Presidencia Trump: Crisis neoliberal y decadencia imperial

Por: 

Gerardo Renique

La elección del ostentoso y megalómano magnate hotelero y personalidad televisiva Donald Trump ha hecho trizas la mitologizada imagen de los Estados Unidos como bastión de la democracia, arquetipo del liberalismo y de la convivencia política decente y respetuosa. La desvergonzada misoginia, el racismo desembozado, las mentiras descaradas, la grotesca xenofobia, la falta total de decoro y civilidad de la que hizo gala durante su campaña electoral coadyuvaron a la proyección de la imagen del hoy presidente electo como un personaje de caricatura producto de la imaginación literaria o cinematográfica. Una suerte de hibrido entre el sátrapa de Levante interpretado por Sacha Baron Cohen en El Dictador, el tirano caribeño de García Márquez y el Ciudadano Kane, el inescrupuloso empresario periodístico convertido en político de la legendaria película de Orson Wells. 

Con una personalidad publica forjada como conductor/protagonista de  un “reality show” el comportamiento de Trump durante la campaña electoral y durante las semanas desde su elección a la nominación de su gabinete parecieran como arrancadas de una obra de ficción.  La precisa descripción del cineasta Michael  Moore del hoy presidente electo como un sujeto “miserable, ignorante, peligroso, payaso a medio tiempo y sicópata a tiempo completo,” pareciera corresponder a la del ficticio senador demócrata “Buzz” Windrip de la novela semi-satírica del Nobel Sinclair Lewis. Publicada a mediados de la década de 1930, bajo el sugerente título de It Can’t Happen Here (Esto no puede suceder aquí) la obra que rápidamente se convirtió en uno de los libros mejores vendidos de la época, refleja el malestar del autor ante la radicalización política y el clima de intolerancia vividos durante esos momentos críticos en los Estados Unidos  instigadas desde el pulpito, la radio o las primeras planas de los tabloides la retórica xenofóbica, racista e intolerante por demagogos populistas como el padre Charles Coughlin, el candidato Demócrata Huey Pierce Long, y el editor-empresario William Randolph Hearst encontró recepción entre los millones de trabajadores desempleados o mal pagados en existencia precaria y el futuro incierto.  En estos hechos se inspira Lewis para construir una trama narrativa que gira alrededor de la ficticia campaña electoral de “Buzz” Windrip, que derrota a Franklin Roosevelt gracias a su promesas populistas de un ingreso mínimo garantizado de US $ 5,000 por persona (equivalente a más US $ 80,000 actuales), sanción a los “banqueros Judíos,” prisión a los comunistas, y la ocupación de México. Ochenta años después de la publicación de It can’t happen here, la elección de Trump nos indica precisamente lo contrario de lo que sugiere el título de la obra: que la elección de un déspota autoritario si puede ocurrir en los Estados Unidos.

Además de su discurso intolerante y ofensivo en el curso de su campaña Trump dio peligrosas indicaciones de su vocación autoritaria alentando a sus seguidores a actuar violentamente en contra de sus oponentes o detractores; a expulsar de sus mítines y conferencia de prensa a periodistas que no eran de su agrado; anunciando que no reconocería el resultado de las elecciones; amenazando con tomar acción legal contra los periódicos que lo criticaban; y  prometiendo encarcelar a su oponente.  Sin lugar a dudas un hecho sin precedentes en la historia electoral estadounidense.

Si bien muchos analistas, tanto liberales como izquierdistas, coinciden en señalar que la elección de Trump expresaría un inequívoco triunfo del racismo, la xenofobia, la misoginia y el patriarcalismo, se trata sin embargo de una interpretación impresionista y parcial.  Habiendo obtenido aproximadamente tres millones menos devotos que su contrincante la “victoria” electoral de Trump pone también en cuestión el arcano sistema de “colegios electorales” que hasta ahora ha dado sustento al régimen electoral republicano estadounidense. Creado hace más de doscientos años en la Convención Constitucional de 1787 con el propósito de evitar que los congresistas de los estados esclavistas sean sobrepasados en número por los representantes del norte, el sistema establece para cada estado un número fijo de votos igual al de la suma de sus congresistas y senadores. Así mientras que el 48.2 % del voto por Clinton se tradujo en solo 227 “votos electorales,” con el 46.1% Trump obtuvo 304 – 34 votos por encima de los 270 requeridos para adjudicarse la elección.  En las condiciones sociales y demográficas actuales el sistema de colegios electorales favorece a los estados del centro del país con mayoría de población blanca, conservadora y de edad avanzada. De esta forma un voto electoral del estado de Wyoming con una escasa población abrumadoramente blanca de algo más de cinco millones de habitantes y tres votos electorales, equivale a 3.1 votos electorales del de California. Con una de las poblaciones racial y étnicamente más diversas de todo el país sus más de cuarenta millones de habitantes este último están representados por 55 votos electorales.

