La mujer alfombra

Ella, como tú o como yo, se encuentra indignada. Indignada porque no puede decidir por ese cuerpo que le pertenece. Le dicen que es libre, pero limitan esa libertad haciendo de la palabra una broma. Le dicen que es igual a los hombres, pero todos los días ve casos de mujeres asesinadas y agredidas sólo por ser mujeres, y a muchos culpables impunes caminando por las calles donde, por cierto, le gritan improperios cotidianamente. Le dicen que tiene derechos como todos pero, si está embarazada, automáticamente pasa a un segundo plano pues es el feto el que tiene “derechos absolutos”, no ella. Ella es sólo una portadora. Casi un objeto. Le dicen que ella decida sobre su cuerpo, pero no le enseñan educación sexual en la escuela y, pese a que los padres pueden hacer lo propio, lo cierto es que tampoco ellos están completamente claros respecto de lo que le quieren enseñar.

Ella puede ser una de las 12 de cada 100 adolescentes peruanas, cuyas edades fluctúan entre los 15 y 19 años, que ya experimentó la maternidad. Puede pertenecer también a ese alarmante 80.4% de adolescentes madres que ya no asisten a la escuela, o a ese 56% de mujeres embarazadas adolescentes que forma parte de la principal causa de muerte indirecta: suicidio. Puede también, ser una de las 370 mil mujeres que practica un aborto  clandestino anualmente, poniendo en riesgo su vida porque, en este país, al Estado la vida de ella le importa poco. En suma, ella es una mujer alfombra. Alfombra, sí, porque sus derechos son pisoteados.

En Otra Mirada comentamos el atentado que constituye la modificación del Código del niño, niña y adolescente, propuesta por la Comisión de la Mujer y Familia. La respuesta no se hizo esperar. Por un lado, diversas organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres, organizaciones vinculadas a temas de educación y la sociedad civil realizaron algunas protestas y la intervención “mujeres alfombra”, donde diversas mujeres vestidas de rojo, echadas en el piso, graficaron lo que ocurre con medidas como esta. Del otro lado, diversas organizaciones también se manifestaron a favor de los cambios propuestos por, digámoslo con claridad, un grupo de congresistas, fujimoristas en su mayoría, que no entienden que al margen de sus religiones, este es –o debiera ser- un Estado laico.

Pero hay más. La Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso aprobó el proyecto de ley contra el crimen organizado e, impulsado por Martha Chávez, incorporó como delito grave el “aborto no consentido” indicando que existirían “organizaciones que mienten/incentivan/presionan a mujeres y les ocultan daños que trae el aborto”. Según esta ley, estas organizaciones podrían ser sancionadas con penas superiores a cuatro años de cárcel y no accederían a beneficios penitenciarios. Además se les podría intervenir las comunicaciones y levantar el secreto bancario. Así como lo leen. No sólo hay una evidente intención de anular la elección de la mujer sobre continuar o no con un embarazo, sino que subyace una ideología absurda que indica la mujer no sabría de las consecuencias de realizarse un aborto.

La idea de un estado tutelar sobre un adolescente y sobre la mujer, por no considerarlos capaces de tomar decisiones con responsabilidad, es vergonzosa y se perpetúa en iniciativas como las mencionadas. En pleno siglo XXI y luego de las luchas de millones de mujeres para que en la actualidad tengamos los derechos que nos corresponden es inconcebible permitir la aprobación de estas dos medidas. Para que la mujer no siga siendo alfombra necesitamos pues, levantarnos. Que no nos sigan pisando.

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