Ecuador: Correa cuatro años más

El domingo pasado, el presidente ecuatoriano Rafael Correa fue reelecto en primera vuelta con un abrumador e histórico 56,7%. Esta significativa cifra deja mal paradas las denuncias e intenciones de los intereses oligárquicos que en Ecuador han buscado mellar la imagen del mandatario. Es importante señalar que en esta ocasión el oficialismo ha logrado también hacerse de la mayoría en la Asamblea Nacional, lo cual le permitirá concluir lo que él ha denominado “revolución ciudadana” ya que, durante su gestión anterior no logró pasar una serie de proyectos emblemáticos debido a la oposición en el parlamento.

El triunfo se sustenta en la disminución sostenida de la pobreza (en 27%), en el crecimiento de la inversión pública, en la multiplicación y expansión notable en infraestructura que lleva bienestar a los ciudadanos (carreteras, hospitales, escuelas, etc.), en que el desempleo se encuentra en su punto más bajo en los últimos 25 años, etc.

Relegitimado Correa, para pesadilla de algunos, y con mayoría en la Asamblea quedan una serie de retos pero también de lecciones que otros mandatarios, sobre todo los de la región, deberían considerar. Por un lado, como señala Atilio Borón, esta reelección evidencia lo que podría ser obvio pero es poco practicado en diversos casos: si un gobierno obedece al mandato popular y produce políticas públicas en beneficio de las mayorías, el electorado que genera es leal. Así, ni la oposición ni los intereses disfrazados con el discurso de libertades recortadas, dictaduras asolapadas, entre otras perlas, lograrán imponerse a los deseos de las mayorías que alcanzan, tal vez por primera vez, la repartición justa de riquezas, el acceso a servicios de primera necesidad, etc.

No hay pues, democracia que se sostenga en la exclusión. No hay discurso que se imponga por sobre las necesidades justas y, la reelección abrumadora de Correa y su proyecto lo demuestran. Por otro lado, un reto del reelecto mandatario ha sido mostrar su proyecto como una ideología que vaya más allá de su persona. Se trata pues de una “revolución” que Correa dirige ahora, pero que no pretende liderar siempre. Para demostrarlo, a callado las acusaciones de sus opositores quienes indicaban que en un afán “reeleccionista” nunca dejaría  el cargo, afirmando, en cuanto supo de los resultados electorales, que luego de los próximos cuatro años de su gobierno dejará la presidencia.

Pero cuatro años son suficientes para que el plan solidifique lo que puede ser considerada una corriente en la región: la apuesta por gobiernos a favor de las mayorías populares dejando atrás el modelo neoliberal. En los próximos años, Correa tiene como misión dejar afirmadas las reformas que permitan que un nuevo modelo de desarrollo se instaure. Para ello, la mayoría parlamentaria resultará crucial. Como él mismo señaló, no está de acuerdo con un candado constitucional permisivo al uso de transgénicos. Asimismo, afirmó que buscará cambiar algunas competencias de los gobiernos municipales y el uso desmedido de los recursos de acción de amparo. Se espera también que con esta mayoría logre la aprobación e implementación del nuevo Código Penal Integral y las leyes de tierras y aguas y la ley de democratización de las comunicaciones.

Resulta, sin duda, una reelección importante y positiva, pero sobre todo, razonable, toda vez que esta victoria se ha sustentado en los logros que el primer período de Correa como presidente.  Recordemos también que en el plan de la “Gran Transformación” puntos similares a los que levante Correa eran prioritarios. Esperemos que se retome la ruta, de lo contrario, estaremos lejos de una corriente regional que busca beneficiar a las mayorías, un momento de cambio urgente que en el Perú hace falta hace muchos años. Enhorabuena por los vecinos de Ecuador.

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