¿Cuántas muertes quieres? Incitación a la muerte desde Palacio de Gobierno

Por: 

Laura Arroyo Gárate

Si luego de medio centenar de peruanos muertos Dina Boluarte llama “inmaculada” la acción represiva de la policía y Alberto Otárola, no contento con eso, anuncia un bono para premiar esas acciones ¿Qué creen que puede pasar? Pues lo que pasó con Víctor Santisteban Yacsavilca es lo que pasa. Que la policía, con su bono en el bolsillo, dispare en vivo a la cabeza de un peruano es lo que pasa. Y ocurre a la luz de todos los ojos y las cámaras, incluida una de Canal N que transmitió la represión en vivo y cuando las imágenes se hacían incómodas cambió de toma para no mostrar el rostro sangriento de la dictadura de la que es cómplice. 

Lo que ha pasado ha sido terrible, pero fue también anunciado. La dictadura de Boluarte no sólo tiene sangre en sus manos, sino que ha hecho de esa sangre en las manos una política de Estado. Es, como decíamos ya hace una semana en entrevista con Glatzer Tuesta, terrorismo de Estado en toda regla, con ejecuciones extrajudiciales que, por las nuevas tecnologías, estamos viendo en vivo y en directo por las redes sociales y la prensa alternativa mientras el poder mediático silencia las imágenes y cambia el relato para beneficiar a la dictadura que cogobiernan. Nadie puede decir que no sabe lo que ocurre. Sea cual sea tu opción la información está ahí para que todas la veamos. 

Las imágenes son de terror, como lo fueron también las de Ayacucho, Juliaca, Ica, etc. No hay, aunque hoy pueda parecerlo por el discurso y enfoque racista tanto de las esferas del poder mediático como de cierta intelectualidad, vidas que valgan más que otras o represiones que sean más justificadas que otras. A las 48 horas de este gobierno teníamos ya dos muertos por su represión. Desde ese momento Boluarte era insostenible, aunque muy pocos lo dijéramos. Hoy, sostener esta dictadura no solo supone sostener la política de muerte que ha instaurado como forma de gobierno, sino también la incitación a la violencia desde el poder político. Una incitación que no acaba ni siquiera con el disparo en vivo y en directo a la cabeza de un compatriota por las fuerzas del orden, sino que legitima cualquier acción que silencie a quien ejerce un derecho democrático sea de la policía, las FFAA, el poder mediático o incluso la ciudadanía que se siente convocada por ese discurso y avalada por esa incitación a la violencia de su propia presidenta. Boluarte y Otárola están diciéndole al país que matar a quien protesta merece recompensa. Esto no acaba ya con la PNP. Es una declaratoria de guerra total y abierta a un país que se resiste a aceptar el nuevo código. Pero resistir está costando vidas. 

El Perú sangra mientras que el ala fascista de representantes, como Combina o Barbarán, siguen el guion de Martha Chávez durante la dictadura fujimorista y afirman que quienes protestan se “automatan” a sí mismos cuando las necropsias lo que señalan es que fueron disparados por la espalda, mientras huían de la represión. El trumpismo a la peruana. Negacionismo con el aval de ese mismo poder mediático que entrevista a los Cueto, Montoya, Chiabra día sí y día también. Como si no hubiera más voces en este país. Los caseros de la tele que son en realidad caseros de la violencia que defienden en todos los sets de televisión. 

Mientras todo esto ocurre hay quien pone el foco solo en el Congreso siguiendo así el discurso del gobierno precisamente. ¡Claro que no adelantaron las elecciones! ¿Alguien pensaba que lo iban a hacer? Ese Congreso es todo menos aliado de la sensatez. Evidentemente no van a adelantarlas. Ver al fujimorismo desmarcarse usando el adelanto electoral debería hacernos pensar también si no es esa una muestra clara de que el adelanto en sí mismo está siendo utilizado también por ellos para ganar algún rédito político de cara a un próximo escenario. Si acaso algo hemos visto es que la misma ultraderecha representada por varios partidos se va partiendo tras las movilizaciones constantes, pero lo hacen porque piensan en sobrevivir. De ahí que el adelanto electoral es una necesidad, pero no un fin. Y por lo mismo no se le puede confiar a este Congreso. 

¿Cuál es la vía entonces? Dina Boluarte. Sigue siendo Dina Boluarte la llave de bóveda. Ella sigue siendo la pieza inicial de todo. Si renuncia o es vacada, si esta primera ficha del dominó se cae, inicia una sucesión de hechos que desencadenarían la trampa en la que estamos. Forzaría al Congreso a entrar en otro momento político. Las movilizaciones se dirigirán entonces a esa segunda ficha del dominó. Cambio de Mesa Directiva y periodo transitorio solo para convocar a elecciones en 2023. La renuncia o salida de Boluarte es por eso fundamental y, por cierto, no lo digo yo, lo dicen las calles desde el 7 de diciembre. No gritan “adelanto de elecciones” como algunos analistas señalan, gritan “Dina renuncia” como parte de una serie de demandas que incluyen el adelanto electoral y la Constituyente. Pero su renuncia es el primer pedido de todos desde el día uno. ¿Por qué? Porque con esa salida se inician las demás. El dominó empezaría a caer. Lo saben más quienes viajan de todo el Perú hacia Lima que los analistas que ves en la gran prensa y que pretenden analizar lo que quieren quienes se manifiestan sin siquiera haber hablado con ellos una sola vez.

Ningún gobierno que se sostiene mediante la política de sangre es sostenible. La pregunta es cuánta sangre más hace falta para que esa verdad se abra paso. O, como bien cantan nuestras hermanas y hermanos en las manifestaciones: ¿Cuántas muertes quieres para que renuncies? Ese es nuestro canto y nuestro grito. Dina Boluarte sigue siendo la primera ficha de todas. Hagamos caer ya ese dominó. La ficha está ahí.