Los Rolex y los muertos

Por: 

Nicolás Lynch

La actual crisis política no es sino una repetición de lo que viene sucediendo con este régimen autoritario desde su instalación en diciembre del 2022. Ahora es la exhibición de los lujos sin sustento de una presidenta despistada, pero ayer nomás eran las cuitas de un premier que intercambiaba favores por trabajo. Y anteayer el proceder de una fiscal de la nación que favorecía con descaro a la extrema derecha que controla el Congreso; para no hablar de las leyes y decretos con nombre propio que se han multiplicado en el Estado.

Si la primera víctima de un gobierno corrupto es la legitimidad y este gobierno ha tenido y tiene al 90% y más de la población en contra ¿se imaginan como estará después de los Rolex? 

Sin embargo, es indudable que en un entorno autoritario de miedos y comentarios a media voz, los escándalos no se producen solos. Las torpezas e incluso delitos de los altos funcionarios que pueden causar escándalos, son seguidos y convenientemente empaquetados por quieres quieren administrar a su favor la situación política. ¿Quiénes son? Pues tenemos a los congresistas/tramitadores de intereses privados —desde los mochasueldos hasta los grandes lobistas— pasando por los representantes de los grandes grupos económicos, hasta los organismos de seguridad que buscan al “enemigo interno”. Por ello es pertinente preguntarse ¿Qué quieren estos que empaquetan y sueltan escándalos?

El objetivo de los empaquetadores es controlar aún más a la presidenta, convertirla en un super títere para poder continuar con el negocio cotidiano del capitalismo de amigotes al que han estado acostumbrados estos treinta años y que sueñan pueda durar eternamente. El comentario sobre el cambio ministerial en seis carteras ha sido precisamente es: una repartija entre diferentes intereses a cambio de apoyo político. Descarto por ello que el objetivo de avivar los escándalos sea obligar a una vacancia —muy difícil porque choca con los congresistas firmemente agarrados de la teta fiscal— o a una renuncia, que choca con Dina misma a la que no le importa ser la presidenta repudiada por nueve de cada diez peruanos, sino seguir en la danza con Rolex, Cartier o lo que venga. 

Este cuadro, deprimente de por sí, contrasta, sin embargo, con otro escándalo. Este si no es ningún tema programado sino parte de la maciza realidad. Impaquetable por supuesto. Me refiero a los 49 muertos, según la más conservadora de las cifras, que ocurrieron entre diciembre de 2022 y marzo 2023 y que, según los informes de organismos de derechos humanos y medios de comunicación nacionales e internacionales, fueron producidas por disparos de las fuerzas armadas y policiales. Estos asesinatos, todo indica, involucran por la línea de mando, a la presidenta, a los que fueron ministros en su momento y a los oficiales a cargo, sin embargo, todo parece indicar que las investigaciones respectivas avanzan a paso de tortuga, dirigiéndose peligrosamente a la impunidad.

Los Rolex y los muertos: dos caras de este drama nacional. Pero un escándalo no debe olvidar el otro. Aquí hay sangre derramada de compatriotas además de relojes huérfanos o perdidos. En la basura de la política nacional se encuentran todos los escándalos, sus diversas facturas y la desigual competencia para que la gente se olvide de ellos. Ojalá que esto no suceda.

Pero, además, en este contraste entre los Rolex y los muertos, se encuentra también la posibilidad de la conciencia cívica sobre la situación que vivimos. No podemos continuar en este abismo de un gobierno sin ningún futuro que no hace sino profundizar su autoritarismo sin salida a la vista. Despertar la conciencia entre tanta mugre es la tarea y convertir esta conciencia en organización y movilización para que las cosas no sigan igual, con una salida democrática electoral y sin más mugre por supuesto.