Cuba-EEUU. Claves y perspectivas de un escenario inédito

Por: 

Luismi Uharte

La apertura en julio de 2015 de la embajada de Cuba en EE.UU. y el inicio oficial del proceso de normalización de relaciones entre los dos países a fines de 2014 han sido posibles gracias a la conjunción de diversas razones: de orden doméstico, económico y geopolítico. Todo esto ha configurado un escenario inédito y marca una tendencia que difícilmente va a poder ser revertida, independientemente de los posibles cambios que se puedan dar en los Ejecutivos de ambos países.

La razón fundamental para entender el nuevo escenario es, según Jesús Arboleya, profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, el fracaso de la estrategia histórica de EE.UU. que se sustentaba en dos pilares: asfixia económica (vía bloqueo) y aislamiento político (regional e internacional). A principios del siglo XXI, esta estrategia se torna ineficaz, ya que Cuba ha superado los años más críticos del periodo especial y ha conseguido insertarse parcialmente en la economía internacional y, a su vez ha ido reintegrándose progresivamente en la región (CELAC, Petrocaribe…), quedándose Washington paradójicamente cada vez más aislado.

Claves del giro. Un factor de gran importancia para impulsar el proceso es el perfil presidencial tanto de Barack Obama como de Raúl Castro. Es muy improbable que un dirigente republicano ni tampoco un líder tradicional del Partido Demócrata hubieran realizado una apuesta de esta índole. El actual inquilino de la Casa Blanca destaca por un perfil más pragmático que ideológico y esto se evidencia en dos aspectos: es consciente de una nueva realidad sociológica que muestra una población cada vez más favorable al deshielo; es objeto de una notable presión por parte del mundo empresarial que proyecta negocios en la isla.

Este perfil más pragmático se manifiesta a su vez, en su flexibilidad para enterrar la vieja estrategia y apostar por nuevos métodos, más sofisticados, que de todas formas siguen buscando el mismo fin, la dominación de la mayor de las Antillas, puntualiza Manuel Orrio, ex funcionario de la seguridad del Estado.

La figura de Raúl Castro ha sido también clave. Según Arboleya, Fidel Castro es un símbolo de la resistencia, de la no claudicación, mientras que a Raúl le ha tocado liderar el inicio de cambios de enorme calado, tanto en la transformación de modelo económico como en términos geopolíticos. Cada uno ha cumplido su rol y a la próxima generación de relevo le tocará culminar el cambio, a partir de 2018.

Un elemento de peso creciente, de orden económico, es la presión del lobby empresarial agrupado en la Cámara de Comercio de los EE.UU., que interpela cada vez con más fuerza a los dos partidos del stablishment. Destacan 3 sectores del mundo de los negocios: por un lado, la influyente ‘Coalición Agrícola de EE.UU. por Cuba’, que agrupa a las 90 empresas agroindustriales más poderosas (Cargill, Bunge…); por otro, las empresas de telecomunicaciones, con gran interés por la condición de Cuba como territorio ‘casi’ virgen; finalmente, el sector del turismo, que calcula que más de un millón de estadounidenses viajarían a la isla tras el fin del bloqueo, lo que supone un incremento de un 33% del turismo anual total que recibe Cuba. El periodista Fernando Ravsberg, nos revela que incluso algunos viejos magnates que huyeron tras la Revolución, como Fanjul, el ‘rey del azúcar’ y los Bacardí, también pretenden negocios en la isla.

El reordenamiento geopolítico es otra variable trascendental y más concretamente el proceso de integración latinoamericana. Afirma Arboleya que la gran mayoría de los países de la región advirtieron a la Casa Blanca que Cuba debía estar en la próxima cumbre de las Américas y así ha sido. EE.UU. ha perdido, por tanto, su antiguo derecho a veto.

Paralelamente, el nuevo escenario multipolar le permite a La Habana negociar desde una posición más fuerte, ya que su relación creciente con 3 socios de los BRICS (China, Rusia y Brasil) le da mayor margen de maniobra. La fuerte inversión brasileña para la construcción de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel es un indicador en este sentido.

La última clave sería el perfil de las nuevas generaciones de cubano-americanos: por un lado, los hijos y nietos de la burguesía que se marchó a Miami son mucho menos dogmáticos que sus progenitores; por otro lado, la migración más reciente, que no es ‘política’ sino ‘económica’, que se fue para mejorar sus condiciones de vida y para quien el bloqueo es un problema múltiple (dificultad para viajar, para mandar dinero, para el reencuentro familiar…). Las encuestas recientes muestran este cambio e incluso a nivel electoral las posturas intransigentes hacia Cuba ya no reportan los réditos del pasado. Es significativo que en las elecciones estaduales de 2014 el candidato de Obama, obtuvo unos buenos resultados en La Florida, con un discurso pro-reconciliación.

Perspectivas a corto y medio plazo. En lo que respecta al bloqueo, según Arboleya no se va a producir una derogación de la Ley Helms-Burton, sino más bien un desmontaje progresivo a través de enmiendas que permitan el intercambio y la cooperación. De hecho, ya se está negociando en 20 áreas, como control de costas, narcotráfico, correo postal, tráfico de personas, etc.

Washington continuará operando para provocar un cambio de sistema en Cuba, aunque con una nueva estrategia basada en la guerra cultural, es decir, la penetración silenciosa a través de la expansión de las telecomunicaciones, internet, los intercambios intelectuales y artísticos, y la avalancha de turismo gringo… En síntesis, la confianza en el American Way of Life como poderoso horizonte de seducción.

La Habana, por su parte, mantendrá sus exigencias de fin del bloqueo, de devolución de la base de Guantánamo y de respeto a la soberanía nacional. Siendo conscientes que la relación con EE.UU. nunca será normalizada, por la condición intrínsecamente colonial de la potencia del norte, la mejor arma de Cuba será, para el nuevo periodo, no un discurso abstracto de defensa de un socialismo que se está redefiniendo radicalmente, sino la ‘cubanidad’, expresión de un nacionalismo antimperialista que sigue siendo mayoritario y transversal a todas las ideologías y generaciones.

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