Poder, Costo Político, y Agenda Pendiente. Hasta que por fin se fue Villena*

Por: 

Carlos Monge

Para cualquiera que viese el video de la agresión verbal y física del ex Ministro de trabajo Villena a una trabajadora de una línea área en el aeropuerto de Arequipa, era claro que su posición era indefendible. Le tocaba pedir disculpas personales a la trabajadora en cuestión, al gobierno que le había dado el alto cargo que detentaba, y a las mujeres y ciudadanía en general que tenían la evidencia clara de un comportamiento totalmente inaceptable. Sin embargo, Villena se aferró al cargo y el ejecutivo buscó blindarlo. Al respecto, llaman la atención un par de temas.

Primero, la manera tan públicamente abusiva de ejercicio del poder por parte de un alto funcionario público. En el Perú, históricamente hablando, la discriminación y el abuso de poder fueron privilegio de una clase alta de ascendencia europea que ejercía de manera abusiva y discriminatoria su poder económico y político sobre el resto del país, mayoritariamente mestizo e indígena. El lamentablemente famoso “¿Sabes con quién estás hablando?” era un arma de un sector económico/social/racial contra mas mayorías del país.

Desde Velazco Alvarado a la fecha, el país ha vivido un masivo proceso de inclusión de sectores antes postergados a la propiedad, la organización social y el ejercicio de la política. Hoy día la riqueza y el acceso a la política no son privilegio de unos cuantos blancos, y el Club Nacional, la página social de El Comercio,  la nana con uniforme blanco,  son añoranzas del Perú que fue más que evidencias del Perú que es. Paradójicamente, quizás porque hoy día las clases y las razas que antes no se tocaban tienen que convivir en espacios que se han democratizado (los cines, las discotecas, las playas, los restaurantes, los barrios) es que se producen reacciones violentas de algunos que aun se resisten al cambio.

Sin embargo, esa cultura aristocrática, abusiva y prepotente, que es herencia colonial y republicana, tiene una enorme capacidad de reproducción en el ejercicio mismo del poder, ya sin importar la clase o raza de quien lo ejerce. Es la colonialidad del poder. Entonces, tenemos Congresistas que requieren de quienes trabajan para ellos la prestación de servicios que suponen una sumisión absolutamente personal (lavadas de pies, planchadas de camisas) y ministros que como Villena que descargan su malhumor en una funcionaria percibida como subalterna. Como gamonal abusando físicamente de pongo en hacienda serrana en el siglo XIX.

Segundo, el instinto de defensa corporativa mutua de quienes están en el poder. En este caso, llama la atención la manera como dos estrellas emergentes de la política (Nadine Heredia y Ana Jara) han quemado parte de su particular capital político construido en torno a la agenda de género, tratando de proteger y encubrir a quien claramente había ejercido el poder de manera abusiva y prepotente contra una trabajadora que se limitaba a cumplir con su deber.

Lo increíble es que estando tan identificadas con la igualdad de oportunidades, la lucha contra la discriminación y estando en la agenda nacional el tema de la violencia contra la mujer, la Primera Dama y la Ministra del sector se pasaran largos días enredadas en frases como “no ha sido para tanto”, “ya ha pedido disculpas”, o “el caso se verá en las instancias correspondientes”.

Hay pues claramente un problema que trasciende largamente al remplazo del prepotente ex ministro por una nueva encargada del sector. Hay un problema, y una larga agenda pendiente, relativa a como se percibe y como se ejerce el poder al que se llega por elección o por delegación. Una mínima calidad del ejercicio del poder es indispensable para poder hablar de democracia, y ejercicios del poder como el de Villena niegan que podamos hablar realmente de una democracia, aun cuando la fuente de su poder es perfectamente legítima. Democratizar el ejercicio del poder es pues parte sustantiva de la agenda pendiente.

Finalmente, mientras como país abordamos esa agenda de fondo, un cambio de autoridad sectorial debería ser siempre la oportunidad de revisar las políticas que se han venido aplicando en el sector en cuestión, en este caso, el sector trabajo.

De una rápida entrevista esta misma mañana con Julio Cesar Bazán, dirigente de la Central Unitaria de Trabajadores, desprendemos tres puntos de agenda fundamentales: a) Sacar adelante la nueva Ley General de Trabajo en torno a la cual hay consenso entre empresarios y trabajadores, pero que el ex Ministro Villena archivó, y sacar también la Ley del Servicio Civil, pero incluyendo la protección a los derechos de los trabajadores del sector público; b) Fortalecer la administración del Ministerio de Trabajo, pues hay fallas en áreas de inspecciones, empleo, y negociaciones colectivas, donde faltan presupuesto y recursos humanos; c) sacar adelante la regulación de los derechos de organización sindical y acceso a seguridad social de los trabajadores autoempleados.

La nueva ministra tiene una larga carrera en el sector laboral, trabajando para las empresas. En su experiencia no está la defensa de los derechos laborales sino de los intereses de las empresas. Ojala tenga claro que su tarea es hoy proteger los intereses de los trabajadores y sacar adelante la legislación faltante para garantizar el ejercicio de esos derechos. Y, en el camino, dar señales de un ejercicio democrático del poder que hoy le toca ejercer.

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