Piketty (reloaded) ataca de nuevo

Por: 

Gonzalo García Núñez*

Thomas Piketty es un joven economista  francés, formado en la Escuela Normal Superior del barrio Latino de Paris, que conmovió hace poco al mundo con un gran libro sobre el Capitalismo en el siglo XXI, publicado en el 2013. Ese extraordinario texto de este Profesor Asociado a  la Escuela de Economía de Paris fue redactado en clave de los grandes economistas clásicos. Estilo y problemática, viene en línea directa  del  modo de razonar de los  debates de la histórica tradición del pensamiento económico sobre el modo de asignar, producir, crear valor, distribuir, repartir y consumir. 

De  Adam Smith a  David Ricardo, de Karl Marx a Karl Polanyi, el texto está  construido sobre el  debate y el interés de la ciencia económica de nuestros  tiempos sobre el origen  del  reparto desigual de la riqueza de las personas y las naciones, apreciados  desde una perspectiva histórica, política, social, cultural, estadística, ingreso, gasto. 

Monumental. Por sus hipótesis, por sus  ideas, por sus  fuentes de información, verificadas en Bases de Datos que facilitan el extremo rigor estadístico de la big data,  el nuevo Capital…  batió todos los records de tiraje en todos los idiomas imaginables.  El nuevo Das Kapital.

Ahora Piketty reaparece  reloaded con el planetario libro titulado: Capital e ideología. 

Son 1,127 páginas, edición traducida en castellano (Daniel Fuentes 2019). Están repletas de información de primera mano, que constituyen un verdadero tratado sobre el desarrollo histórico de los capitalismos eurocéntricos pero también de las sociedades lateralizadas que lo acompañan, dependientes, subyugadas, excluidas, colonizadas, arrancadas de sus  propios itinerarios históricos (Héctor Béjar). 

Redescubre, como lo hizo Maurice Dobb, el maestro de Cambridge, que en este decurso histórico,  el régimen capitalista está en los cimientos de la  inequidad, la desigualdad en el reparto de la riqueza y el  abismo social que se crea entre gente rica y pobre, entre clases, países afluentes y subdesarrollados,  occidentales y no-occidentales- O  entre  las grandes firmas y las pequeñas naciones. Todo demostrado con cifras, datos, curvas, encuestas panel, gráficos, implacable.

La desigualdad brota así como agua de una fontana. Es un régimen desigualitario que se produce y reproduce. Es lo que tempranamente fue denunciado, causa y  preocupación en los trabajos de André Marchal y Lecaillon en Francia, la saga de la economía-mundo de Immanuel Wallerstein, nuestro Aníbal Quijano, la decolonialidad. 

Que está en Harvey, el crítico sagaz del neoliberalismo,   como las apropiaciones del territorio y  las fronteras. Earls renueva con  el estudio sistémico del intercambio entre pisos geográficos, la perspectiva vertical de los grandes  puebles del ande, como expresión contraria, la posibilidad y prueba de la existencia de  un régimen cooperativo y justo distinto al curso de la conquista eurocéntrica.

Las categorías fundamentales del análisis de Piketty  se engloban ahora  en la noción de “régimen desigualitario”,  como expresiones tramadas del régimen de propiedad y el sistema político. 

Estos son algunos de los  temas tratados en la primera parte. Allí se examinan -en dinámica- las sociedades trifuncionales- clero, nobleza y plebe-, las sociedades esclavistas y coloniales, en especial, las sincréticas, como  la India, Irán, Japón, China, 
Todas aquellas que son atravesadas por lo que Pierre-Philipe Rey denominó la Articulación de modos de producción, a fines de los 70 del siglo pasado. 

Una suerte de combinación diacrónica de modos de producción en que conviven sociedades con distintas velocidades históricas. No necesariamente occidentales. Pero subordinadas por los lazos del supply chain a  los conglomerados del tipo  GAFA y los internacionalizados circuitos de los nuevos talleres fabriles del Asia.

El capítulo central de esta parte versa sobre la “gran transformación del siglo XX”, homenaje al medular escrito de Karl Polanyi (the great transformation), que incide en la destructuracion de las sociedades “propietaristas” de la pasada centuria. 

Las causas se encuentran en las dos grandes guerras (The economic consequences of the Peace, John Maynard Keynes), los conflictos interimperialistas mundiales, la gran crisis del treinta, el comunismo, la independencia colonial, los movimientos sociales, las nuevas corrientes ideológicas en lucha contra el régimen que acuña la desigualdad. Y  dialécticamente, las luchas impulsadas por  el movimiento obrero, los sindicatos libertarios, los intelectuales revolucionarios, el feminismo siempre radical, el pensamiento social demócrata revolucionario, el republicanismo. 

Pero también la emergencia de los grupos identitarios y los criminales  nacional- socialistas. 

Relieva -en el capítulo 13- la perspectiva actual del “hipercapitalismo” atrapado en la disyuntiva terrible  de seguir creciendo en lo material y al mismo tiempo, acelerar la destrucción de los recursos naturales del planeta, origen del cambio climático y el progresivo agotamiento de los recursos que sostienen viva a la humanidad y el propio sistema hipercapitalista.

Al término, para dejar esta nota como una breve reseña, Piketty trae numerosas propuestas. Se plantea, como escribe Michel Aglietta del CEPII, la posibilidad de reformar el capitalismo de hoy. Avanza propuestas que provienen de las propias experiencias históricas. Las  que ha  recorrido  cuidadosamente y con ellas formula un esbozo  de lo que él llama “socialismo participatorio” para gestionar nuestro siglo. 

En su propuesta están las ideas de la cogestión alemana, la participación de los usuarios en la gestión de  las grandes empresas públicas, la propiedad social escandinava, las experiencias no-occidentales de transformación acelerada por el acceso a la ciencia, la tecnología, la ecología  e innovación, el modo de pensar  la democracia del recordado Carlos Franco. 

Pocas tan incisivas como el uso del impuesto que compensa los diferenciales de acceso a la riqueza  y protege el acervo común, el agua, la tierra, el aire, la solidaridad, la seguridad colectiva. La salud y la educación.

Para eso hay que regular mercados inequitativos que funcionan como “autorregulados” por la mano invisible del monopolio, duopolio, oligopolio, el cartel a menudo corrupto, el monopsonio, la competencia imperfecta, las fallas del mercado. 

Como reitera Piketty, el problema de la desigualdad no radica más en la tecnología o la gestión. Hay que buscarlo más bien en la ideología, entendida como los discursos, los sentidos y   las formas diversas  de legitimar y justificar las distancias sociales que provoca la concentración del régimen de propiedad y el sistema político del hipercapitalismo. En una palabra,  la ideología, la  que imponen los dominantes sobre los dominados, recordando las sentencias de François  Perroux, Bernis y  Maurice Bye.  

Marx y Engels pretendían que “la historia de la todas las sociedades que han existido  hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” (Manifiesto Comunista). Desde las trincheras del socialismo participativo del siglo XXI. Piketty responde, sí,  pero  ahora es la historia de la lucha de las ideologías y de la búsqueda de la Justicia.

*Profesor Principal de la UNI, director del  BCRP, Doctor en Economía, Ingeniero Industrial, CEPE-Paris  

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta se hace para comprobar que es usted es o no una persona real e impedir el envío automatizado de mensajes basura.
Image CAPTCHA
Enter the characters shown in the image.