Drogas y narcotráfico en el Perú: más de lo mismo y peor*

Por: 

Róger Rumrrill

El grave conflicto minero de Conga en Cajamarca con el trágico saldo de cinco personas muertas-que parece marcar el punto de no retorno político entre Ollanta Humala y los millones de peruanos que lo eligieron presidente de la república-no es el único caso por resolver de la ya convulsa agenda política peruana.

La problemática del narcotráfico y su relación con Sendero Luminoso focalizado sobre todo en los Valles del Río Apurímac-Ene y del Mantaro (VRAEM) es otra bomba de tiempo a punto de explotar. El fiasco de la llamada “Operación Libertad” y las muertes de policías y militares en Kiteni y Kepashiato en mayo pasado es una clara señal de que la estrategia gubernamental en este peligroso y complejo asunto no está rindiendo los resultados esperados.

Como el problema del narcotráfico y su secuela de violencia y corrupción es un asunto global, que amenaza la gobernabilidad democrática de muchos países, la VI Cumbre las Américas, realizada en Cartagena, Colombia, entre el 14 y 15 de abril de este año, acordó la elaboración de un estudio con propuestas que ayuden a conjurar este flagelo planetario.

Con este mismo propósito se acaba de realizar la Conferencia Internacional de lucha contra las drogas, entre el 25 y 26 del mes pasado en Lima, que ha resumido sus acuerdos en “La Declaración de Lima” y, a la vez, el gobierno ha dado a conocer su nuevo plan, VRAEM, de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo con un anuncio triunfalista: Humala ha prometido que al final de su gobierno, en el 2016, el VRAEM estará pacificado.

Tanto los acuerdos internacionales como las nuevas estrategias formuladas por el régimen de Ollanta Humala en su lucha contra el narcotráfico  y el terrorismo son más de lo mismo y quizá peor. “La Declaración de Lima refuerza el sistema, los tratados vigentes y otros muertos vivientes como la JIFE, UNODC”, opina al respecto Ricardo Soberón, ex presidente de DEVIDA, el experto que sin duda conoce esta problemática a fondo.

Más allá de los acuerdos y los consensos obtenidos en Cartagena y Lima y las declaraciones del Primer Ministro Óscar Valdés de que la nueva estrategia tiene como objetivo central llevar finalmente al Estado nacional para generar desarrollo social y económico en los Valles del Apurímac, Ene y Mantaro, históricamente abandonados, hay algunas tendencias y omisiones en la nueva estrategia que, lamentablemente, hacen inviable la promesa de la pacificación en el 2016.

La primera de ellas es la tendencia a priorizar la militarización de la lucha contra las drogas. La militarización del combate contra las drogas ha sido un fracaso en Afganistán, en Tailandia, en Birmania, en Colombia y en todas partes. México con sus 60 mil muertos en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa es el ejemplo más terrible.

“La militarización de la lucha contra las drogas en México-me decía hace poco Jorge Hernández, estudioso mexicano-implicó un 600 por ciento de incremento de las violaciones de derechos humanos, el fuero militar impide las investigaciones, hay actos de terrorismo de Estado, se instala una lógica de guerra, hay corrupción, impunidad, entre otras consecuencias”.

La más escandalosa de las omisiones de la estrategia humalista tiene que ver con la vista gorda a la corrupción. El control de los insumos del narcotráfico  es casi inexistente y el lavado de dinero sucio convierte al Perú en una gigantesca lavandería.

En 1989, según Macroconsult, el 11 por ciento del PBI provenía de la economía ilícita; en el año 2009, entró al Perú 22 mil millones de dinero ilícito, es decir, el 17 por ciento del PBI.

De acuerdo a Sergio Espinoza Chiroque, jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera del Banco Central de Reserva (UIF), nadie sabe cuantas casas de cambio hay en el Perú y la UIF no tiene acceso al secreto bancario. En conclusión: todo el sistema de control de lavado de dinero ilícito sólo está en el papel.

Eso no es todo. El Perú además necesita tener una estrategia propia y soberana Porque lo que tenemos hoy-incluyendo el VRAEM-es una copia del modelo estadounidense de su “guerra mundial contra las drogas” que es el fracaso mundial más estrepitoso.

Para Washington esta guerra perdida es funcional a sus intereses geopolíticos a nivel planetario. Por eso esta estrategia permanece inamovible como un dogma. Ollanta Humala es un ferviente acólito de este dogma.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta se hace para comprobar que es usted es o no una persona real e impedir el envío automatizado de mensajes basura.
Image CAPTCHA
Enter the characters shown in the image.