Racismo Bailable

Por: 

Candelaria Ríos Indacochea

A catorce años de la participación peruana en la III Conferencia Mundial contra el racismo en Durban, Sudáfrica, más de 30 años de ratificar la Convención para la Eliminación de la Discriminación Racial y a seis meses que Naciones Unidas expresara su preocupación por el racismo difundido en el programa de la Paisana Jacinta, a uno de los pesos pesados de la política peruana y pre-candidato al 2016, no se le ocurre mejor idea que bailar con dicho personaje en televisión nacional.
 
Atrás quedó el día en que García firmó el pedido de perdón histórico a los afroperuanos en nombre del Estado peruano, para lavarse un poco frente al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) por la masacre en Bagua. No le interesa más fingir, ni por estar en campaña, y nos regala lo que podría ser el “baile del perro del hortelano”.
 
Este 21 de marzo se conmemoró 55 años de la masacre de Shaperville, cuando el gobierno sudafricano asesinó a manifestantes contra el apartheid. Es un día de reflexión contra el racismo, y en especial contra el racismo institucionalizado. Y viendo la patética imagen del dos veces presidente peruano exaltando un personaje racista, resulta inevitable cuestionarse sobre la institucionalidad del racismo en el Perú.
 
Desde la universalización del voto, no hay leyes que excluyan expresamente de derechos a colectivos en razón de su etnia u origen. Sin embargo, es poco lo que los grupos históricamente discriminados (indígenas y afroperuanos) han mejorado en su calidad de vida desde entonces. El racismo peruano es un ejemplo de ley no escrita cumplida a cabalidad, y la negación de su existencia es la herramienta perfecta para su supervivencia.
 
No hay ley que prohíba a un afrodescendiente ser gerente o representante de una empresa transnacional, pero por alguna razón la mayoría es de ascendencia o fenotipo europeo. Tampoco hay leyes que impidan a una indígena ser modelo de una marca importante, pero los catálogos siguen llenos de rubias. Se ha luchado incansablemente contra el estereotipo racista enarbolado por personajes como el “negro mama” y la “paisana Jacinta”, consiguiendo el apoyo institucional de los órganos competentes a nivel nacional e internacional. Sin embargo, estos son legitimados por el ex presidente sin que haya merecido mayor crítica de sus rivales.
 
En el Perú, el racismo no está reglamentado porque no lo necesita para manifestarse de manera estructural. Es más, con la “tradición” de incumplir leyes, a lo mejor, si se oficializara el racismo, paradójicamente desaparecería. En cambio, la legislación incumplida es la referente a la sanción de la discriminación y a las responsabilidades asumidas al firmar el CERD, además de la legislación que no ha sido generada tanto desde la promoción de acciones afirmativas como de la denuncia de actos discriminatorios.
 
Sin embargo algo se ha avanzado en la generación de conciencia sobre la existencia (antes negada) del racismo, y hoy son varios quienes alzan su voz frente a los actos discriminatorios. Si la costumbre es lo suficientemente fuerte en el Perú para institucionalizar el racismo sin leyes, revirtamos el racismo y extingámoslo culturalmente desde la práctica cotidiana.

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