¿Dónde está Ollanta Humala?
Nicolás Lynch
Premonitoria la frase de Ollanta Humala en su discurso en la COP 20: “A los presidentes que andamos de cumbre en cumbre nos dicen que estamos en las nubes”. La metáfora de “estar en las nubes” se suele usar para indicar que una persona y en especial un gobernante, está fuera de la realidad. La crisis por la que atraviesa el gobierno y la distancia con el manejo cotidiano del mismo que parece tener Ollanta Humala nos hacen ver que, literalmente, da la impresión de estar en las nubes.
La actual crisis obedece a un manejo hábil de los políticos y medios de comunicación de derecha que quieren terminar de quemar cualquier posibilidad o siquiera recuerdo de gran transformación, Ollanta Humala o, incluso, Nadine Heredia; para eliminar cualquier posible competencia de esos predios el 2016 o el 2021. No les basta con el lobby, la captura o el secuestro de los actuales gobernantes. Quieren poner a alguien que, sin pasado distinto, piense y haga como ellos. Le temen a los imitadores, por la amenaza, creen que latente de una eventual rebelión. El expediente no podía ser más eficaz: la lucha anticorrupción.
En este caso tocan una fibra íntima de la pareja presidencial, la relación con Martín Belaúnde Lossio, parte de la campaña de Humala el 2006 y parece que colaborador el 2011; pero que estaría relacionado con negocios poco claros que lo podrían relacionar con la pareja presidencial. El manejo torpe de este asunto por parte del gobierno, del propio Humala, de Nadine Heredia y de varios ministros, hace que las sospechas se multipliquen y la oposición se envalentone pidiendo la censura del Ministro Figallo. Ollanta Humala en este contexto aparece perdido, habiendo abandonado no solo el programa, sino también extraviado la brújula que lo podría llevar a alguna parte.
El asunto no va a parar, ciertamente, con la censura a un Ministro, porque le es claro a todo el país que los detractores de Humala han agarrado, finalmente, el hilo de una madeja que puede conducir a lugares insospechados e incluso desconocidos. Al frente están jugadores con sospechas y/o evidencias de corrupción largamente más importantes que las del gobierno, como son el alanismo y el fujimorismo, pero con una capacidad de vestirse de seda de la que el gobierno carece. Como en toda crisis en la que unos quieren poner al otro contra las cuerdas la pregunta es ¿hasta dónde llevarán la presión contra Humala?
Por el momento tanto García como Fujimori tienen fichas que cambiar con el gobierno. García el olvido de las acusaciones por los narcoindultos, que ya casi ha conseguido. Fujimori, las posibilidades de mejorar sus condiciones de sentenciado por delitos atroces, ya sea por indulto o alguna variedad de arresto domiciliario, más allá de que eso cause división hasta en sus propias filas. Pero lo que parece es que quieren ir más allá del cambio de fichas, pretenden más bien avanzar hacia el control total para que nada se les escape de cara al 2016.
¿Lo lograran? El gobierno no parece tener aliados a la vista, más allá del alicaído Perú Posible y sus relaciones con los movimientos sociales están tan deterioradas que tampoco parece que tengan ni siquiera clientes por allí. Por otra parte, por más que se esfuerza en darles todo a los tecnócratas y empresarios neoliberales con los que gobierna, estos no parecen brindarle mayor apoyo político. Nos enfrentamos entonces a una situación gubernamental de extrema debilidad, en la que no parece ser, por la reiterada torpeza, recursos políticos lo que el gobierno quisiera proteger. Ello deja prácticamente solo al elenco estable de políticos y partidos neoliberales y oportunistas para apropiarse una vez más de la escena, salvo que los actores de otro signo, centro si es que existe y la imposible izquierda, entiendan la magnitud y las posibilidades que esta crisis en las alturas les abre como futuro.
Ah, me olvidaba, Ollanta Humala sigue en las nubes.
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