Vacunas y riqueza: primero los primeros

Por: 

Francisco Durand

El coronavirus es causante de la primera gran pandemia global. Empezó a comienzos del 2020, se diseminó vía aérea en un mundo integrado y todavía, 12 meses después, seguimos afectados por el virus.

Cada país ha generado tratamientos y algunos de ellos, los más ricos, los llamados “países desarrollados”, están produciendo y aplicando vacunas. El resto, la gran mayoría de países, deben competir adquirirla. Comparado al polo rico, van a demorar en comprarlas, en distribuirlas y aplicarlas. Y en cada país, las regiones más pobres, (zonas alejadas rurales, desconectadas y periferias urbanas) serán las últimas en recibirlas.

Este resultado es fruto de las diferencias de nivel de desarrollo entre países y los abismos sociales al interior de cada país. Estas desigualdades de acceso y tratamiento, cabe precisar, se han acentuado apenas llegó el coronavirus y empujó al mundo al egoísmo: cada país se cerró, y no existió ningún liderazgo internacional para combatir unificadamente la pandemia y que coordinara una producción y distribución más igualitaria de vacunas. 

El lema fue “cada quien a lo suyo” y “primero nosotros que el resto”.  El extremo de esta posición fueron los EUA bajo Trump, pero no están muy lejos otros países desarrollados. Lo cual recuerda el dicho de que “los países no tienen amigos, tienen intereses”. El caso de Trump y los EUA es extremo. La única prioridad de Trump con el coronavirus fue usar el poder federal para acelerar el descubrimiento privado de vacunas por sus principales laboratorios como una forma de hacer “America First” y ganarle al resto del mundo. Claro, lo hizo protegiendo y afianzando los derechos de invención, la patente, por supuesto. Solo con Trump el gobierno federal ha invertido $2 mil millones en compras. Cuando tengan un superávit harán lo mismo que “el combate contra el SIDA” en África. El gobierno les compra a los laboratorios y EUA las distribuye gratis. Pero no hemos llegado todavía a este punto de solidaridad interesada.

Esta posición egoísta y ventajista está presente ya, y se refleja en el Mapa de Vacunación del New York Times . EUA ha desarrollado varias de las vacunas (Pfizer, Moderna, Johnson&Johnson) y han empezado a administrarse en el gobierno de Biden. Ya se ha vacunado a 30 millones, mientras Canadá casi a 1 millón. En Europa, el Reino Unido (el más contaminado) lidera la Unión con 8.8 millones, seguido de Alemania con 2.3 millones. En el Asia, China encabeza el continente con 23 millones. En América Latina, Brasil está a la cabeza con 2 millones, seguido de Argentina con 366 mil. Chile ha empezado con 67 mil y nuestro vecino Ecuador con 3 mil. Los que todavía no empiezan son coleros como el Perú. El único rayo de luz es la organización Family Covax, que está ayudando a los países pobres a obtener vacunas. A ella ha recurrido el presidente Sagasti.

No hay estadísticas de Cuba, pero se sabe que han desarrollado su propia vacuna y van a empezar la vacunación. Los cubanos están, literalmente, adelantados, debido al desarrollo de su complejo farmacéutico y su sistema estatal de salud pública. Prometen distribuir su vacuna al mundo pobre gratuitamente. ¿Qué dirán los neoliberales?

Hay más. El hecho de que la segunda ola global esté en pleno auge, y que surjan nuevas cepas (británica, sudafricana, brasileña, más otras que se vienen), acentúa este egoísmo primermundista. Los inmunólogos están ahora proponiendo una dosis más (le llaman booster) en los EUA, por lo tanto, deben aumentar su producción y guardarla, más vacunas para su población. Podríamos decir que los primermundistas deberían ponerse de acuerdo y ver el problema global, no sólo por solidaridad sino por conveniencia. Ahora que estamos interconectados, de poco sirve dejar de vacunar o retrasar la vacuna en países pobres y poblaciones necesitadas pues volverá la contaminación. Así como empezó, globalmente, así va a continuar.

Ahí no termina el problema, que es para ponerse a llorar. Los países capitalistas que han desarrollado las primeras vacunas no han pensado en la solidaridad sino en el lucro. Es un gran negocio. A medida que se venden, los países desarrollados van a tener una tasa de retorno de $4.8 por cada $1 gastado en vender y distribuir vacunas a los países “menos desarrollados”, es decir, a los más pobres. Se calcula que en los países de renta baja y media (caso del Perú) el 2021 solo 1 de cada 5 habitantes será vacunado. Sagasti, por ejemplo, ha anunciado la compra de 1 millón, seguido de 2 millones más de vacunas Sinofarma en su discurso de hace una semana. Hoy, domingo 31 de enero, en otro mensaje, anunció la compra de otras marcas. Debería tener planes para vacunar a 20-25 millones. EUA, por ejemplo, piensa vacunar a 300 millones para fines de agosto. 

En varios países, el sistema privado de salud está proponiendo y obteniendo permiso para realizar compras por su cuenta en esta carrera desesperada por comprar vacunas, una alta demanda que las encarece. El objetivo es vacunar a los asegurados o los pudientes por su cuenta. En el caso del Perú, una aseguradora está indagando a algunos de sus asociados si estuviese dispuesto a pagar $400 por la vacuna. El debate sobre privilegios en la vacunación ha empezado.

Terminó esta triste nota resaltando otro problema de desigualdad y vacunación global: las sobre compras. Australia, Japón y Canadá, que representan menos del 1% de la población mundial de casos de coronavirus, han logrado asegurarse más vacunas que todo el Caribe y América Latina, que representa el 17% de los casos de contagio. ¡Cómo duelen estas cifras! Recuerda el poema de Vallejo: “… y el cadáver, ay, siguió muriendo”. 

Ahora los lectores podrán entender la expresión de Thedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud: estamos frente a una “catástrofe moral”.

 

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