La amazonía peruana: la última renta estratégica del Perú post COVID-19

Por: 

Róger Rumrrill

En el año 2008 el Consejo Nacional del Ambiente (CONAM) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicaron mi libro titulado “La  Amazonía Peruana: la última renta estratégica del Perú en el siglo XXI o la tierra prometida”.

Abriendo el ensayo que da título al libro, escribimos: “Las potencialidades y riquezas que contiene la Amazonía Peruana en agua, en mega biodiversidad principalmente en flora y fauna,petróleo, gas, bancos de conocimientos indígenas, vitales en un planeta amenazado en su supervivencia por el calentamiento global y el cambio climático, la cada vez más escasa oferta de agua, la contaminación urbana y de ríos, lagos y mares y la erosión de los ecosistemas marinos, fluviales y terrestres convierten a la región amazónica en un espacio estratégico o, para decirlo en los términos del ensayista y diplomático peruano Oswaldo de Rivero, en la renta estratégica del Perú en el siglo XXI”. Creo que esta posibilidad de convertir a la Amazonía en la última renta del Perú en el siglo XXI y en el espacio estratégico, geopolítico, geoeconómico e hidropolítico, es hoy más real y posible que nunca.

Un virus microscópico, una proteína insignificante e invisible a simple vista, el COVID-19, que ha puesto al mundo “patas arriba” (Luis Casado), provocando un colapso civilizatorio y haciendo trizas todos los dogmas y certezas, sobre todo el mantra del capitalismo salvaje y neoliberal, está abriendo esta posibilidad. Porque el sistema capitalista y neoliberal está ahora “desnudo” como en el cuento de hadas de Hans Cristian Andersen donde un emperador quiere convencer a sus súbditos que está vestido con atuendos imperiales cuando en realidad está desnudo. Un niño no ha aceptado el engaño. 

En efecto, la analista Laura Marrone escribe que el capitalismo y su modelo de producción, consumo y acumulación ha convencido a millones de seres humanos, a través de sus medios de comunicación, de su control político, económico, de la manipulación cultural y vigilancia militar y policial, que el capitalismo era el mejor sistema para la felicidad humana.

 “Estamos ante otro fallo masivo y colosal de la versión neoliberal del capitalismo”, ha escrito el mayor pensador y crítico actual del sistema, Noam Chomsky. Es decir ha llegado la hora de pensar y construir otro mundo, convertir al estado diminuto y minusválido que tenemos, en un estado fuerte y democrático que, al contrario del discurso falaz de que la seguridad es la inversión inmensa e incontrolable en armas, en realidad la seguridad reposa sobre buenos y sólidos sistemas de salud y educación, una economía diversificada y un uso sostenible de los bienes de la Madre Naturaleza.

Lo que se viene después del COVID-19: el colapso por la crisis climática

Para la mayoría de los geopolíticos, analistas y científicos, la pandemia del coronavirus que ha provocado el colapso civilizatorio a nivel mundial, no es la única ni la última pandemia y tampoco el último desastre apocalíptico que amenaza la vida en el planeta. El próximo es un colapso climático que, algunas de cuyas manifestaciones ya las estamos viviendo. Como el caso del deshielo de los glaciares y de las capas criogénicas de los polos y el consecuente elevamiento del nivel del mar. Además pandemia y crisis climática están interrelacionadas.

“La pandemia actual, como otros brotes virales recientes, está intrínsecamente relacionada con la crisis ecológica, la degradación ambiental, la destrucción de los bosques y el consumo de carne y todo esto está, obviamente, relacionado con el calentamiento global”, opina el científico brasileño Alexandre Araújo Costa en una entrevista en “Adital”.

En su último informe sobre la situación del clima en el mundo, el martes 10 de marzo de este año, el Secretario General de las Naciones, Antonio Guterrez soltó una frase que los medios trataron de ocultar para no crear más pánico que el ocasionado por el coronavirus: “El cambio climático es más mortal que el coronavirus”. Luego agregó: “El coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí desde hace muchos años (como advertencia) y se mantendrá por muchas décadas, y requiere (atención y) acción continúa”. A continuación citó las cifras, datos y estadísticas que revelan y prueban  los extremos climáticos, sequías, tormentas, inundaciones diluviales, extinción de especies, contaminación de ríos y mares, deshielos de los casquetes polares, incendios forestales, mayores emisiones de dióxido de carbono, ocasionados por un modelo de  producción ambientalmente insostenible y por la desenfrenada y obscena utilización irracional y la rapiña de los bienes de la naturaleza por la especie humana.