Puesta en el contexto de las transformaciones históricas de las tres últimas décadas la elección de Trump no solo constituye un hecho sin precedentes en la política estadounidense sino que constituye además causa y efecto de la debacle neoliberal acelerada por la crisis financiera del 2008.  Fue precisamente el voto de los estados del llamado “rustbelt” (cinturón de óxido) el que resulto crucial para la victoria de Trump. 

Otrora residencia de los más importantes centros industriales del país, bastiones del sindicalismo, estos estados han sido más golpeados y desbastados por la desindustrialización, relocalización de empleos al exterior y deterioro de las condiciones de vida promovidas por el neoliberalismo y la globalización. Cinco de estos estados que en la elección anterior votaron por Obama dieron en esta ocasión el voto a Trump. El resultado electoral no solo pone en evidencia un país altamente polarizado, social, racial, regional y políticamente dividido, sino que expresa además –en palabras de Bernie Sanders—“la oposición feroz a un sistema económico y político que pone los intereses de millonarios y corporaciones por delante de los intereses de trabajadores y la clase media.” 

A pocos días de que Trump asuma la presidencia los nombramientos a ocupar cargos en el gabinete ministerial así como en otras posiciones claves de gobierno no dejan lugar a ninguna duda de la dirección que tomara su gobierno. Más aun estos nombramientos ponen en evidencia el control de los poderes económicos, de la lógica del capital sobre el poder político, la pérdida de autonomía de la política. 

Se trata sin lugar a dudas de un gobierno de los patrones para los patrones. Una suerte de “dream team” (equipo de ensueño) de la derecha más reaccionaria y conservadora conformado por generales, empresarios de la industria de combustibles fósiles, ideólogos anti-gobierno, banqueros y financistas de Wall Street.  Compuesto en su gran mayoría de hombres blancos y billonarios cuyas fortunas en su conjunto ascienden a más de 14 billones de dólares – 50 veces más que el primer gabinete de George W. Bush bautizado por la prensa en aquel entonces como el “equipo de millonarios.”  La elección de empresarios y financistas con estrechas relaciones con el poder político también coloca a Trump en contradicción con sus promesas electorales anti-elitistas que electrificaron a sus votantes.

Como encargados de la dirección de puestos cruciales de la política imperial estadounidense Trump ha nombrado cuatro ex-generales con experiencia de combate en los recientes conflictos bélicos en Oriente Medio. Un hecho sin precedentes para un país que se jacta de tener sus fuerzas armadas bajo estricto control civil. Para la Secretaria de Defensa el nominado es el ex-general James Mattis, conocido como “Perro Loco” (Mad Dog)  por su temeridad en el combate y su deleite en eliminar combatientes Talibanes.
Como Secretario de Seguridad Nacional, que entre sus funciones se encuentra el control de las fronteras, el seleccionado es el ex-general John Kelly, veterano de la ocupación de Iraq, ex-comandante de la prisión de Guantánamo y del Comando Sur, encargado de las actividades militares estadounidenses en Centro y Sur América. El general Michael Flynn, uno de los más fervientes y fieles partidarios de Trump, ocupara el puesto de Asesor de Seguridad Nacional.  Acusado de propagar información falsa acerca de la supuesta propagación de la ley islámica en el país, Flynn fue removido por Obama de la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa. Flynn considera el Islamismo no como una fe sino como una ideológica política que, en su entender, estaría conduciendo una “guerra mundial” en contra de los Estados Unidos.  

La presencia de estos halcones anti-islámicos al frente de la poderosa y agresiva maquinaria militar estadounidense no solo intensificara la situación de guerra permanente en el Oriente Medio sino que además presenta una seria amenaza para los derechos democráticos y el bienestar de la gran mayoría de ciudadanía estadounidense.  Estos hombres también tendrán bajo su control la vasta red de inteligencia domestica creada en las postrimerías de los ataques terroristas del 11/9, y que en los últimos años ha multiplicado exponencialmente sus poderes y prerrogativas para vigilar, espiar y castigar a la ciudadanía, medios y organizaciones de la sociedad civil. 

