Castañeda, el destructor

Por: 

Lucía Alvites

El alcalde Castañeda Lossio no se cansa de demostrar, una y otra vez, que sus acciones son motivadas por intereses que poco o nada tienen que ver con el de mejorar la vida de quienes habitamos la ciudad. El resultado de sus proyectos expresa improvisación, desconocimiento técnico y, sobre todo, fuertes irregularidades en el manejo de los recursos utilizados. Consecuencia lógica de todo esto es que sus proyectos sean además, necesariamente, inconsultos, hechos sin y contra los vecinos que han de sufrir las nefastas consecuencias.   

Esta realidad ha traído graves consecuencias para Lima en infraestructura, modernización, transporte y calidad de vida, como es evidente al recorrer cualquier día la ciudad. Lo peor ha sido, sin ninguna duda, la pérdida de vidas por la incompetencia de la gestión de Castañeda, como son los casos del niño fallecido en el incendio de Cantagallo, hecho directamente relacionado al incumplimiento de reubicación de las familias de la comunidad shipibo - konibo mediante el proyecto Río Verde, impulsado por la anterior gestión y que abandonó el alcalde.

También el de los dos jóvenes que murieron en el incendio de Las Malvinas, trabajando en galerías que no tenían condiciones para tener licencia de funcionamiento pero que sin embargo la obtenían de todos modos por la corrupción enquistada en la Municipalidad de Lima. 

El de la persona fallecida en la ruta del Cerro San Cristóbal, como pasajera de una empresa de buses que no debía tener autorización para circular por esa zona pero que la había obtenido igual gracias, una vez más, al gobierno municipal de Castañeda.
Castañeda es la primera autoridad de Lima y como todo indica su principal enemigo. Estamos sometidos a su incapacidad, a sus intereses personales y a su visión de ciudad que depreda los espacios públicos y sus áreas verdes para priorizar grandes negocios privados, el cemento y los autos. 

Hace unas semanas este delirio edil llegó a la zona de Santa Beatriz, que es la primera urbanización de la capital. Ubicada en el mismo Cercado de Lima pero que se ha mantenido relativamente lejos de la hegemonía del comercio, conservando sus calles las características de un barrio donde la gente convive y hace comunidad. Cuenta con árboles de décadas de vida y jardines en sus veredas. Tiene además construcciones que son testimonio de la arquitectura de principios del siglo pasado, en la que podemos encontrar las casas que acogieron a reconocidos artistas y escritores de la cultura limeña como Julio Ramón Ribeyro, Blanca Varela, Fernando de Szyszlo, entre otros. Bondades que hace cinco años me hicieron elegir a mí y a mi familia esta urbanización para vivir. 

Hoy todo esto se encuentra amenazado por la obra que pretende ensanchar las pistas de Santa Beatriz, convirtiéndolas en calles de tres carriles. Mariano Carranza, Enrique Villar, Teodoro Cárdenas y Manuel Segura son las elegidas por el alcalde para que pasen más autos, como si ya no fuera insoportable el tráfico de la ciudad. La obra ya empezó en las dos primeras calles y como los vecinos y vecinas podemos constatar diariamente, este tercer carril impone la eliminación de los jardines y los árboles, algunos de hasta cincuenta años, que rodean las casas. 

¿Cuál es el objetivo de hacer un tercer carril en una zona residencial donde hay colegios, iglesias, mercados y bodegas? ¿Por qué, si se sabe que técnicamente este tercer carril no descongestionaría en lo absoluto el tráfico de las avenidas cercanas, Castañeda insiste con esta obra? ¿Qué intereses hay detrás de una obra a la que la mayoría de vecinos se opone porque significa eliminar sus áreas verdes y tugurizar de autos la zona? 

Son preguntas que nos hacemos todos los días quienes vivimos en este todavía hermoso barrio, sin encontrar respuestas lógicas que nos anuncien que algo bueno dejaría la nueva obra de Castañeda.  

Así como en otros distritos, los vecinos de esta urbanización han decidido organizarse en el espacio “Yo defiendo Santa Beatriz”, para exigir la paralización de la obra a la Municipalidad, iniciando acciones legales por el crimen ecológico de destruir las áreas verdes y por ser un proyecto impuesto sin consulta, de forma arbitraria, a pesar que afecta directamente la cotidianidad de los residentes. 

La agresión permanente de Castañeda a nuestra calidad de vida no deja más alternativas que recuperar y salvar nuestra ciudad, para nosotros y nuestros hijos, o la resignación suicida ante este dictador municipal que pretende que nuestros espacios públicos son coto de caza para sus negocios privados.  Lima se merece más. 

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