enfriar la economía y contrario sensu, cuando la inflación cae por debajo del objetivo del banco, entonces el directorio baja la tasa para impulsar la actividad crediticia, usando principalmente el canal del crédito bancario y la tasa corporativa en soles.
En efecto, los bancos piden más recursos en el mercado monetario cuando la tasa baja y no toman o devuelven cuando aumenta. Todo esto en términos nominales. Sin embargo cuando se calcula la tasa limpia de inflación en soles (2.19 interanual en febrero) en términos reales, la bajada de tasas es a un nivel de igual o menos del uno por ciento.
Desde esa perspectiva la capacidad de la política monetaria de influir sobre el nivel de actividad por el canal crediticio es menor.
Y valoriza la necesidad de considerar el aliento a la producción real, por encima del producto potencial, como motor de la reactivación y salida de la deflación.
Empero las cifras que viene de publicar el INEI no son tan alentadoras como quisiéramos. Débiles o negativas.
Incluso Bruno Seminario, autor del monumental libro sobre “el desarrollo de la economía peruana en la era moderna”, descubre en una entrevista reciente que existe una marcada tendencia a la desaparición de sectores enteros de la industria peruana, sumida en una crisis que coincide con la suscripción de los tratados de libre comercio que según la teoría ortodoxa debieron más bien engrandecerla y modernizarla.
En igual situación y tal vez más dramática por su mayor coeficiente de creación de empleos, la construcción civil apenas se recobra del declive de la inversión privada, Y la curva de empleo formal roza el piso.
Y para el futuro, peor, hay fundadas dudas que sus empresas principales puedan levantarse de la quiebra moral y económica que ha significado el develamiento de las prácticas del “club de constructores”, los arbitrajes bambas, los consorcios traferos con las corruptas empresas del cartel de la camarina, los aceitados sermones de la CONFIEP.
Mirando hacia la agricultura, no hay consuelo. Hubo graves enfrentamientos con los agricultores y productores de los circuitos comerciales de la papa, lácteos y otros ítems de consumo interno. Esto revela las dificultades de la gestión de la producción agropecuaria y explican su desigual contribución al crecimiento- Incluyendo ciertamente las dificultades de la inexorable fluctuación de la explotación hidrobiológica, siempre sometida al riesgo climático.
Una vez más la minería aparece como la fuerza de salvataje de la economía. Suerte de precios, el cobre ascendió en los últimos meses pero cayó en este periodo (-1.2%). El zinc brinca fuerte y, en general, los metales siguen siendo los “Paolo Guerrero” de la economía ahora entrenada por los discípulos de Xi Ping.
El tipo de cambio, las reservas, la posición del BCRP, el EMBI, la estabilidad de precios en alimentos que importamos, el riesgo país, el superávit comercial minero, siguen estables. Uff, Sin embargo todo esto depende, en buena medida, del mercado mundial donde el riesgo inminente es la guerra comercial declarada por los EEUU al imponer aranceles a la importación de acero (25%) y de aluminio (10%) que golpea directamente a las industrias sean europeas, chinas, japonesas. También el riesgo reside en el impacto financiero del alza de la tasa de la FED, la absorción de los inmensos flujos de dinero de la quantitative easing, léase maquinazo, para salvar a los bancos de la crisis del 2008, el riesgo de desplazamientos electrónicos de los capitales golondrinos, volando a la búsqueda de mejores tasas, de bonos, por ejemplo, las del tesoro norteamericano.
A los metales, Trump le anuncia entonces un potencial incremento arancelario que se irá por la cadena productiva de vehículos y transportes. Y un cambio sustancial en la institucionalidad comercial internacional. Nótese que la alianza de América del Norte, Estados Unidos con México y Canadá, fue disuelta por la administración Trump. Hoy negocia desde un nacionalismo económico del tipo de comienzos del siglo XX, con un nuevo TLC con los países del norte americano y después de apartarse de la Alianza del Pacifico, sin duda, más temprano que tarde, abrirá otra renegociación global con el resto de América, en especial Brasil. Como dice Trump en su peculiar modo de expresión las “guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. No es lo que creía Giovanni Arrighi cuando escribiera Adam Smith en Pekín.
En dicho contexto, volviendo a lo nuestro, el impulso fiscal queda como herramienta de reactivación y de defensa de la actividad. Pero es limitado y temporal ante la deflación y la depresión.
Hay un sólido déficit de las cuentas públicas y un fuerte endeudamiento en dólares del sector productivo. Ambos siguen creciendo y más bien los brain trust parecen mirar hacia un ajuste indispensable, en especial de la inversión pública y en general del gasto público, agobiado por una caída impresionante de los ingresos tributarios.
En suma, la magdalena no está para tafetanes, el único medio para reactivar en emergencia no es otro que estimular el consumo privado. Dicho en castellano aumentar soles en los bolsillos de la gente y como dice el saliente, encomendarnos a San Pedro de la Nada.
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