“El Covid no mata solo”. Una campaña que no funciona

Por: 

Francisco Pérez García

Hace unos días una serie de videos y mensajes empezaron a reproducirse en redes sociales. Se trataba de un conjunto de productos comunicacionales agrupados en la web “Noseamoscomplices.com” y que remataban sus contenidos con el eslogan “El Covid no mata solo. No seas cómplice”. 

El concepto, es bastante simple, si rompemos las reglas de aislamiento social y visitamos familiares (sobre todo adultos mayores), jugamos un partido de fulbito con los amigos o nos reunimos para tomar unos tragos, ponemos en riesgo a nuestros seres queridos. ¿El componente movilizador? El miedo, pero además la culpa y la responsabilidad de los ciudadanos por el aumento de los casos de contagio y las muertes que hoy superan -según las cifras de la Sala Situacional superan las 29 mil. 

Pero ¿comunicacionalmente es el momento adecuado para este tipo de campañas donde se responsabiliza al ciudadano y en un momento donde se aprecia una relajación frente a las normas impuestas? 

Conversamos con Jorge Acevedo, profesor del Departamento de Comunicaciones de la Universidad Católica y con Laura Arroyo, lingüista y periodista especializada en política para conocer sus pareceres respecto a esta campaña comunicacional tras más de 160 días de emergencia nacional. 

Positivo pero tardío 

Desde el punto de vista netamente comunicacional, es decir, manejo del lenguaje, uso de símbolos y terminologías, Acevedo Rojas considera interesante el esfuerzo de combinar apelaciones racionales y emocionales “como el amor y temor a la pérdida de los seres queridos para tratar de interpelar el comportamiento, especialmente de los jóvenes y adultos de zonas urbanas”.

Sin embargo, considera que “las campañas de comunicación, por si solas, no resuelven el problema y hay falencias y vacíos importantes”.  Para el catedrático, toda campaña debe estar articulada a medidas coherentes en los campos de la salud y economía. 

“Es clave reforzar el nivel de atención primaria y la estrategia de cercos epidemiológicos en las regiones y ciudades más afectadas. Este tipo de intervenciones requieren el desarrollo de estrategias y acciones de comunicación comunitaria de acuerdo a los contextos socioculturales y no necesariamente de campañas masivas”, considera. 

Asimismo señala que “en el campo económico, y en articulación con lo anterior, se requiere llegar de manera oportuna a las familias más afectadas con bonos que cubran sus necesidades básicas, mediante mecanismos combinados de entrega de dinero comunicados de la manera más clara (pedagógica) posible”. 

La falta de empatía desde el gobierno 

De una opinión similar es la lingüista y periodista Laura Arroyo quien considera que el gobierno de Martìn Vizcarra ya descubrió algo obvio: “la estrategia política del piloto automático evidenciada desde el momento en que anuncian el plan de reactivación económica sin considerar las tremendas desigualdades que hará que la pandemia se haga incontenible pues una mayoría de peruanos deberá decidir entre contagiarse o comer, iba a saltar por los aires en poco tiempo. Dicho en crudo, la gente que puede “cuidarse” con todas las medidas de seguridad y sobre todo quedándose en casa puede hacerlo pues tiene la refrigeradora y el estòmago lleno”.

Para Arroyo existe una paradoja en la falta de empatía demostrada por el gobierno en esta campaña “No seamos cómplices”. “…es paradójico un gobierno que dijo algo tan poético como rebosante de empatía como el “no nos abrazamos hoy para hacerlo mañana”, nos diga luego que “Primero mi salud” (anticipando la nueva estrategia tanto política como comunicativa) y luego que “El Covid no mata solo” Ambas propuestas forman un episodio 1 y episodio 2 de la estrategia comunicativa elegida por el gobierno y responden a su proyecto político”, señala. 

Lo urbano versus lo rural (otra vez) 

Jorge Acevedo, destaca que se comete nuevamente un error al pensar que lo urbano limeño sirve para todo el país y “que los grandes medios de comunicación y el uso de redes sociales basta para cubrir a todos los públicos”.

Recuerda Acevedo que el Perú “es un país muy diverso, con diferentes contextos, identidades culturales e idiomas. Habría que hacer un esfuerzo por concebir las estrategias y mensajes desde los distintos territorios y ámbitos socioculturales que tiene el país. Ello supone romper con el centralismo político, económico y cultural-comunicativo”.

Para Laura Arroyo el tema también pasa por generar una polarización entre ciudadanos y ciudadanas. “Entre el “Nosotros” (quienes podemos cuidarnos) y “Los otros” (los irresponsables que no), eliminando nuevamente el factor de colectividad que es fundamental también para vencer justo a un virus como este. Pero también se eliminan las brechas de desigualdad que generan que no todos estemos en las mismas posibilidades de cuidarnos y de la misma manera. Nuevamente, aquello de lo que convenientemente el Gobierno no quiere hablar”, precisa.

Aquí Acevedo coincide en que el eslogan y el concepto de la campaña no es el más adecuado además de ser injusto. “Al ciudadano de a pie no se le puede decir "No seamos cómplices". Se le puede exigir responsabilidad y cuidado exhibiendo y condenando comportamientos inadecuados, y mostrando también los aspectos positivos del comportamiento ciudadano y de la sociedad civil. Pero es injusto llamarlo cómplice cuando los grandes responsables de esta tragedia son los gobernantes que no han invertido lo necesario para mejorar el precario sistema de salud que tenemos, y son también los políticos, funcionarios públicos y empresarios corruptos que han generado en las últimas décadas miles de millones de pérdidas para el país”. 

Y un aspecto importante, señala Acevedo, también hay otros culpables “los profetas del modelo neoliberal y del dogma que dice que todo lo que hace el mercado será siempre mejor que lo público-estatal. A estos profetas encaramados en think-tanks, medios de comunicación y portales web, y a los gobernantes del "piloto automático" les debemos en gran medida el 70% de informalidad en la economía, la precariedad de nuestro sistema de salud, la voracidad insaciable de las AFPs, entre otros graves problemas”.

Como dice Laura Arroyo, “esos temas de los cuales el gobierno no quiere hablar”. 

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