Las dos posiciones más importantes de su equipo económico han sido encargadas a banqueros de Goldman Sachs, el banco de inversión más grande del mundo que fuera durante la campaña electoral el blanco favorito de Trump debido a sus jugosas contribuciones a la campaña de Hillary Clinton.  Steven Mnuchin el nuevo encargado del Departamento de la Tesorería destaco también como financista de la industria cinematográfica, otro de los blancos favoritos de la retórica anti-elite de Trump. Su multimillonaria fortuna proviene sin embargo de sus “inversiones buitre” en la compra de casas hipotecadas y del desalojo de miles de personas.  Su principal objetivo será el de implementar un drástico recorte de los impuestos a las grandes corporaciones del actual 35% al 15% prometido por Trump.  Manteniendo la tradición de anteriores presidentes tanto republicanos como demócratas la dirección del Consejo Económico Nacional recaerá esta vez en Gary Cohn uno de los presidentes de Goldman Sachs.

Sus dos asesores más cercanos Reince Prebius y Stephen Bannon, Jefe de Personal de la casa Blanca y Jefe de Estrategia respectivamente, encargados de la coordinación de la agenda y de la relaciones políticas diarias de la casa presidencial, también son hombres de Goldman Sachs. Graduado de la universidad de Harvard y ex-oficial de la marina Bannon es además director ejecutivo del portal de extrema derecha Breibart News. Bajo su dirección este se convirtió en el más importante medio de expresión de la variopinta constelación de organizaciones supremacistas blancas, antisemitas, racistas y neo-fascistas de la extrema derecha de todo el país. Reconfiguradas y sanitizadas como “derecha alternativa” (alt-right) se plantean como objetivos la preservación de la “identidad blanca,” la defensa de los “valores occidentales,” y su oposición al multiculturalismo.

Representantes de la industria de combustibles fósiles también ocuparan posiciones claves en el gobierno de Trump. La Secretaria de Estado, encargada de la política exterior, estará en manos de Rex W. Tillerson director ejecutivo de ExxonMobil y uno de los más grandes magnates petroleros del mundo cuyas inversiones en Rusia, Siria, Ucrania, Yemen en más de una ocasión han entrado en conflicto con los intereses geopolíticos estadounidenses. Otro petrolero, Rick Perry ex-gobernador de Texas y uno de los contrincantes de Trump en las elecciones primarias será el encargado del Departamento de Energía.  Partidario de la eliminación de toda regulación de las emisiones de dióxido de carbono y del “fracking” (sistema de extracción de gas y petróleo por fraccionamiento hidráulico) durante su campaña abogo por la eliminación del Departamento de Energía.  Scott Pruit nominado a la dirección de la Agencia Protección Ambiental también es partidario de la eliminación de la agencia que tendrá a su cargo. Como procurador de justicia del estado petrolero de Oklahoma se opuso sistemáticamente a todas las medidas de Obama para contener las emisiones de gases invernadero generadas por la combustión del carbón utilizado por las plantas de energía. Pruit es además uno de los personajes que con más vehemencia niegan las explicaciones científicas del cambio climático.  

El resto de su gabinete lo conformaran personajes cuya vida pública ha sido dedicada a combatir tanto los programas sociales como los derechos civiles y democráticos de trabajadores y sectores más vulnerables sea por su condición racial, étnica o sexual. Andrew Puzder, el ejecutivo de una cadena de comida rápida nombrado como Secretario del Trabajo, es enemigo declarado de los derechos laborales y es un opositor vehemente del aumento del salario mínimo.  La Secretaria de Educación estará a cargo de Betsy DeVos la filántropa billonaria y líder de la campaña por la privatización de la educación pública. La Secretaria de Salud estará a cargo de Tom Price, congresista por el estado de Georgia y cirujano de profesión, ardiente opositor del programa de salud de Obama que estableció el seguro de salud obligatorio, y partidario de la privatización del  programa de seguro de salud público para adultos mayores. El neurocirujano Ben Carson, encargado de la Secretaria de Vivienda y Desarrollo Urbano, y el único afro-Americano en el gabinete, considera innecesarios los programas sociales y la vivienda pública –que favorecen sobre todo a las poblaciones minoritarias--  por considerarlos instrumentos de intervencionismo estatal que generan “dependencia.” 


 
Finalmente quien mejor encarna la vocación anti-democrática, anti-popular y racista de lo que será el gobierno de Trump es Jeff Sessions, el derechista Senador de Alabama nominado como Procurador de Justicia. Un ardiente promotor de legislación anti-inmigrante y políticas de austeridad es también considerado por sus colegas como el miembro más islamofóbico, homofóbico y misógino del senado.  Antes de entrar a la política electoral debido a sus comentarios racistas, actitud condescendiente hacia el Ku Klux Klan,y sus declaraciones en contra de organizaciones de derechos civiles como “organizaciones de inspiración comunista” el Senado, con votos de ambos partidos, rechazo su nombramiento como juez federal.

