Marco Aurelio, el último sabio

Por: 

Eduardo González Viaña

“Me ha gustado mucho tu novela VALLEJO EN LOS INFIERNOS, y quiero hacerte una entrevista sobre ella en mi programa de televisión”.

Casi me mata del susto Marco Aurelio Denegri cuando me lo dijo. Me había entrevistado varias veces, y yo recordaba las temibles preguntas que hacía.
Como en toda su vida, Marco Aurelio no se casaba con nadie.

Le pedí que postergáramos la cita para dentro de un año o dos, pero fue categórico: “Tiene que ser mañana. Es la primera novela que se escribe sobre la vida de Vallejo en Trujillo. Te van a considerar un atrevido, y no escribirán comentarios sobre ella. En cambio, yo te haré las preguntas más impertinentes que te imagines… ¿Te animas?

Me animé, y durante un buen rato de la audición, estuve escuchando un monólogo suyo en el que afirmaba lo importante que es sentir la muerte. Por fin, cambio de tema y pasó al Evangelio de Marcos. Me dijo que había sido escrito cincuenta años después de la muerte del Mesías, y que por lo tanto sus historias no eran exactas ni creíbles. Y luego intentó apabullarme al señalar que yo había escuchado historias acerca del Vallejo personal cincuenta años antes de escribir el libro. Por lo tanto…

Si, por ratos resultaba cargante, pero era genial. Además del periodista, escritor y conductor de televisión que la mayoría conocía, destacaba también el estudioso en el campo la sexología y la lingüística, especialmente, en la gramática y la lexicografía. En sus libros y en su conversación erudita, combinaba la literatura con la historia, la filosofía y la ciencia.

Me lo presentó –hará mil años- otro renacentista, José Adolph en casa del cineasta Armando Robles Godoy, y en la conversación general que versaba sobre música, brillaba Marco Aurelio porque era un melómano que no paró de hablar de la ópera “Tristán e Isolda” de Richard Wagner y a quien le escuché referirse a Beethoven con la despectiva expresión “ese maldito sordo.”

Me cayó bien de inmediato porque siempre he creído que los entusiastas de la música son gente propensa a la armonía y a la paz. A la semana siguiente, nos citamos en un café para conversar sobre la tragedia griega.

Otra vez, su sapiencia me asombró. Llegué a pensar que, por mi parte, me había pasado un año estudiando griego y literatura griega con el doctor Fernando Tola en San Marcos tan sólo para poder hablar algún día con mi entonces futuro amigo Denegri.

Su último artículo se refiere al amor. Marco Aurelio Denegri era un autodidacta y un solitario inclinado a la misantropía que, aunque no nos diéramos cuenta, ejercía una profunda influencia sobre la sociedad.

Tengo buena razón al llamarlo el último sabio porque lo era. El historiador que desde el futuro observe nuestra época se encontrará con fulgores como éste frente a un centenar de “representantes”, entre los cuales es más fácil que hablar en castellano, hacerlo en idioma becerril.

Marco Aurelio era un peligro. Cuando el ex-Presidente Alan García le presentó su libro sobre Pizarro, el sabio comenzó diciendo frente a la cámara de televisión: “Yo concuerdo con García en un punto y discuerdo en el resto. La concordancia se refiere a la dedicatoria, que es una dedicatoria muy bonita.”

En nuestra cita televisada, nos dijimos de todo, pero yo me divertí mucho porque me encanta tomar y que me tomen el pelo. VALLEJO EN LOS INFIERNOS tiene hasta ahora 10 ediciones, y su gran aceptación se debe en mucho a mi amigo Marco Aurelio. Me hubiera gustado que leyera mi nueva novela LA FRONTERA DEL PARAÍSO y mi antología SIETE NOCHES... Renacentista, clásico, ilustrado, elitista, genial, intolerante, atrevido, al último sabio ya lo estamos extrañando.

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