La burbuja de Boluarte (o la fábula del Rey Desnudo)

Por: 

Francisco Pérez García

Es propio de los gobiernos autoritarios generar un discurso acorde con sus propios objetivos, acompañado de gestos que solo celebran los seguidores del régimen y los que son funcionales al mismo, tal como en la historia del “Rey desnudo”, donde por miedo o complicidad los serviles al sistema eran incapaces de revelar las falencias del gobernante. 

De igual forma, este 28 de julio hemos sido testigos de una comparsa triste cuando no patética. La señora Boluarte llegando al Congreso en un vehículo cerrado y en medio de una fuerte vigilancia policial y militar, mientras que a unos metros una población rebelde rechazaba su régimen de muerte y abusos. 

Previo a ello, unos ministros sonrientes salieron por la puerta de Palacio, saludando a la nada, posando felices para las cámaras oficialistas, sin saber siquiera -o haciéndose los que no sabían- lo que venía ocurriendo a pocas calles de ahí.

Del mensaje ya se ha dicho bastante, se ha comentado la extensa duración (3 horas de lectura de unas 72 páginas), el vacío del contenido, la catarata de promesas y proyectos de larga duración, además de un preclaro aviso de “me quedo porque me quedo”, enterrando totalmente el pedido de adelanto de elecciones con el cual ingresó en diciembre del 2022. 
La burbuja y la comparsa de la desnudez del rey se dejó ver rápidamente cuando la señora Boluarte ensayó un pedido de perdón a los familiares de las víctimas de su gobierno, pero que cayó en saco roto cuando se habló de “enfrentamientos con la policía” sin considerar las posibles ejecuciones extrajudiciales y los asesinatos que diversos videos han determinado. 

La burbuja se extendía aún más, entre aplausos de un congreso que sigue aupando a la señora, cuando llamaba a un diálogo inexistente, marcado por el terruqueo y la insistencia de no entender las razones por las cuales se producían las marchas desde el mes de diciembre. 

“Soy una mujer de paz”, decía Boluarte en su burbuja, mientras fuera de ella la policía -SU policía- reventaba a palos, lacrimógenas y perdigones a mujeres y hombres que llegaron desde diversos puntos del país para protestar y hacer sentir su voz al ritmo de “Esta democracia ya no es democracia” y “Dina Asesina el pueblo te repudia”. Mensajes que la burbuja mediática ya no pudo ocultar y que tímidamente aparecieron en pantalla partida mientras la señora Boluarte seguía hablando de las “bondades” de su gobierno. 

Terminado el discurso, Boluarte se animó a regresar a pie a Palacio de Gobierno. Ya estaba pauteado. En un jirón desierto, cubierto solo por sus policías y militares, la señora caminaba otra vez sonriendo y saludando a la nada.  La pauta creada por los comunicadores de la burbuja seguía inflándose. Un niño -utilizado lamentablemente para este fin- “rompió” el cerco policial, y se acercó a la mandataria con una bandera rojiblanca. Otra vez el símbolo usado para “bendecir” el traje nuevo del rey mientras nadie se atrevía a decir que iba desnudo. 

La comparsa siguió el 29 de julio, con un desfile militar de tres horas para mostrar las bondades de unas fuerzas armadas y policiales con tal despliegue que cualquiera pensaría que en nuestro país no existen más la delincuencia común, ni el narcotráfico, ni esos remanentes terroristas que la burbuja trae a colación cada vez que le conviene. 

Pero ni la burbuja más recia puede evitar tener un hueco, ni el domo más resistente puede evitar un agujero. Y así se colaron gritos de “Dina asesina, el pueblo te repudia” o banderolas con la frase “Dina renuncia”, mientras a metros de ahí la gente se seguía manifestando y rechazando al régimen. 

Un régimen que -reiteramos- sigue viviendo en una burbuja de victimización y terruqueo pero con un contundente accionar represivo que no deja espacio para contar la historia desde el punto de vista de quienes sufren las malas artes de un régimen que ya no quiere irse y que pretende quedarse hasta el 2026, amparado por quienes perdieron las elecciones y se encontraron con el poder gracias a la inutilidad y mediocridad del hoy preso Pedro Castillo.