Por donde se le mire la elección de Trump representa sin lugar a dudas un hecho sin precedentes en la historia de los Estados Unidos. Sus propuestas políticas representan una seria amenaza tanto para el medio ambiente como para el orden internacional, la estabilidad del orden democrático-liberal estadounidense, los intereses de la clase obrera y capas medias incluyendo los de los sectores rurales y de clase de trabajadora blanca que votaron por este encandilados por su retórica populista en contra de las elites políticas de ambos partidos y los grupos de poder económico y financiero.  Considerada en el contexto global la elección de Trump sin lugar a dudas se constituirá en factor de profundización de la múltiple crisis ambiental, económica y política global. Más que una solución a la crisis política de representación y a la creciente desigualdad socio-económica, racial y regional, las políticas de Trump intensificaran la crisis.  Una encuesta reciente del Pew Research Center indica que creciente número de votantes, tanto demócratas como republicanos, presiente que sus políticas provocaran fuertes conflictos políticos y raciales, así como también aumentaran la discriminación en contra de las mujeres, minorías étnicas, raciales y sexuales, musulmanes y homosexuales.  La mayoría de los encuestados también creen necesaria la regulación ambiental; consideran que debido a sus buenos hábitos de trabajo los inmigrantes fortalecen la economía del país; y sobre favorecen la expansión de la cobertura del seguro de salud creado por Obama y que los legisladores republicanos amenazan con eliminar. 

Si bien con la nominación de su gabinete Trump ha dado una clara señal de la naturaleza reaccionaria de su gobierno el futuro se ve bastante incierto.  Algunas de sus promesas electorales y de sus políticas delineadas hasta este momento no son  bien vistas ni por su base electoral ni por importantes sectores del liderazgo republicano. Sus posturas aislacionistas y antiglobalizantes; su conflictiva relación con las elites político partidarias de ambos partidos y con las agencias de inteligencia resquebrajaran la maquinaria burocrático-estatal de la republica imperial así como intensificaran la hegemónica imperial estadounidense. 

De otro lado como en ningún otro momento en la historia política reciente de este país desde hace unos años se viene gestando una importante movilización social que incluye una diversidad de fuerzas y sectores sociales galvanizados por las políticas de austeridad, inequidad, exclusión y contaminación ambiental profundizadas por las políticas neoliberales, de libre comercio y globalización impuestas por la complicidad de demócratas y republicanos. 

Desde el día de la elección a la fecha las manifestaciones y acciones ciudadanas de rechazo a Trump y al antidemocrático sistema de colegios electorales se han convertido en fenómeno cotidiano.  En un hecho sin precedentes las autoridades municipales de las ciudades más grandes del país se manifestaron en defensa de los derechos de sus ciudadanos inmigrantes –con o sin papeles- musulmanes y homosexuales. Las manifestaciones más masivas han sido las impulsadas por los movimientos sociales de mayor relevancia de estos últimos años: Black Live Matter (Las Vidas negras Importan) surgido entre jóvenes afroamericanos en repudio a la violencia policial; el movimiento por Salario Mínimo de 15 dólares que agrupa a trabajadores documentados y no documentados en los sectores de servicios peor pagados; Dreamers (soñadores) formado por jóvenes inmigrantes hijos de padres indocumentados. A estos se han plegado el movimiento sindical y sobre todo el movimiento ambientalista que actuando en conjunto durante los tres últimos años dieron forma a una amplia coalición de fuerzas y sectores en oposición al TPP.  

Tomadas en su conjunto estas movilizaciones – y durante el proceso electoral la campaña de Bernie Sanders así como la del Partido Verde-- han cumplido un rol importante en la gestación de las fuerzas político sociales del campo progresista, izquierdista y popular. Fuerzas que ante la paralización del partido demócrata, junto con algunos comentaristas y medios alternativos, se han constituido en la oposición más visible y militante en oposición al presidente electo. 

Con el partido demócrata en crisis la mayor responsabilidad de gestar una oposición que este a la altura de las circunstancias está en manos de la heterogénea y desarticulada constelación de fuerzas políticos sociales que constituyen el campo de la oposición ciudadana y populares. Campo que incluye la vasta red de activistas que articulo a los sectores más progresistas del Partido Demócrata, activistas sindicales y colectivos juveniles en apoyo de la candidatura de Bernie Sanders; la aún más vasta constelación de movimientos sociales juveniles, de mujeres, de indocumentados, de comunidades étnico-raciales, de trabajadores no sindicalizados, de ambientalistas, de preferencias sexuales diferentes, de vecinos pobres en contra de la gentrificación que de una u otra forma son quienes han protagonizado las más importantes luchas en contra de los aspectos más depredadores y excluyentes del capitalismo neo-liberal y sus políticas homofóbicas, patriarcales y antidemocráticas. 

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