¿Nuevos aires en la política antidrogas?
La salida de Carmen Masías de la jefatura de DEVIDA se caía de madura.
La salida de Carmen Masías de la jefatura de DEVIDA se caía de madura. Se trata de una gestión sin brillo alguno, golpeada en más de una ocasión con cifras de espanto, que colocan al Perú a la cabeza de la producción mundial de cocaína. La llegada del ex ministro de defensa, Alberto Otárola, puede ser interpretada como el interés del gobierno de Humala por manejar con mayor cercanía un sector tan delicado, pero también se corre el riesgo de que la política antidrogas termine siendo militarizada, lo cual sería un gravísimo error.
El detonante del cambio de timón en DEVIDA sería la decisión de Masías de iniciar un agresivo programa de erradicación forzosa de cocales en el VRAE, lo cual suscitó diversas críticas desde la sociedad civil y dentro del propio gobierno. Según IDL-Reporteros, varios funcionarios de alto nivel, especialmente encargados de las acciones contrainsurgentes en el VRAE, manifestaron su oposición a la erradicación forzada y advirtieron sobre las peligrosas consecuencias que ello podría tener en la lucha subversiva en esta zona del país. Para apaciguar esta situación, el gobierno encargó al ministro de Agricultura, Juan Manuel Benites, la firma de un acta con los cocaleros del VRAE, en el que se compromete a dejar de lado la denominada "erradicación compulsiva" de cultivos de hoja de coca. Ante este panorama, el alejamiento de Carmen Masías era inminente.
¿Cuáles son las tareas que se tiene por delante en este delicado sector? Otra Mirada conversó con Ricardo Soberón, ex presidente de DEVIDA, quien nos señaló las tareas urgentes a realizar ante el panorama sombrío que se tiene actualmente.
1. Abandonar la política represiva de lucha contra las drogas, que contradice los vientos de cambio que se vienen dando en la región y en el mundo, donde se destaca EE.UU, Colombia, Guatemala y Uruguay, países que han iniciado procesos de reforma a nivel interno. En los últimos años, el Perú se mantuvo apoyando viejas y obsoletas políticas de control y “guerra”, que no previenen ni reducen el problema.
2. Impulsar una estrategia para enfrentar la criminalidad organizada y atrapar a los “peces gordos” del narcotráfico. Hoy, los escasos recursos se gastan en perseguir los últimos eslabones de la cadena del narcotráfico (usuarios, burriers, mochileros), lo cual no resuelve el problema.
3. Promover un desarrollo alternativo creando cadenas productivas al interior del país para no depender de los precios internacionales. Actualmente, la plaga de la roya está arrasando con los sembríos de café en el Huallaga, lo que significa que un programa alternativo requiere de varios frentes para ser sostenible.
4. Debatir y aprobar una norma donde la salud mental sea una tarea del Estado. Los centros “terapéuticos” que prometen curar las adicciones son un fracaso y una bomba de tiempo. El Estado peruano solo cuenta con 4 albergues para tratar las adicciones a las drogas, ¡inaceptable!
A todo esto, habría que sumarle el hecho de que no contamos con cifras propias sobre la magnitud del problema del narcotráfico. Existe la necesidad de ser más exhaustivos y proponer una política contra las drogas que tome en cuenta estos aspectos. Esperamos que el Dr. Otárola esté a la altura de las circunstancias.
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