Dos estrategias de política monetaria en escena

Por: 

Alejandro Narváez Liceras (*)

China es un caso atípico en materia de inflación en el mundo. Probablemente, es el único país del planeta que no tiene problemas de inflación en este momento. Hasta Japón que siempre ha sido un país deflacionista (inflación negativa), tiene una inflación por encima del 3%. En la Eurozona la inflación está en 5.5% (véase el informe de junio de Eurostat), en Estados Unidos si bien bajó en junio a 3%, la subyacente se sitúa en 4.8%%; en India, 4.2%; en Latinoamérica por encima del 5%, por citar algunos casos.  En cambio, China tiene una inflación interanual de 0% a junio último. 

Los chinos se han marcado oficialmente un crecimiento de su PBI de 5% para este 2023 y están más preocupados por una posible deflación que, por el aumento de precios, debido al enfriamiento de su demanda interna. Este escenario les abre un abanico de posibilidades a todo tipo de políticas económicas expansivas, tanto desde el lado monetario, como del lado fiscal para alcanzar el objetivo económico que se han fijado para este año. En cambio, en el resto del mundo, los bancos centrales de occidente (BCO), están muy preocupados por combatir la inflación que ellos mismo causaron. Para ello, han puesto en marcha   una dura política monetaria que está causando parálisis de la actividad económica en algunos países, y en otros, recesión.  La pregunta es ¿Cómo se ha llegado a esta situación?   Veamos.

Estrategias diferentes para atajar la crisis

Mucha gente se pregunta ¿Cómo puede ser posible que China no tenga inflación? La respuesta es muy sencilla. El Banco Popular de China (BPC, es el banco central chino) para atajar la crisis económica y social causada por el COVID-19, no hizo las barbaridades que hicieron los bancos centrales de occidente.  En el 2020 el gobierno chino inyectó al sistema un billón de yuanes (138,379 millones de dólares), bastante menos que en el 2008 año de la crisis financiera, cuando destinaron 4 billones de yuanes.

En cambio, los gobernantes de las economías más desarrolladas y de otras naciones emergentes se rasgaban las vestiduras y para luchar contra los efectos del COVI-19 crearon dinero de la nada y de forma ilimitada. El 25% de todos los dólares que circulan actualmente por el mundo, se emitieron en un año y medio, es decir, entre el 2020 y el 2021. Fíjense la magnitud de la inyección de liquidez que se hizo en el dólar. ¿Sólo el dólar? No.  También lo hicieron con el euro, el yen japonés, la libra esterlina, el dólar canadiense, etc.    todos los gobiernos actuaron en el mismo sentido, excepto el gobierno chino.

En occidente, a raíz de la pandemia tiraron la casa por la ventana. En Estados Unidos, se dio el mayor paquete de estímulo económico de su historia. Concretamente, en marzo de 2020 se aprobó el plan de ayudas económicas de 2 billones de dólares para luchar conta la pandemia.  En la Unión Europea se aprobó ese mismo año un paquete financiero de 750,000 millones de euros (390,000 millones de transferencias a fondo perdido y 360,000 millones en forma de crédito). En el Perú se creó el primer programa “Reactiva Perú”, con un fondo de 60,000 millones de soles, equivalente al 8% del PBI nacional (posteriormente se dieron otros “reactivas”). Es decir, se inyectó tanta cantidad de dinero al sistema para crear una demanda artificial y “evitar”, según sus autores, que se rompiera la cadena de pagos. Fue un reparto de dinero a discreción cuyas consecuencias están a la vista y otras no tardaron en llegar.

Las tasas referenciales en direcciones opuestas

En materia de tasas de político monetaria, el BPC tomó un rumbo distinto, que sus pares de occidente.  Para combatir la crisis económica provocada por el COVID-19, el banco optó una política monetaria expansiva.  Antes de la pandemia (diciembre 2019), la tasa preferente de préstamos a un año fijado por el BPC estaba en 4.15% y en junio de 2023, bajó a 3.55%. La última reducción se remonta a agosto de 2022 en 0.10% (10 puntos básicos). 

Simultáneamente, la tasa de interés para los préstamos a un año a las entidades financieras pasó de 2.75% a 2.65% actual, cuyo último ajuste también se dio, en agosto pasado en 0.10%. Según las autoridades chinas las puertas para más recortes están abiertas en lo que resta de este año. Esta política flexible del banco emisor chino está dirigida a evitar una posible deflación y revitalizar la economía que está dando síntomas de enfriamiento. 