La Amazonía, el espacio geopolítico, geoeconómico e hidropolítico del Perú en el siglo XXI

Hacer que la Amazonía, uno de los mayores bancos genéticos del planeta Tierra, sea, en este escenario de crisis sistémica originada por el coronavirus, el espacio estratégico geopolítico, geoeconómico e hidropolítico del Perú implicará profundos cambios estructurales.

En lo económico, modificar y transformar el modelo extractivo-mercantil y primario-exportador por una nueva economía: una bioeconomía basada en el uso sostenible del capital genético, en  particular la transformación de la riqueza forestal. Por su lado, Ricardo Giesecke, ex Ministro del Ambiente y uno de los mayores ambientalistas y especialistas en biodiversidad y cambio climático, ha planteado la posibilidad de decretar una moratoria sobre el bosque amazónico, uno de los mayores sistemas de regulación del agua dulce del planeta. 

La nueva bioeconomía amazónica, tendrá que  revisar la agenda petrolera aún vigente en la Amazonía. El desplome del precio del barril de petróleo en  el mercado mundial, ahora en 35 y posiblemente en  25 y 20 dólares en los próximos meses, convertirá en humo la renta o canon petrolero y ahondará  la crisis sobre todo en la Región Loreto. La misma historia que provocó la caída del precio del caucho sumiendo en la más grave pobreza a la Amazonía en la primera y segunda década del siglo XX. 

De otra parte el reinicio de las actividades relacionadas con la industria petrolera, requeriría del establecimiento de nuevos protocolos que garanticen, no sólo la no transmisión del Covid-19, sino las nuevas salvaguardas para prevenir los efectos que sobre la salud pública tiene la contaminación del agua, del aire y del suelo,  asociada a todas las actividades de la prospección, extracción, transporte (derrames) y comercialización del petróleo que se encuentra en la selva amazónica del Perú. 

Uno de los recursos que tiene que ponerse en valor es la llamada “terrapreta do indio”, como se lo conoce en Brasil y en el Perú, en la Alta Amazonía, se llama “yanaallpa”, tierra negra. Esta tierra negra ha sido uno de los hallazgos más valiosos de la ciencia en la Amazonía en las últimas décadas. Es una tierra negra de origen antropogénico, que por su alta fertilidad que puede durar mil años y su capacidad de retención del dióxido de carbono, podría ser la base de una  revolución agraria y productiva en la Amazonía y todo el Perú. Esa tierra negra, que hizo posible el desarrollo de las civilizaciones precolombinas en la cuenca amazónica, está siendo estudiada y puesta en valor por el Centro de Regeneración Biocultural “Sachamama”, en Lamas, que dirige la científica Frédérique Apffel-Marglin.

No solo se requieren esos cambios. Hay que hacer una revolución en los sistemas educativos y de salud, copiados y calcados desde el eurocentrismo, desde la colonialidad del poder y del saber (Aníbal Quijano, dixit). El Perú es una nación multilingüe, multicultural y multiétnica, pero con un estado monocultural de origen colonial. Todo, el modelo económico, la educación y la salud, la cultura, nuestro modo de pensar, nuestra subjetividad y nuestros valores, son producto y resultado de esa colonialidad. Esta colonialidad del poder y del saber se refleja en el comportamiento y accionar de las clases empresariales de la Amazonía, inmediatistas, cortoplacistas, patrimonialistas, extractivistas y también en las clases dirigentes del país, en la mayoría de los políticos, en los poderes fácticos y corporativos.

Puesto que las clases dirigentes del Perú, enclaustradas en la CONFIEP, ADEX, SIN y otras behetrías empresariales, han pensado e  imaginado y siguen pensando e imaginando la Amazonía como un espacio colonial del Estado peruano, tal como recordaba el Amauta José Carlos Mariátegui. Para ellos la Amazonía sigue siendo el espacio del territorio nacional solo para la extracción de materias primas y habitado por indios que no creen en el desarrollo ni la modernidad. Tenemos la ilusión de que el COVID-19 también les hará cambiar su anquilosado pensamiento, sus mentes e imaginación colonizados. También nos ilusiona que habrá un impulso de las nuevas organizaciones indígenas, movimientos sociales y políticos que serán la fuerza motriz para convertir a la Amazonía post coronavirus en la renta estratégica del Perú en el siglo XXI. En una nueva Amazonía.

 

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