El bloqueo político y la teoría de la vuelta a la manzana

Por: 

Nicolás Lynch

Estamos en un bloqueo político, qué duda cabe. Un bloqueo que llega al punto de dificultar al gobierno de turno el control del territorio y de las relaciones exteriores y sólo presagia el asentamiento del autoritarismo con una dictadura abierta, la oposición proscrita y el futuro cancelado para el Perú. Los que asaltaron el poder hace quince meses gozan del repudio de la población, nunca como hoy ha habido un rechazo sostenido de más del 90% en las encuestas a quien funge como presidenta y al congreso que la puso donde está. Sin embargo, el movimiento popular que tuvo una valiente respuesta en las primeras semanas del contragolpe congresal está paralizado y no logra articular una respuesta a la altura de las circunstancias. 

La razón de esta parálisis de la oposición suele atribuirse al miedo, por la represión infligida en su momento que tuvo como saldo 50 muertos. El miedo es un elemento, sobre todo por la saga de inmunidad posterior. Pero no creo que el miedo lo explique todo. Hay una voluntad opositora que se quiere construir sobre bases equivocadas. 

En los últimos meses hemos tenido una ofensiva del congreso, controlado por la extrema derecha, contra todas las instituciones que sostienen la legalidad o lo que queda de ella. El objetivo de esta ofensiva es claro y lo he señalado en artículos anteriores: la proscripción de la oposición para que no pueda participar en las elecciones del 2026 y la coalición que hoy gobierna se asiente en el poder con algún baño de “legalidad electoral”.

Frente a esta situación, hay sectores de clase media, ONGs, organizaciones que se dedican a la defensa de la democracia y los derechos humanos y partidos de centro, con escaso sino nulo caudal electoral, que se dedican a organizar marchas contra las tropelías del gobierno y el extremismo congresal con la ilusión de lograr una gran movilización en defensa de la ley y contra los abusos del poder autoritario. Es muy importante la movilización en defensa de la democracia y el estado de derecho, en especial en un país donde los derechos han sido logrados en su mayoría por la lucha popular, pero esto no debe ser lo único ni lo fundamental.

El problema básico que afronta el pueblo peruano son los restos del modelo económico y político neoliberal que atravesado por la corrupción ya no da para más. Esta forma de conducir al país está agotada y sólo puede sobrevivir con más represión, dictadura y proscripción. Hay necesidad entonces de darle otra dirección a la movilización, además de la defensa del estado de derecho y los derechos fundamentales, también planteando una nueva orientación política para el país. Las encuestas, así como nos dan números abrumadores en contra del gobierno autoritario y a favor de un adelanto de elecciones, 90 y 80% respectivamente, también nos dan números muy importantes a favor de una reforma constitucional (48%) y de una nueva constitución (40%), para dejar atrás la matriz del fracaso actual que es la constitución de 1993. 

Si las movilizaciones continúan priorizando exclusivamente la legalidad, que insisto es muy importante, se convertirán en un lastre más que en una promoción de la movilización. La razón salta a la vista, aunque nos cueste asumirla: a la mayoría de los peruanos les llega poco sino nada del estado de derecho y miran a sus instituciones con desconfianza. De ello, por supuesto, no me congratulo, pero es una visión que tiene hondas raíces históricas y que se plantea como una cuestión a superar en un proceso de transformación social, que lleve a un acercamiento entre la sociedad y el orden político, en la que los derechos se plasmen en una mayor y mejor participación y representación política de los ciudadanos.

La prioridad por ello debe cambiar. La superación del orden neoliberal es el objetivo y con ella lograr una legalidad que los peruanos asumamos como propia y no ajena a nuestro quehacer. Lo contrario es asumir la “teoría de la vuelta a la manzana”, que consiste en dar una vuelta de 360 grados y volver al mismo lugar, ideal de muchos “neoliberales progresistas”, que creen que la solución es volver al momento previo a la crisis, antes de la caída de Kuczynski, que habría sido el mejor de los mundos. 

Hay que combatir este espejismo con banderas apropiadas para lograr una verdadera salida democrática.