Mientras tanto, los bancos centrales de occidente se lanzaron durante el 2022 a una loca carrera de subida de tasas, para combatir la inflación desbocada causado por la espiral de errores cometidos. Por ejemplo, la tasa de referencia de la FED de los Estados Unidos estaba en marzo de 2022 en 0.25% y con este último ajuste de julio 2023, subió a 5.50%. El Banco Central Europeo (BCE) no se quedó atrás. En junio de 2022 la tasa referencial estuvo en 0% y con esta última vuelta de tuerca de julio 2023 escaló a 4.25%. Los dos bancos no descartan nuevos aumentos hasta que la inflación remita a la meta del 2% que ellos se han fijado. Los otros bancos centrales (Banco de Inglaterra, Banco de Japón, Banco de Canadá, incluido el BCR de Perú, etc.) han actuado en el mismo sentido. Es decir, han puesto en marcha una agresiva política monetaria, cuyas consecuencias desastrosas están a la vista.  Y, como era de esperar, los bancos privados, por su parte han endurecido los criterios que utilizan para otorgar préstamos y créditos a empresas y hogares debido a un financiamiento más costoso y una economía cada vez más débil. 

Cosechando la siembra

La historia económica nos enseña que una política monetaria dura, a menudo es seguida por una parálisis de la actividad económica y en algunos casos por una profunda recesión. El último informe del FMI (julio 2023), si bien, es un tanto optimista globalmente, gracias al buen desempeño de China e India, señala que hay países que están en recesión y otros al borde de un crecimiento negativo.  Alemania, la economía más grande de la Unión Europea, está atrapada por la recesión y tiene serios problemas para salir de ella. Para este año se ha proyectado un PBI de – 0.3%. La Eurozona está técnicamente en recesión, Inglaterra con un 0.4.% y Estados Unidos con un crecimiento muy modesto para este año y peor para el 2024.  

Ni que decir de Latinoamérica, el panorama es sombrío. Por ejemplo, Perú está en recesión, aunque las autoridades se resisten en reconocerlo.  El pronóstico de la OCDE de junio 2023, es aún peor. En el 2024, todas las grandes economías tendrán menor crecimiento este año. Este escenario puede ser aún peor, si continua la escalada de la guerra en Ucrania, la guerra comercial entre China y Estados Unidos y una mayor fragmentación del mundo.

Reflexiones finales

  • Ante la crisis económica causada por el COVID-19, en el mundo se han puesto en marcha dos modelos de política monetaria. El resultado de esas políticas está siendo observado en términos de datos, por cómo cada país decidió ejecutar. De acuerdo a las cifras mostradas, China ha seguido una estrategia diferente, ha sido más prudente y proactiva a la hora de reaccionar ante la crisis, en cambio, en occidente, las medidas adoptadas fueron muy distintas y agresivas con resultados desastrosos.
  • En occidente, los formuladores de políticas económicas, parecen no entender o no quieren ver el impacto negativo que está provocando en la economía real, el duro ajuste monetario que han puesto en marcha. Eventualmente, en algunos países, puede tardar en llegar dicho impacto, uno o dos años. Casi siempre la política monetaria funciona en diferido y este caso los costos sociales serán muy altos (desempleo, pobreza, hambre, etc.).  Creer lo contrario, seria iluso.
  • Los bancos céntralos de occidente, no están lideran la política monetaria. Están reaccionando a algo que les está obligando hacerlo, que es la presión de los precios (inflación), y probablemente consigan dominar esa inflación, quizás antes de 2025, pero no será gratis, ni mucho menos.
  • Se han simulado distintos escenarios para las perspectivas de la economía mundial. El más optimista es de un “aterrizaje suave”, en el que los bancos centrales logran reducir la inflación a sus objetivos de 2% o 3% sin desencadenar una recesión.  El otro escenario es de un “aterrizaje forzoso”, es decir, el esfuerzo por contralar la inflación requiere una recesión dolorosa y un aumento de desempleo. En mi opinión éste el escenario más probable. Me gustaría estar equivocado. En cualquier caso, el tiempo lo dirá. 

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(*) Es profesor principal de Economía Financiera en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y director del Instituto Internacional de Economía y Empresa.