El Perú, atrapado en las redes de la corrupción

Por: 

Alejandro Narváez Liceras (*)

En los índices de corrupción internacionales, el Perú está entre los peores del mundo. Esta patología crónica, se ha agudizado en las últimas tres décadas y extendido por todo el país.  El último destape del escándalo y sus tentáculos de favores mutuos en el Ministerio Publico, nuevamente nos ha conmocionado y ha aflorado la magnitud de las cloacas de la corrupción.  La indignación es monumental. La gente salió a las calles con ira y seguirán saliendo, razones les sobra. La pugna entre el poder económico y político por el control del poder judicial ha sido una constante en el Perú para garantizar su salvaguarda a los pillos y los corruptos.

Cifras alarmantes

Estimar el costo de la corrupción y clasificar las prácticas corruptas es muy difícil. Sin embargo, la Contraloría General de la República (CGR), lanza cifras y dice que en el 2022 se fueron al menos 24,419 millones de soles del presupuesto público (12.5%) (2021: 24,262 millones) a las cloacas de la economía.  Hay otros estudios que elevan esta cifra a 40 o 50 mil millones de soles. Entre el año 2013 y el 2022, 127 000 empresas proveedoras en el Perú, ganaron licitaciones la misma semana que obtuvieron su Registro Único de Contribuyentes (Véase World Compliance Association, octubre 2023).  

Según el reporte de corrupción de la Defensoría del Pueblo, durante los seis primeros meses de 2023 se registraron 5,860 casos de corrupción en trámite. Statista en una de sus publicaciones de este año, referida a los resultados de una encuesta hecha a una muestra de 800 peruanos, revela que el 58% de los entrevistados dicen que el principal problema que afecta al país es la corrupción, seguido de la falta de seguridad (36%).  Otra encuesta más fresca, es la de IPSOS para Perú 21 (octubre 2023), la cual preguntó a 1,200 encuestados: ¿Qué autoridades son las más corruptas? dijeron los Jueces y fiscales 53%, los congresistas 49% y un 44% apunta a las autoridades nacionales y funcionarios públicos. Son algunas evidencias que muestran que los planes y recomendaciones de lucha contra la corrupción de la CGR, PCM, OCDE, CEPLAN, CAN, ONGs, etc. han fracasado.

Sus efectos nocivos

Hay varios estudios de investigación basados en indicadores de corrupción que han permitido establecer relaciones entre los niveles de corrupción y el crecimiento económico, la inversión extranjera, la competitividad, la eficiencia de los proyectos públicos, la distribución de los ingresos, y otras. Lo que más se destaca es la correlación fuerte y negativa entre crecimiento económico y corrupción. Los estudios también revelan que la competitividad es muy baja en aquellos países con altos niveles de corrupción. Asimismo, se le asocia como uno de los causantes de las crisis económicas que padecen algunos países.  En cuanto a los efectos de la corrupción en las variables político-institucionales, hay evidencias que demuestran que la democracia pierde legitimidad, causa inestabilidad política, además de que los partidos políticos y la política misma, pierde credibilidad y la eficacia institucional. Produce desafección o rechazo de la sociedad a la política.

Las cloacas de la economía

Así como la vida cotidiana de la gente produce desechos putrefactos que alimentan las enormes cloacas de las ciudades, la actividad económica también tiene sus propias cloacas y su lado oscuro que van ganando terreno. La corrupción, el narcotráfico, el fraude fiscal, la trata de personas, la economía informal ajena al control del Estado, el blanqueo de capitales, el uso de información privilegiada, la piratería, la doble contabilidad, el nepotismo, los lobbies, el tráfico de influencias, etc. son algunos ejemplos de los excrementos que discurren por las cloacas de la economía negra. Son formas de expresión de la acción humana que no quedan registradas en los documentos oficiales donde se computan las transacciones y rentas generadas por el país.

Ese lado oscuro y opaco de la economía, ha pervertido la política, la justicia, la realidad económica, las prácticas sociales, las acciones del gobierno, el mundo del trabajo, los fines y los modos de vida cotidiana de la gente, y a su vez ha engendrado una clase rica hecha en la penumbra y al margen de la ley, empeñada en controlar la política y los principales espacios de poder del Estado, poniendo en jaque la supervivencia de nuestra débil democracia.

Modelo económico y sus valores éticos

Cada modelo o ideología económica conlleva ciertos valores éticos y, en ese sentido, propicia o dificulta determinadas conductas humanas. El modelo económico neoliberal que magnifica la “mano invisible del mercado” y minimiza el papel del Estado, el “dejar hacer, el dejar pasar” (laissez faire, laissez passer), se presta más para que las sociedades devalúen sus valores éticos. El culto al dinero, la codicia, el egoísmo y la insolidaridad, son algunos rasgos observables de un desarme moral de la sociedad capitalista neoliberal.

Decía J. M. Keynes (1930), “La avaricia es un vicio, la aplicación de la usura, una fechoría y el amor al dinero, detestable”. Por su parte, el prolífico historiador americano Gabriel Jackson (1994) nos recordaba: “En los años 30 fueron necesarios los aportes de Keynes, más el new deal (nuevo trato) estadounidense, que fue un conjunto de medidas económicas puestas en marcha por el presidente F.D. Roosevelt (1933-37) para salir de la grave crisis de 1929 y el Estado de Bienestar Socialdemócrata sueco para salvar al mundo capitalista de su propia amoralidad”. 

La corrupción y sus perversas consecuencias son un problema de Estado. Atajarla, frenar su expansión, es tan importante como garantizar el bienestar de los ciudadanos. Es un problema complejo y tiene muchas aristas. Los países más exitosos en su lucha contra este flagelo han seguido distintas estrategias, aplicando medidas severas y ejemplares, principalmente a los delincuentes de “cuellos blancos”. Pero, el antídoto más efectivo ha sido la educación de calidad como política de Estado.

Reflexiones finales

Desde sus inicios, la economía ha tenido preocupaciones éticas, y algunos de los primeros escritos provienen de moralistas como Adam Smith. Si bien esta ciencia incorpora sus juicios de valor, es sólo un interpretación parcial y limitada de los valores de referencia (la justicia, la igualdad, la libertad, etc.). No obstante, lo primero que debemos reconocer todos (economistas, políticos, empresarios, ciudadanos) es que la economía proporciona sólo una visión parcial de la sociedad, por muy importante que sea. La consecuencia práctica es que la corrupción, el tráfico de drogas, el fraude fiscal, la doble contabilidad, el lavado de activos, etc., son ante todo los residuos de un desarme moral de la sociedad y no el efecto directo de una economía amoral en sí misma.

Un país sólo puede prosperar sobre la base de la confianza de sus ciudadanos y de sus socios económicos y comerciales del exterior. La confianza es una condición esencial para que las instituciones funcionen adecuadamente. Ellas son la garantía que tenemos para que nuestro modo de vida no se escurra por las cloacas de la economía. La desconfianza no es rentable para el país.

Por último, mi propósito en este breve artículo, no ha sido lanzar una proclama moralizante, porque ni están los tiempos para aguantar encima sermones, ni soy quién para darlos. No obstante, permítanme advertir que nuestra débil democracia está profundamente tocada y atrapada en las redes de la corrupción, “evitar “que los corruptos se apropien de ella, es un imperativo. Nos jugamos nuestro futuro. Avisados estamos.  

(*) Es profesor principal de Economía Financiera en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y director del Instituto Internacional de Economía y Empresa. Este y otras publicaciones del autor también pueden leerse en: www.alejandronarvaez.com